El luchador Iván Poddubni, el mayor campeón de todos los tiempos

El luchador Iván Poddubni, una de las más grandes figuras que ha dado el deporte a lo largo de la historia, conquistó por primera vez el título de campeón del mundo en la modalidad de lucha francesa (actualmente se llama lucha grecorromana) en 1905, a la edad de 34 años, y lo retuvo durante más de tres décadas. En Rusia acaba de estrenarse una película sobre su vida. Durante la Guerra Mundial lo respetaron por igual ambos bandos tras la línea del frente.

Fuente: Ria Novosti

A veces perdió luchas aisladas, pero nunca lo derrotaron en un torneo. El luchador decía que en su vida sólo había conocido una persona más fuerte que él: su padre.

El bastón con el que andaba Poddubni estaba hecho de acero y pesaba 16 kilos. Los duelos en los que participaba a menudo se prolongaban durante varias horas. Las medallas que conquistó daban para llenar varios cajones. Una parte nada desdeñable de estas distinciones se la robó su mujer, quien abandonó al deportista durante la guerra civil rusa (1917-1923) para irse con un oficial de la Guardia Blanca.

La vida de Poddubni estaba totalmente supeditada a su don. Su destino a veces parecía seguir una novela muy bien escrita, con episodios brillantes, agudos, que reflejaban los destinos de los pueblos, de la cultura, de todo el mundo.  

El forzudo contra el sicario

La carrera de Poddubni empezó en el circo. Sobre la espalda del artista depositaban un poste telegráfico a cuyos extremos se iban aferrando personas, una detrás de otra, hasta que el poste no soportaba más y se rompía por la mitad. Su trabajo en el circo le permitió sobrellevar los tiempos revueltos de la Guerra Civil. Recordaba que a veces empezaba una representación para soldados rojos y la acababa para blancos.

A principios del siglo XX la moda de la lucha francesa inundó Europa. Con las competiciones se ganaban cantidades astronómicas de dinero. No era infrecuente que el resultado de los duelos estuviera decidido de antemano entre el empresario y los deportistas sobornados.

Poddubni, partidario acérrimo del juego honesto, tuvo que enfrentarse a este tipo de fraude en su primer torneo europeo. Su adversario, el joven luchador francés Raoul Le Boucher, se le escurría cuando lo apresaba, pues se había untado el cuerpo con aceite. Puesto entre las cuerdas, el adversario intentó comprar la victoria del luchador ruso, pero fue públicamente desenmascarado, después de lo cual le embargó tal odio hacia Poddubni que incluso contrató a unos sicarios para que lo liquidaran. Poddubni consiguió ahuyentarlos con una pistola. Como resultado, los asesinos a sueldo acabaron matando al cliente: le exigían el dinero, a pesar de que no habían realizado el trabajo, y éste no pudo hacer frente al pago.

Ruso hasta el fin de sus días

Durante la ocupación de los territorios soviéticos por parte de las tropas fascistas, Poddubni, que ya había abandonado la práctica del deporte, envejecido, vivía en la ciudad de Eisk, a orillas del mar Azov.

Iba por la ciudad con la orden soviética que le habían concedido prendida en el pecho. Por este motivo, lo llevaron preso ante la Gestapo, pero enseguida lo dejaron libre en cuanto se aclaró quién era. Incluso lo pusieron a trabajar en una sala de juegos, y los alemanes borrachos, a los que expulsaba del establecimiento, luego se jactaban entre sí de que los había puesto de patitas en la calle el mismísimo “Iván el Grande”.

Muchos oficiales, de niños, corrían a presenciar las actuaciones del forzudo de la Rusia soviética y nunca lo olvidaron. A Poddubni lo invitaron a ir a Alemania para entrenar a deportistas alemanes, pero se negó rotundamente, declarando: “Soy un luchador ruso, y lo seguiré siendo hasta el final”. Es asombroso que después de la liberación de Eisk tampoco tocaran a Poddubni los chequistas soviéticos, aunque en aquel entonces tenían razones de sobra para acusarlo de colaboración con los invasores.

A “Iván el invencible” lo derrotó el hambre. El organismo del deportista se acostumbró a lo largo de muchos años a una gran ingesta energética. Poddubni necesitaba mucha más comida que una persona normal e incluso los alemanes le proporcionaban cinco kilos de carne al mes. Sin embargo, en el duro contexto de la Rusia de posguerra esto era impensable. Trataron de ayudar al famoso campeón, pero de todos modos la comida escaseaba.

El Superman soviético también llevaba gafas

Vendió todos los premios, envió una carta al Kremlin pidiendo que le aumentaran su ración de alimentos y no recibió respuesta. Todo el mundo pasaba hambre, pero Poddubni de veras sufría físicamente. Aquellos que lo vieron después de la guerra no reconocían en él al anterior "campeón de campeones”, con los hombros caídos y una expresión inmutable en la cara de tristeza y ofensa.

Dice la leyenda que en las cuentas de bancos occidentales de Poddubni había depositadas grandes sumas de dinero, ganadas en sus giras europeas y americanas. Pero en aquellos años no pudo acceder a esos recursos.

Iván Poddubni murió en 1949. En su lápida podemos leer: “Aquí descansa un bogatyr ruso”. Unos años después de su muerte, rodaron una película inspirada en su figura donde el personaje de Poddubni se entregaba a la causa ideológica como patriota de la Rusia soviética.

Hoy, en la cresta de la nueva ola de patriotismo, la figura de Poddubni vuelve a ser un buen reclamo. Acaba de llegar a la gran pantalla un biopic de nombre homónimo (el trágico final del deportista tanto en esta como en la otra película anterior no queda plasmada en la trama). Rusia se enorgullece de este gran luchador. Pero los individuos de la envergadura de Poddubni no son patrimonio únicamente de su patria, sino que forman parte de la historia del deporte mundial, de la historia en general y de la cultura.

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