Los tres desertores más famosos de la historia soviética

Vista a la Plaza Lubianka, 1991.

Vista a la Plaza Lubianka, 1991.

Nikolái Málishev/TASS
Hubo momentos en la historia de la Unión Soviética en que altos oficiales se volvieron en contra del estado revelando datos importantes a países enemigos. Recordamos los casos de tres hombres que se atrevieron a desafiar el estado socialista, ya fuera por miedo o por motivos ideológicos.

Actualmente se repiten casos de filtraciones que atraen la atención del gran público. El último escándalo estalló a principios de mes. El FBI detuvo a Reality Leigh, de 25 años, una contratista de inteligencia del estado de Georgia, acusada de sacar información de una unidad gubernamental y enviarla al medio The Intercept, algo que puede costarle hasta diez años de cárcel. La información trataba sobre el posible vínculo entre los servicios de inteligencia rusos y los ataques informáticos que pasaron justo antes de las elecciones presidenciales de 2016, datos que, aparentemente, resultaron la base de una publicación en The Intercept.

 

Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, mostró su apoyo a Winner. “La acusan de tener el coraje de habernos ayudado a saber”, tuiteó.

 

A pesar del interés que hay hoy en día en estos casos, en la Rusia Soviética las filtraciones no despertaban el interés de absolutamente nadie, ya que nadie (excepto “los que estaban al cargo”) las conocían. Sin embargo, pasaban. En general se trataba oficiales que decidían cambiar de bando político. Aquí tenemos la historia de tres de ellos.

 

Guénrij Liushkov: el chequista que huyó a Tokio

 

Guénrij Liushkov y G.Stazevitch, 1937, Jabárovsk / Fundación de la biblioteca estatal científica del Lejano OrienteGuénrij Liushkov y G.Stazevitch, 1937, Jabárovsk / Fundación de la biblioteca estatal científica del Lejano Oriente

 

Hasta 1938, Guénrij Liushkov (1900-1945) no tenía motivos para quejarse de su vida o su carrera en la Unión Soviética. Oficial de éxito en el NKVD- la agencia de la policía secreta- encabezaba el sector local de esta organización en el Lejano Este soviético. Liushkov participó activamente en el Gran terror estalinista: como escribió el historiador Joseph Telman, fue bajo su mando que las represiones en el Lejano Este llegaron a su apogeo.

 

Las cosas cambiaron cuando Liushkov se vio amenazado. Las autoridades le convocaron a Moscú en mayo de 1938. Dado que las posiciones de su patrón Nikolai Yezhov, el jefe del NKVD, se habían debilitado, Liushkov entendió que en Moscú le esparaban solo el arresto y la muerte. Así que decidió huir a Japón, que estaba a un paso de la guerra con su país.

 

En junio de 1938 cruzó la frontera de Manchuria, bajo el control de los japoneses, y se fue a Tokio, donde expresó sus ganas de cooperar con el servicio de inteligencia japonés. “Estoy dispuesto a dedicar el resto de mi vida a la lucha contra el estalinismo”, declaró. No parece, observa Telman, que los japoneses creyeran en su sinceridad, pero en cualquier caso les supondría una inestimable fuente de información.

 

Liushkov reveló todos los datos que poseía acerca del ejército soviético y los servicios de inteligencia en el Lejano Este. Gracias a su testimonio, los japoneses supieron que el grupo del ejército soviético en la frontera era mucho más extenso de lo que pensaban y por eso abandonaron sus planes de atacar la URSS. Además, con la ayuda de Liushkov, los japoneses lograron trazar dos planes de asesinato de Stalin (la “Operación Oso”). Ambos proyectos de asesinato resultaron fallidos, pero los japoneses apreciaron el entusiasmo de Liushkov, reconociéndolo como a un hombre inteligente y trabajador.

 

El chequista fugado continuó sirviendo a Japón hasta el final de la Segunda Guerra Mundial trabajando como especialista en Asia Oriental y la URSS. En 1945, con la rendición de Alemania y la declaración de guerra a Japón por parte de la URSS, Liushkov fue enviado al Ejército de Kwantung. Se le perdió el rastro en agosto de 1945, cuando fue visto por última vez en Dairen (hoy Dalian, China). Aunque su fin no queda muy claro, la mayoría de historiadores rusos considera que los japoneses lo mataron en cuanto comprendieron que la derrota era inevitable. Al fin y al cabo, Liushkov sabía demasiado como para que Tokio lo soltara a sus anchas.

