Es marzo de 1919; la guerra civil asola Rusia, pero en el interior del Teatro Mariinski de San Petersburgo reina un silencio inquietante. Al levantarse el telón, aparece una esbelta figura bañada por una suave luz: la bailarina Olga Spessívtseva, que se prepara para debutar en el ballet "Giselle".
Cuando empieza la música, Olga se pone en movimiento, y cada uno de ellos es un testimonio de gracia y emoción. Encarna el personaje de Giselle de forma tan convincente que los críticos afirman estar presenciando una prolongación de su propia existencia. Se quedan embelesados, incapaces de apartar los ojos de la actuación que marcaría la pauta para todas las Giselles futuras.
Olga Spessívtseva en Giselle, hacia 1910
Roger Viollet/Getty ImagesEsta fascinante actuación fue uno de los muchos momentos culminantes de la vida de Olga Spessívtseva (1895-1991), una de las más grandes bailarinas del siglo XX. Nacida en un pequeño pueblo a las afueras de Rostov del Don, en el sur de Rusia, el camino de Olga hacia el escenario mundial estuvo marcado por las penurias, un talento extraordinario, la aclamación mundial y, en última instancia, su caída en la pobreza y el olvido.
El padre de Olga, actor de teatro local, murió cuando ella tenía sólo 6 años. Con muchas dificultades, su madre luchó por alimentar a cinco hijos y, finalmente, envió a Olga a un orfanato de San Petersburgo.
Olga Spessívtseva, 1915
Biblioteca del CongresoCuatro años más tarde, a la edad de 10 años, Olga ingresó en la Escuela Imperial de Ballet, debido al talento natural que había demostrado. Bajo la mirada de influyentes maestros, como Agripina Vagánova, Olga perfeccionó sus habilidades, mostrando una gracia natural y una rara habilidad para transmitir emociones a través del movimiento.
El ascenso de Olga al estrellato fue meteórico. En 1913, a la edad de 18 años, ingresó en el Ballet Imperial Ruso (más tarde conocido como Ballet Kírov) y no tardó en ser reconocida por su excepcional técnica y su arte expresivo. El primer éxito real de Olga llegó en mayo de 1916, cuando bailó el adagio en el "Reino de las sombras" y también el papel de Nikiya en "La Bayadere" de Marius Petipa.
"La belleza de sus arabescos rivalizaba con la de [una de las bailarinas más famosas de todos los tiempos, Anna] Pávlova; cada pose era comedida y firme", dijo Akim Volinski, el famoso crítico de la época. A continuación, Olga quiso asumir el papel de Giselle, pero Pávlova y Tamara Karsavina eran consideradas las bailarinas reinantes. Para afinar los detalles de su caracterización, Olga visitó una institución psiquiátrica para estudiar el comportamiento y las expresiones de los pacientes.
Su debut en "Giselle", en marzo de 1919, fue un gran éxito. "La ligereza de su elevación era casi inconcebible y sobrepasaba los límites del arte", escribió el crítico Valery Bogdánov-Berezovski.
"Su interpretación de Giselle era insuperable para cualquier actriz viva; ninguna de ellas podía compararse en arte e interpretación dramática después de ella", recordaba la bailarina Vera Nemtchinova en una carta fechada en mayo de 1960. "Todo le resultaba muy fácil y nunca he visto a ninguna intérprete que pudiera compararse a ella".
En 1916, cuando la Primera Guerra Mundial hacía estragos pero EE Uu aún era neutral, el gran empresario teatral ruso Serguéi Diághilev invitó a Olga a hacer una gira por América con sus Ballets rusos. Bailó en Nueva York con el genial Vaslav Nijinski en "Le Spectre de la Rose" y "Les Sylphides".
Olga Spessívtseva y Serge Lifar en una producción de 'Renard', de la compañía Diághilev Ballet
Sasha/Hulton Archive/Getty ImagesSin embargo, su primer gran éxito internacional llegó cuando viajó con Diághilev a Londres en 1921 y a Buenos Aires en 1923, donde bailó en el Teatro Colón. Durante esa gira, bailó en "La Bella durmiente" de Marius Petipa, con música de Chaikovski. Cuando bailaba en el extranjero, solían llamarla Olga Spessiva, porque su nombre era largo y difícil de pronunciar.
De vuelta a Rusia, con el ascenso del poder soviético, Olga cayó en los brazos de un oficial bolchevique llamado Borís Kaplan (algunos dicen que era un oficial chekista), que la ayudó a abandonar la URSS en 1924. En aquella época, cada vez era más difícil salir del país, ya que los ciudadanos necesitaban un visado de salida, prácticamente imposible de conseguir.
Una vez en el extranjero, Olga se unió a la gira europea de los Ballets Rusos. La primera parada fue París, epicentro del mundo del ballet. Como primera bailarina, Olga participó en "El lago de los cisnes", "Esmeralda" y "La hija del faraón". Sus actuaciones en "Las sílfides" y "La bella durmiente" cautivaron al público. Los críticos parisinos la aclamaron como la personificación de la gracia y la elegancia.
Diághilev dijo de ella: "Mi asombro no tuvo límites cuando conocí a Spessívtseva, una criatura más fina e incluso más pura que Pávlova".
Olga Spessívtseva y Antón Dolin en "Giselle". Londres, 1932
Biblioteca Pública de Nueva YorkA lo largo de su carrera, Olga colaboró con coreógrafos y bailarines de renombre de su época. Su asociación con el legendario maestro de ballet Michel Fokine produjo interpretaciones memorables de clásicos del ballet, como "Las sílfides". Su química con aclamados bailarines masculinos, como Leonide Massine y Serge Lifar, añadía profundidad e intensidad a sus interpretaciones, convirtiéndolas a su vez en una fuerza artística a tener en cuenta.
