¿Por qué Rudolf Nuréyev es tan popular en todo el mundo incluso 30 años después de su muerte?

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Fue el primero en todos los sentidos: el primer artista soviético en negarse a regresar de una gira internacional; el primero en convertirse en una superestrella en Occidente; el primero en salir del armario como homosexual; y el primero en hablar del SIDA, del que murió a los 54 años.

Ralph Fiennes llevó a Moscú el estreno de su película de 2018, El cuervo blanco. En 2017, se estrenó en el Teatro Bolshói el controvertido ballet Nuréyev, dirigido por Kirill Serébrenikov. Casi todos los años se estrenan numerosos documentales sobre el bailarín. ¿Por qué los directores y productores encuentran tan intrigante la figura de Nuréyev?

Una infancia difícil

Rudolf Nuréyev era un niño soviético corriente con una explosiva mezcla de sangre tártara y bashkiiar. Nació en un tren del Transiberiano el 17 de marzo de 1938. Los biógrafos idealizan la imagen de Nuréyev tratando las circunstancias de su nacimiento como un presagio de lo que vendría. Sin embargo, lo cierto es que tuvo una existencia desarraigada.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia Nuréyev fue evacuada de Moscú a Ufá. La pobreza extrema, el hambre, el frío y el acoso escolar (vestía ropa usada de su hermana mayor) contribuyeron a forjar su carácter de acero.

Cuando Rudolf tenía seis años, su madre consiguió por un golpe de suerte entradas para el ballet. El pequeño quedó tan encantado con la representación que decidió ser bailarín. Su padre, musulmán, se opuso a la idea y quiso que su hijo dedicara más tiempo a sus tareas escolares. Pero el rebelde Rudolf estaba decidido y asistía a clases de danza a escondidas de su padre.

Los profesores de danza de Ufá demostraron ser capaces e inteligentes. Se dieron cuenta del potencial del joven bailarín y apreciaron su temperamento enérgico, enseñándole no sólo la técnica del ballet, sino también técnicas de interpretación. Le hablaron de los ballets de Diághilev y de las grandes bailarinas.

Sus profesores eran graduados de la Escuela Coreográfica Vagánova de Leningrado, considerada la mejor del país. Le dejaron claro que si quería dedicarse seriamente al ballet, sólo podía seguir un camino: el que conducía a Leningrado.

Una adolescencia igualmente difícil

A los 17 años, Nuréyev dio el paso: abandonó su hogar y a sus padres e ingresó en la prestigiosa Academia Vagánova. Allí volvió a ser objeto de burlas: sus compañeros se burlaban de él por su provincianismo. Pero volvió a tener suerte con sus profesores: se puso bajo el ala del conocido bailarín de ballet, y ya profesor, Alexánder Pushkin. Nuréyev incluso vivió en casa de su profesor durante un tiempo para evitar el acoso que sufría en el dormitorio estudiantil.

Nuréyev en Leningrado

Se dedicó plenamente a su arte. "Cada paso debe estar marcado con tu propia sangre", decía el joven bailarín.

Al graduarse en la academia, fue descubierto y admitido inmediatamente como solista en la compañía de ballet del Teatro Mariinski (entonces conocido como Teatro Kirov de Ópera y Ballet). Su primer papel en El lago de los cisnes en el famoso escenario le granjeó un afecto público sin precedentes. Corría el año 1958.

El primer desertor soviético

Tres años después, en 1961, el Teatro Mariinski se fue de gira a París, donde el público de la ópera no aplaudió menos que el soviético. Haciendo caso omiso de las directrices del KGB sobre cómo debían comportarse los artistas en el extranjero, Nuréyev socializó mucho con las bailarinas francesas, se lo pasó en grande en la capital francesa y llegó tarde a su hotel.

El teatro soviético debía viajar a Londres, pero Nuréyev recibió un billete para Moscú. Le dijeron que le habían convocado para una actuación importante. Sintiendo que le prohibían viajar al extranjero, optó por la libertad.

De izquierda a derecha: los bailarines Margot Fonteyn, Frederick Ashton y Rudolf Nuréyev en Londres, 1961

Las autoridades francesas le permitieron quedarse, y el Grand Ballet du Marquis de Cuevas ofreció a Nuréyev un contrato a pesar de que ya era el final de la temporada. Posteriormente, recibió invitaciones de los más diversos teatros: actuó en Londres, París, Cannes, Chicago y Nueva York.

Encuentros trascendentales

Al ver bailar por primera vez en Londres a Margot Fonteyn, primera bailarina de 42 años, Nuréyev, de 23, se enamoró apasionadamente de su forma de bailar y soñó con hacer un dúo con ella. El destino le sonrió y el Royal Ballet le invitó a bailar con Fonteyn en Giselle. Su dúo cautivó al público. Los bailarines entablaron una amistad creativa que duraría muchos años: Se cargaron mutuamente de energía y trabajaron en muchos proyectos conjuntos.

Rudolf Nuréyev y Margot Fonteyn

Nuréyev permaneció muchos años en el Royal Ballet, donde bailó hasta 1977. Al mismo tiempo, se le ofrecieron muchas otras oportunidades, en algunos casos coreografiando producciones. En Copenhague, Nuréyev conoció a Erik Bruhn y quedó prendado de sus dotes como bailarín. Ambos se enamoraron y mantuvieron una relación abierta y estrecha hasta la muerte de Bruhn en 1986.

Erik Bruhn y Rudolf Nuréyev

La Ópera de París y el VIH

En 1983, Nuréyev recibió una oferta para dirigir el Ballet de la Ópera de París. Aportó una nueva visión al ballet, poniendo en escena producciones tanto clásicas como experimentales y formando a varias jóvenes estrellas que alcanzaron fama internacional. Con Nuréyev, la compañía era muy solicitada en todo el mundo y realizaba frecuentes giras.

En 1989, 30 años después de abandonar su patria, Rudolf Nuréyev visitó Leningrado para bailar en el Teatro Kirov de Ópera y Ballet.

Sin embargo, poco después de su nombramiento, Nuréyev dio positivo en la prueba del VIH. Probó varios tratamientos, pero su fuerza disminuía de un día para otro. Prácticamente ya no podía bailar, y en los últimos años de su vida dedicó sus declinantes energías a la dirección de orquesta.

Nuréyev murió en 1993 y, de acuerdo con su última voluntad, fue enterrado en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois, donde también descansan Iván Bunin, Nadezhda Teffi, Zinaida Gipius, Dmitri Merezhkovski y muchas otras personalidades de la cultura. La tumba de Nuréyev se reconoce fácilmente por la alfombra de mosaico oriental que la cubre: las alfombras, como la danza, eran su pasión.

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