Cuando un simple siervo se convirtió en orfebre de la familia Romanov

Cultura
ALEXANDRA GÚZEVA
En una sorprendente historia de éxito del siglo XIX, un siervo, Pavel Ovchinikov, llegó a convertirse en un famoso maestro artesano e incluso a abrir su propio taller de joyería, que recibió encargos reales.

El nombre de Carl Fabergé es mundialmente conocido, pero no fue ni mucho menos el único joyero de la corte imperial. Pitilleras, copas, vajillas, cajas ornamentales, preciosas decoraciones para libros y álbumes... en la familia real rusa, casi todos los objetos de la casa eran joyas elaboradas por los mejores artesanos. Uno de ellos fue Pavel Ovchinikov. Su carrera fue realmente meteórica. No era el heredero de una ilustre empresa familiar, sino que fundó la suya propia.

Ovchinikov no nació con una cuchara de plata en la boca, sino como siervo en 1830, 31 años antes de la abolición de la servidumbre. Pero tuvo suerte en un aspecto: todos los miembros de su familia eran siervos de la noble línea de los príncipes Volkonski: primero Piotr Mijáilovich, luego Dmitri Petróvich, que ocupaban altos cargos en la corte y apreciaban las artes.

El talento del joven Ovchinikov se manifestó muy pronto. Como escribió el periódico Moskovskie Vedomosti en la necrológica de Ovchinikov en 1888, la “presteza y la rapidez del niño” atrajeron la atención del príncipe Volkonski, que descubrió en él la capacidad de dibujar. Para el “desarrollo sistemático de las facultades artísticas” el niño fue enviado a Moscú a estudiar con un maestro joyero.

Ovchinikov trabajó con tanta diligencia que rápidamente pasó de estudiante a aprendiz y a maestro artesano, pudiendo ganarse su afrancesamiento (es decir, comprar su libertad). Según otras fuentes, sus propietarios le concedieron la libertad por su talento y éxito.

Empresario de éxito

En 1850, Pavel se casó y gastó la dote de su esposa en el equipamiento de su propio taller de joyería; tres años después abrió una fábrica de joyas de oro y plata, cuyos ingresos crecían casi exponencialmente año tras año. A la edad de 24 años, el antiguo siervo manejaba un volumen de negocio anual de 1,5 millones de rublos, una suma enorme en aquella época.

La fábrica realizaba todo tipo de trabajos de joyería: repujado, grabado, pintura de esmalte, herrería, dorado. Empleaba a un total de 300 maestros artesanos, cuyo horario y salario eran gestionados por el propio Ovchinikov.

En 1867, Ovchinikov comenzó a ofrecer cursos de formación de “dibujo técnico, escultura y repujado” para que sus artesanos desarrollaran sus habilidades artísticas.

Ovchinikov pronto se convirtió en el primer propietario de una fábrica en abrir una escuela para niños, donde recibían tanto clases de joyería como educación primaria básica.

El esmalte y el estilo ruso

En la década de 1860, la empresa de joyería de Ovchinikov adquirió fama mundial. Participó en exposiciones internacionales en Moscú y recibió una medalla de plata en la Exposición Internacional de 1867 en París. Los artículos de Ovchinikov se hicieron famosos en la alta sociedad; se convirtió en proveedor oficial de la corte del futuro emperador Alejandro III y abrió una sucursal en San Petersburgo. Más tarde, Ovchinikov confirmó este título honorífico cuando Alejandro subió al trono, y su empresa pasó a servir a la corte imperial durante más de 40 años.

A finales del siglo XIX se puso de moda todo lo relacionado con el estilo ruso, y Alejandro III fue uno de sus principales devotos. El propio Ovchinikov se convirtió en un creador de tendencias. Con su toque mágico en el arte de la joyería, revivió la producción de esmalte con motivos rusos: pájaros, kokoshniks, cúpulas y otros elementos de la artesanía popular. Muchas de las obras maestras de Ovchinikov se basaron en bocetos de los mejores artistas de la época, entre ellos Viktor Vasnetsov.

La empresa de Ovchinikov producía, entre otras cosas, objetos largamente olvidados que antaño habían adornado la mesa real: tazas, cofres y copas de estilo antiguo. En su elaboración se aplicaba a menudo la técnica de la filigrana, otro oficio tradicional, que consistía en retorcer y trenzar finos hilos de metal precioso.

Ovchinikov y sus maestros joyeros también realizaban marcos y engastes para iconos y libros. Los de los Evangelios de la Catedral de Cristo Salvador y de la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada se hicieron especialmente famosos.

Tras la muerte de Pavel en 1888, la empresa fue dirigida con éxito por sus hijos. Sin embargo, la revolución de 1917 y la caída de la monarquía pusieron fin a su gloriosa historia. Afortunadamente, un gran número de objetos de Ovchinikov se conservaron y pasaron a formar parte de museos y colecciones privadas de todo el mundo.

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