 

Arkadi Shevchenko: diplomático, espía, emigrado

 

Arkadi Shevchenko, diplomático soviética adopta la nacionalidad estadounidende en Washington, 1986 / APArkadi Shevchenko, diplomático soviética adopta la nacionalidad estadounidende en Washington, 1986 / AP

 

En 1975, Arkadi Shevchenko (1930-1998), secretario general adjunto en las Naciones Unidas, ciudadano soviético, pidió asilo político en los EE UU a Daniel Patrick Moynihan, embajador estadounidense en las Naciones Unidas. Moynihan, bastante sorprendido, informó de esta solicitud a la CIA. Los agentes convencieron a Shevchenko de que antes de dejar su patria socialista tenía que ayudar el gobierno estadounidense. Así, Shevchenko se convirtió en el espía estadounidense de más alto rango durante la historia de la Unión Soviética.

 

Antes de que cambiara de sentimientos, Shevchenko había sido un diplomático de éxito. Tenía un trato cercano con Andréi Gromyko, el ministro de Asuntos Exteriores soviético entre 1957 y 1985. Según las memorias del alto mando del KGB Ígor Peretrujin, Gromyko no tenía reservas con Shevchenko y discutía con él en detalle no solo la política exterior soviética, sino también los secretos más oscuros del Politburó (la autoridad soviética), tales como futuros nombramientos, estado de salud de sus miembros, etc. Desde 1975 hasta 1978, Shevchenko estuvo transmitiendo toda esta información a la CIA.

 

El KGB empezaba a sospechar de él, de modo que Shevchenko pidió que los EE UU le ofrecieran asilo, tal y como pasaría en marzo de 1978. En el exilio escribió unas memorias tituladas Breaking Up With Moscow (Rompiendo con Moscú), donde intentaba explicar sus motivos. Según el libro, hacia mediados de los 70, Shevchenko se había decepcionado del todo con el hipócrita sistema socialista e, incapaz de cambiar el estado desde dentro, decidió que lo combatiría revelando datos secretos a Occidente.

 

Por su parte, algunos oficiales soviéticos que le conocían afirmaron que a Shevchenko no le importaba sino su confort personal y que estaba seducido por la idea de llevar una vida más lujosa y libre en Occidente. Se pasó el resto de su vida en los EE UU y murió de cirrosis en 1998.

 

Oleg Gordievski: el hombre de Londres en Moscú

 

Exespía ruso, Oleg Gordievski, posa tras ser nombrado nombrado "Compañero de la más distinguida orden de San Miguel y San Jorge", 2007 / ReutersExespía ruso, Oleg Gordievski, posa tras ser nombrado nombrado "Compañero de la más distinguida orden de San Miguel y San Jorge", 2007 / Reuters

 

En su entrevista para Radio Svoboda, Oleg Gordievski (nacido en 1938), un excoronel del KGB y durante mucho tiempo agente secreto británico, recuerda que fue la invasión soviética de Checoslovaquia lo que le desencantó en los valores soviéticos y en su trabajo. Gordievski contactó por primera vez con el MI6 en 1968 y empezó a trabajar para Occidente. Su colaboración fue especialmente valuosa en 1982, cuando fue designado agente residente en Londres para el KGB, encabezando el trabajo secreto soviético en la Gran Bretaña.

 

Vladímir Semichastni, el exjefe del KGB, calificó los actos de Gordievski como los más nocivos para la seguridad estatal en los últimos años de la época soviética. Por otra parte, como antiguos agentes del MI6 afirman, la información que reveló Gordievski ayudó a Margaret Thatcher y Ronald Reagan a entender mejor la política soviética y, así, a terminar la Guerra Fría. “Para mí era importante proteger la civilización occidental. Esto es en lo que estaba pensando”, diría más tarde el agente doble.

 

Hacia 1985, las autoridades soviéticas habían descubierto que Gordievski era un espía. Fue convocado a Moscú, donde el KGB lo interrogó. Aunque lo drogaron, Gordievski no confesó nada y el KGB le dejó vivir en Moscú. Con la ayuda de agentes del MI6 se escapó a Finlandia. Parecía una escena sacada de una película de espías: los agentes lo pasaron por la frontera metido en un contenedor. De Finlandia se fue a Gran Bretaña, donde sigue viviendo. Dice en sus entrevistas que no se arrepiente y que no le molesta que Rusia no haya abolido todavía su sentencia de muerte, que el gobierno soviético le declaró en 1985.

 

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