El Antiguo Testamento tiene una colorida descripción de cómo el profeta Jonás desobedeció a Dios y se fue de viaje al lugar equivocado. Debido al egoísmo de Jonás, se desata una terrible tormenta. Para salvar a los demás marineros, ordena que lo arrojen por la borda. Y, en el mar, una ballena gigante se traga a Jonás. El profeta pasa tres días enteros en el interior del enorme animal, sin perder la esperanza ni la fe. Finalmente, sale ileso y acaba exactamente donde Dios le había enviado primero.
En tiempos del Nuevo Testamento, la historia de Jonás también era popular, porque se percibía como una profecía de cómo Cristo resucitó al tercer día de su muerte.
Una historia tan exótica era extremadamente rara en la iconografía ortodoxa rusa (en contraste con el arte occidental).
A veces aparecen imágenes de ballenas (o más bien de algunos peces), por ejemplo, en los iconos que representan la vida de Jonás.
Sin embargo, hay raros iconos centrados exactamente en la trama de la milagrosa «erupción» de Jonás de la boca del monstruo. Uno de estos iconos del siglo XVIII se conserva en el Museo de Historia de la Ortodoxia en Siberia de Tobolsk.
Y otro icono de la misma época, pero presumiblemente de Rusia Central, se conserva en una colección privada.
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