“En menos de cuarenta y cuatro años, Chéjov:
- no ocultó el secreto de sus orígenes;
- no esperó una herencia ni luchó por ella
- no sufrió por un amor no correspondido (al menos, no durante toda su vida);
- no iba detrás de mujeres (al menos, guardó silencio al respecto) y, por otra parte, no convirtió a sus compañeras en místicas Damas Hermosas;
- no perdía a las cartas;
- no se batía en duelo
- no sirvió en el ejército ni luchó en una guerra;
- no subió al cadalso, ni estuvo en trabajos forzados o en el exilio (aunque fuera leve y doméstico);
- no luchó contra las autoridades ni contra la censura;
- no decía la verdad a los zares con una sonrisa (o sin ella);
- no publicó obras en el extranjero ni en la clandestinidad
- no publicó revistas
- no tuvo conflictos fatales con sus compañeros escritores
- no quemó ostentosamente sus principales libros (y simplemente no destruyó ostentosamente manuscritos);
- no huyó de casa por la noche;
- no se suicidó”.
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