En los años 20 y hasta los 30, la estrella de Olga siguió brillando gracias a su destreza técnica y su gracia natural. Sus colegas solían decir de ella que era muy trabajadora y perfeccionista. En 1927, el maestro de ballet George Balanchine creó el ballet "La Chatte" especialmente para ella. Las interpretaciones de Olga se caracterizaban por una exquisita musicalidad y una rara habilidad para evocar profundas emociones a través de la danza.
A la muerte de Diághilev en 1929, su Ballet Ruso se vino abajo. En 1932, Olga se incorporó al recién creado Ballet Ruso de Montecarlo, donde interpretó papeles emblemáticos como Odette/Odile en "El lago de los cisnes" y, por supuesto, el papel principal de "Giselle".
"Era una niña sensible y tranquila; siempre llegaba a tiempo y nunca tenía rabietas; estaba muy unida a su madre, que la acompañaba a todas partes", recordaba la bailarina Romola Nijinski en una carta fechada en mayo de 1960. Romola era la esposa del legendario Vaslav Nijinski. "Mi marido estaba convencido de que, en Olga, había encontrado una bailarina del mismo calibre que Pávlova".
El trabajo de Olga también la puso en contacto con otras grandes figuras de la cultura rusa; por ejemplo, el renombrado artista y diseñador teatral Lev Bakst. "En 1921, en Londres, conocí a [Bakst] personalmente y bailé 'La Bella Durmiente', también escenificada y diseñada por Bakst. En 1924, [Bakst] estaba trabajando en la ópera de París. Habló de mí con el director y, gracias a su intervención, firmé un contrato y bailé en "Giselle"", recordaba Olga en una carta a una amiga.
En otoño de 1934, mientras bailaba en Australia, Olga sufrió su primera crisis mental, sospechando que otros bailarines eran espías que intentaban envenenarla. En 1939 se despidió del Teatro Colón de Buenos Aires y ese mismo año se traslada a Estados Unidos, donde imparte clases en la Ballet Theatre Foundation de Nueva York.
Olga Spessívtseva en Sídney, 1934
Sam Hood/Biblioteca Estatal de Nueva Gales del SurEn 1941, su pareja sentimental, el acaudalado empresario estadounidense Leonard G. Braun, murió repentinamente y sus delirios se intensificaron y fueron difíciles de ocultar al público; se escondió en una habitación de hotel en Nueva York, llorando que los espías habían vuelto y la envenenarían.
Sola en EE UU, a finales de 1941, Olga fue ingresada como paciente caritativa en un manicomio al norte de Manhattan. "La señora Spessiva no tiene parientes en este país y no es lo bastante racional como para hablar inteligentemente de sí misma y de su pasado", escribió en noviembre de 1949 el abogado neoyorquino Edmond Mann, que la representaba. "A veces se da cuenta de que una vez fue una gran estrella. Debido a sus delirios y alucinaciones, muestra poco interés por lo que la rodea y tiende a descuidar sus necesidades personales y su aspecto."
"Fui a visitarla muchas veces... era una visión desgarradora... otra gran bailarina cuya carrera se rompió. Olga, hoy, está olvidada por el mundo, unos pocos amantes del ballet la recuerdan", recordaba Romala Nijinski en 1960.
La estancia en el psiquiátrico atormentó a Olga, que en esa época se convirtió en una devota creyente ortodoxa rusa. Los documentos de la Biblioteca Pública de Nueva York indican que estuvo retenida allí contra su voluntad. Su familia en Leningrado (actual San Petersburgo) y el consulado soviético intentaron que regresara a Rusia.
El sobre soviético de una carta de la hermana de Olga en Leningrado
Biblioteca Pública de Nueva York"Está decidida a volver a casa, a Rusia, a Leningrado, que no es exactamente el San Petersburgo de su infancia. Tras 20 años de exilio, echa de menos a su familia, a su hermana y a su hermano, al pueblo ruso. Tiene 67 años. Quiere ir [a Rusia] a morir", escribió Dale Fern, amigo íntimo de Olga, en una carta dirigida a la Primera Dama Jacqueline Kennedy en julio de 1962.
Olga Spessívtseva y Alexándra Tolstaia, hija de Lev Tolstói, en Nueva York, 1964
Alan Raia/Newsday RM/Getty ImagesA finales de 1963, Olga fue dada de alta del manicomio, tras haberse recuperado espectacularmente gracias a una nueva medicación. Pero, en lugar de cumplir su deseo de regresar a Rusia, la comunidad local de emigrantes, que era incondicionalmente antisoviética, se las arregló para ponerla al cuidado de la Fundación Tolstói en Valley Cottage, Nueva York.
Esa institución había sido fundada en 1939 por Alexándra Tolstaia, la hija menor del gran escritor, para ayudar a los refugiados rusos y dar un hogar a los emigrantes ancianos que se enfrentaban a la indigencia. Olga pasó el resto de su vida en la Fundación, donde murió en 1991 a los 96 años. Está enterrada en el cementerio ortodoxo ruso de Novo-Diveevo, en Nanuet (Nueva York).
En enero de 1997, el Teatro Boris Eifman de San Petersburgo estrenó "Giselle la Roja", la angustiosa historia de una bailarina atrapada en el drama de la Rusia revolucionaria y sus secuelas. La vida de Olga Spessívtseva sirvió de inspiración a Eifman.
Producción de "Giselle Roja" de Borís Eifman, 2004
Dmitri Korobéinikov/Sputnik(El autor agradece a la Biblioteca Pública de Nueva York el acceso a los archivos de Dale Fern y Olga Spessívtseva).
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