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Según una entrevista que Lev Tolstói dio a la revista estadounidense Good Health hacia el final de su vida, el escritor se volvió vegetariano alrededor del año 1883. Tolstói escribió el influyente artículo titulado El primer paso, que se convirtió en libro de cabecera de los primeros vegetarianos.
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Con el objetivo de superar las diferencias de clase, Tolstói se negó a llevar la vestimenta propia de la nobleza. El autor no se convirtió en creador de una nueva moda, pero sí marcó tendencia hacia la democratización de la ropa.
Tolstói, que consideraba que la escritura era una ocupación sin sentido, decidió aprender un oficio “de verdad” y comenzó a fabricar sus propias botas.
Museo de Tolstói
Tolstói recibió una bicicleta de la marca inglesa Rover como regalo de la Sociedad de Ciclistas de Moscú en 1895. A los 67 años se convirtió en el rostro de la nueva moda deportiva y enseñaba a los niños a montar en bicicleta.
Además, Tolstói practicaba marcha, gimnasia, natación, equitación y corría. Era la viva imagen de un hombre activo, alejado de la apatía f´ísica que muestran muchos intelectuales.
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La primera grabación de la voz de Tolstói data de 1895 y se realizó en casa de Yuli Blok, pionero de la grabación del sonido en Rusia. Tolstói adquirió su propio fonógrafo 13 años después: en 1908 Thomas Edison le envió personalmente su invento y acompañó su regalo con una carta en la que pedía a Tolstói que realizara grabaciones especiales en la que se dirigiera al público no rusohablante.
En 1910, justo después de la muerte de Tolstói, los discos con su voz se publicaron en una tirada récord para la época de 100.000 ejemplares.
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En Yásnaya Poliana se abrió una escuela para los niños campesinos en 1859. El principal método de educación era la ausencia de presión sobre los alumnos. El propio Tolstói daba las clases, que no duraban un tiempo determinado, y no había deberes obligatorios. Era absolutamente moderno porque daba prioridad al desarrollo del pensamiento crítico del niño.
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Las ambiciones pedagógicas de Tolstói no solo se extendían a los niños campesinos, sino también a su propia familia: cada verano, cuando acudía de visita a Yásnaya Poliana la familia Kuzminski, los miembros de ambas familias escribían poemas anónimos y relatos sobre su día y los metían en un buzón especial. Los domingos Tolstói abría ceremoniosamente el buzón y organizaba lecturas públicas y foros sobre lo que se había escrito durante la semana.
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A Tolstói no le gustaba dar limosnas, prefería conocer de cerca las circunstancias concretas de los problemas de la multitud de personas que le pedían ayuda y, en lugar de darles dinero, les daba cosas, materiales o incluso trabajo: la reparación de un horno o un cobertizo o echando una mano en la cosecha.
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En 1910 la biblioteca de Tolstói contaba con 22.000 publicaciones periódicas y libros, y el más antiguo de ellos databa de 1613. De la conservación y la organización de la biblioteca se encargaba su mujer, Sofia Andréievna. Tolstói renegaba de todo tipo de propiedad y los invitados podían llevarse cualquier libro que les gustara.
Museo de Tolstói
La fotografía se puso de moda en la década de 1860 y no dejó indiferente a Tolstói. Tenía varias cámaras y hasta llegó a hacerse un selfie. A pesar de que el género favorito de Tolstói era el retrato, el escritor predijo un gran futuro al reportaje fotográfico.
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En Rusia siempre se ha respetado especialmente a los peregrinos, pero esta vía a menudo acababa marginando a la gente. Gracias al interés de Tolstói y sus seguidores por la cultura del peregrinaje, la práctica espiritual de los locos sabios se popularizó y quedó reflejada en una nueva clase que pudo incorporarla en su estilo de vida secular.
Artículo publicado originalmente en ruso en Kommersant.
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