Nicolás II trás un juego de tenis
МАММ / МДФIván Poddubni. Foto: Archivo
Tampoco fue un deportista profesional el famoso luchador Iván Poddubni. Antes de llegar a la fama, el forzudo trabajó como peón, estibador portuario y artista de circo. Demostró su valía en la arena en levantamiento de pesas. Ya en el circo empezó a practicar la lucha rusa tradicional, y más tarde, la grecorromana.
No fue hasta 1903 cuando Poddubni, a los 32 años, se adentró en el mundo del deporte y participó en un campeonato del mundo de lucha grecorromana. Su primer combate profesional terminó en derrota.
El contrincante del gigante ruso, el francés Raoul le Boucher, se las ingenió bastante bien: habiéndose untado con aceite de oliva, pudo prolongar el duelo tanto que, al final, el jurado lo reconoció como ganador por su “forma bella y habilidosa de esquivar ingeniosos asaltos”. Pasado un año, sin embargo, Poddubni le tomó la revancha a Boucher y mantuvo el título de campeón del mundo desde 1905 hasta 1908.
En sus años de máximo esplendor, Poddubni encabezaba todos los carteles de cualquier torneo de lucha. Era el prototipo de los boxeadores y luchadores actuales de MMA. Tras la revolución bolchevique de 1917 volvió al circo. Sus ejemplares combates se emitieron durante los años 20 en Alemania y Estados Unidos y no dejaban de causar furor. No obstante, a pesar de sus incontables victorias y condecoraciones, Poddubni pasó la vejez en la pobreza. Murió en 1949 a la edad de 79 años en Yeisk, su ciudad natal, a 1.255 km al sur de Moscú.
Nikolái Panin-Kolomenkin. Foto: Archivo
El primer campeón ruso olímpico, el patinador Nikolái Kolomenkin, no percibió ni un duro del premio por su victoria. Es más, por haber participado en los Juegos de Londres de 1908, se lo amenazó con el exilio a Siberia.
El deportista se trasladó a Inglaterra de manera ilegal bajo el pseudónimo de Panin. Este pequeño truco, que ya había hecho antes, lo ayudó a convertirse en el patinador número uno del país cinco veces consecutivas.
Panin era un mañoso deportista cuya competencia en la disciplina de “figuras especiales” temía incluso el famoso sueco Ulrich Salchow: el siete veces campeón del mundo abandonó la competición al ver la lista de figuras que planeaba ejecutar Panin. Sin embargo, al término de las Olimpíadas el engaño salió a la luz y todos se enteraron de que Nikolái Kolomenkin era en realidad un inspector fiscal de San Petersburgo.
De acuerdo con los códigos de conducta empresariales de la época, los funcionarios públicos no tenían derecho a participar en competiciones deportivas. Panin no tuvo otro remedio que dejar los campeonatos, aunque su pasión no se desvaneció. En 1910 publicó un manual sobre patinaje artístico, y en 1914 se convirtió en juez del campeonato del mundo de Estocolmo.
Durante la etapa soviética se centró en su labor como entrenador, pero no solo en patinaje artístico, sino también en tiro deportivo. Más tarde le dio otro uso a su afición de disparar trabajando como instructor militar de la guerrilla durante la Segunda Guerra Mundial.
Jugar al tenis era uno de los entretenimientos favoritos de la aristocracia rusa de finales del siglo XIX y principios del XX. El mejor jugador ruso de la época era el conde Mijaíl Sumaróvok-Elston.
En 1910, el joven de 16 años se hizo con una inesperada victoria en el campeonato de Rusia de tenis. No cedió a nadie su título hasta que partió al frente en 1914; esto, teniendo en cuenta que en el campeonato de Rusia participaban reputados expertos extranjeros. Así, por ejemplo, en 1913 Sumarókov-Elston batió en la semifinal al francés Maurice Germot, medalla de plata en las Olimpíadas de 1906; y en la final, al inglés Charles Dixon, medalla de plata de las Olimpíadas de 1912.
En 1913, al joven conde lo esperaba otro duelo de aún más importancia: al emperador Nicolás II, que era un gran aficionado al tenis, se le antojó jugar con el mañoso jugador. “Sumarókov, siendo zurdo, ganó todos los set. Después de beber té, su Excelencia pidió revancha. Sumarókov se las ingenió para golpearle en la pierna al zar de tal manera que este cayó y estuvo en cama durante tres días. El pobre campeón estaba desesperado, aunque por su parte no había culpa alguna, claro”, describe la situación de aquel encuentro en el palacio de Livadia (Crimea) Alexander Mosólov, jefe de la cancillería de la corte. Por su parte, Nicolás II fue breve en su diario: “El partido de tenis con Sumarókov fue estupendo”.
Los segundos Juegos Olímpicos de la historia de 1900 en París hoy se verían como un fracaso absoluto. Se celebraron al mismo tiempo que la Exposición Universal y quedaron eclipsados por los logros científico-técnicos internacionales.
La ausencia de interés por parte del público se puede explicar fácilmente: por entonces el deporte difícilmente podría llamarse profesional, por no hablar de la presencia de sponsors y publicidad. No es ninguna sorpresa que los cinco deportistas de la Rusia zarista que se presentaron a los Juegos fueran oficiales en activo y su especialidad deportiva proviniera de su profesión principal. Tres participaron en el torneo de esgrima, y dos, en carreras de carros a caballo.
El espadachín Piotr Zakovorot, que quedó séptimo en París, fue quien estuvo más cerca de convertirse en profesional. Posteriormente enseñó esgrima al mismo tiempo en varias academias militares de San Petersburgo, y tras la revolución entrenó al propio Ejército Rojo en el arte de la guerra. Entre los alumnos de Zakorovot se encontraban auténticos deportistas como Iván Manaienko, el mejor espadachín soviético de los años 40-50. Por cierto, Zakovorot ganó su último torneo (el campeonato de la República Soviética de Ucrania de 1935) a la edad de 64 años.
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