Poco antes de morir, Chéjov escribió a su esposa, Olga Knipper: “Preguntas qué es la vida. Es como preguntar qué es una zanahoria. Una zanahoria es una zanahoria, eso es todo”.
Antón Chéjov y Olga Knipper.
SputnikAfirmó que, esencialmente, la vida es lo que el individuo percibe que es, invitando a preguntarse: ¿y si no hay una idea superior que justifique la existencia humana?
Chéjov creía que “si la vida tiene un sentido y un propósito entonces no se encuentra en nuestra felicidad, sino en algo más grande y racional”.
El escritor afirmó que las personas felices son felizmente ignorantes de los problemas de otras personas. Opinaba que “a la puerta de donde se encuentra todo hombre feliz, debería haber alguien con un martillo, golpeando constantemente, para recordarle que existe gente infeliz”. Este “golpeo constante en la puerta” suena tan espeluznante como Facebook (aunque es discutible si abre los ojos de la gente al infortunio de los demás).
Las personas de la época actual sufren un bombardeo de información online y, a menudo, a esa información se le añade algo picante antes de compartir. Pero eso no significa que los que compartan la información estén de acuerdo con ella. Lo más importante es provocar un efecto.
El protagonista de la novela de DostoievskiLos hermanos Karamázov dice: “El hombre es ancho, demasiado ancho, lo haría más estrecho”. Se sorprende de cómo pueden coexistir dentro de una persona pensamientos que entran en conflicto.
Un ejemplo de esta contradicción se encuentra en la novela Los demonios. Stavroguin, en diálogo con Shátov, admite ser ateo. Shátov trata de demostrar que su adversario no está en lo cierto. Recuerda las frases de Stavroguin de hace dos años, cuando dijo que los rusos son un “pueblo portador de Dios” y que “un ateo deja inmediatamente de ser ruso”.
“¿No me dijiste –grita Shátov a Stavroguin– que si se te demostrara matemáticamente que la verdad está fuera de Cristo, preferirías permanecer con Cristo antes que con la verdad?”.
Por cierto, esta frase sobre Cristo se encuentra en las cartas del propio Dostoievski.
En sus novelas, Tolstói se aparta a propósito del aquí y el ahora. Todo lo que es momentáneo es mortal y carece de valor.
En el corazón de su visión del mundo se encuentran la moralidad y la virtud, y cualquier desarrollo de la civilización, a ojos de Tolstói, lo único que hace es degradar a la humanidad: la gente practica sexo no solo para reproducirse y no usa ropa para mantenerse caliente solamente. El escritor quería sacar a sus personajes de sus círculos habituales y devolverlos a un estado natural y sencillo.
En Guerra y paz Andréi Bolkonski, herido en la batalla, se encuentra tumbado en el suelo boca arriba. Una posición poco habitual para él. Mira hacia el cielo, asombrado de que nunca antes se había dado cuenta de esa inmensidad azul. Está contento de haberlo hecho finalmente. Empieza a preguntarse por qué están luchando contra los franceses, por qué todos esos gritos y esas cargas, ¡¿para qué es todo esto?! “Todo está vacío, todo es engaño, excepto este cielo sin fin”.
En Anna Karénina, la cuñada de la protagonista acusa a su marido de infidelidad y le muestra una nota como prueba. El mujeriego marido no se aflige por lo que ha ocurrido, sino por la reacción que ha tenido.
“En ese instante le sucedió lo que le pasa a la gente cuando se ve atrapada inesperadamente en algo muy vergonzoso. No consiguió adaptar su rostro a la posición en la que se encontraba frente a su esposa por el descubrimiento de su culpa. En lugar de sentirse herido, negarse, defenderse, pedir perdón, en lugar de permanecer indiferente –cualquier cosa habría sido mejor que lo que hizo–, su rostro asumió involuntariamente su habitual sonrisa de buen humor y, por lo tanto, estúpida”.
Entre todas las convenciones de la sociedad, entre todas las innovaciones y cambios constantes, Tolstói parece preguntarnos: ¿dónde, dónde está la persona real?
Russia Beyond agradece a Dmitro Bak y al proyecto Live Talk su ayuda en la preparación de este material.
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