Maya Plisétskaya: "No hace falta hacer dieta"
Maya Plisétskaya (1925-2015) es la autora de un popular dicho “Hay que comer menos”. Cuenta la leyenda que esa era su respuesta habitual a las interminables preguntas sobre cómo se las arreglaba para mantenerse en tan excelente forma. En realidad, lo que quería decir era que las bailarinas de ballet queman tanta energía en el escenario y durante los ensayos que no tienen que preocuparse por hacer dieta. “Las bailarinas de ballet no tienen que seguir una dieta porque se ejercitan mucho, todo se gasta, y simplemente no queda tiempo para engordar”, solía decir. “Cuando sientes que necesitas [perder peso] antes de alguna actuación, que has ganado algo de peso extra, sólo tienes que comer un poco menos”.
Es algo conocido que a Plisétskaya le gustaba la cerveza y el arenque y que, para ella, el mejor plato del mundo era una rebanada de pan normal con mantequilla.
Al mismo tiempo, siempre hacía hincapié en que ser una bailarina de éxito requería mucho trabajo. “Toda mi vida he ido regularmente a clase, si tengo ganas o no de hacerlo, no importa”.
En cuanto al secreto que hay detrás de sus característicos movimientos de brazos y posturas “de cisne”, Plisétskaya dijo que los aprendió observando a las aves en el zoo.
Ocupó los escenarios hasta los 70 años.
Galina Ulánova: “La naturaleza me da fuerza”
Galina Ulánova (1910-1998) no sólo fue una famosa bailarina, sino también una legendaria instructora que enseñó coreografía a generaciones de jóvenes bailarines, incluida a la mismísima Plisétskaya.
Era una persona muy reservada, y en raras entrevistas dijo que sacaba fuerzas de hacer actividades al aire libre. Una de sus actividades favoritas era el kayak. “Puedo remar durante horas. A muchos les sorprendía que no me cansara y que supiera controlar la embarcación. Llevaba mi kayak muy, muy lejos, lo dirigía hacia los altos juncos, me tumbaba en la barca y miraba al cielo durante mucho tiempo... “¡La naturaleza es lo que me da fuerzas!”.
Ulánova bailó hasta los 50 años, cautivando al público con su gracia. Pero incluso después de retirarse del escenario, siguió asistiendo a clases de ballet todos los días y restringió su dieta para evitar los alimentos fritos y pesados.
“Incluso ahora, por la mañana, antes de ir al Bolshoi a las clases, sólo tomo una manzana. Y cuando vuelvo, me guiso un poco de tuétano para mí, cocino algo ligero”, dijo.
En casa, se ejercitaba utilizando una silla como barra y siempre llevaba tacones.
Agripina Vagánova: Disciplina y un poco de descanso
Agripina Vagánova (1879-1951), la bailarina del Teatro Mariinski que da nombre a la legendaria academia de ballet de San Petersburgo, era conocida por ser una profesora considerablemente estricta. Opinaba que la disciplina era lo más importante en el ballet. Ella misma no era alta ni muy delgada y tenía las piernas más bien cortas, pero gracias al trabajo duro consiguió destacar en una época en la que la escena del ballet estaba dominada por Anna Pávlova y Mathilde Kschessinska.
Su libro Principios básicos de la danza clásica se publicó por primera vez en 1934, pero aún hoy se considera una lectura esencial para los bailarines de ballet. “Si me dan un programa, me gustaría no sólo cumplirlo, sino también sobrecumplirlo”, escribió al principio del libro.
“Sin embargo, es mi deber tener en cuenta la carga de trabajo de los alumnos, no perder el contacto con la vida”. Escribió que, si veía que sus alumnos estaban sobrecargados de trabajo, les ponía sólo ejercicios ligeros durante un par de semanas, “para no convertir los beneficios de una lección en perjuicios”.
A diferencia de otros coreógrafos de su época, creía que las alumnas debían continuar su entrenamiento de ballet incluso durante las vacaciones de verano, para mantener su forma. En su opinión, esto era especialmente cierto cuando hacía calor, ya que “no hay necesidad de perder tiempo en calentar las piernas, ya que éstas ya están calentadas antes de empezar la lección, son más receptivas y se benefician más de cada esfuerzo”.
Ekaterina Maxímova: Olvídate del dolor
Alumna de Galina Ulánova, Ekaterina Maxímova (1939-2009) bailó hasta los 60 años y tuvo cintura de avispa hasta su muerte. Con sólo 1,57 metros de altura, pesaba entre 40 y 45 kg, e incluso en su avanzada edad se la confundía a menudo con una adolescente.
Maxímova se lesionó la columna vertebral durante un ensayo en el Bolshói, y aunque los médicos le dijeron que no podría volver a caminar, finalmente volvió triunfante al escenario. Durante todo un año, llevó un corsé y se ejercitó con un método desarrollado por su marido, el bailarín de ballet Vladímir Vasiliev. Bailó hasta los 60 años.
Su físico era ideal para una bailarina de ballet, pero a lo largo de su vida profesional Maxímova tuvo que lidiar con una peculiaridad física que dificultaba mucho el baile en puntas: Uno de sus dedos era mucho más corto que los otros, por lo que durante años tuvo que vendarlo para alargarlo.
“Cada actuación es un vuelo”, dice Maxímova. “A veces, cuando llevas muchas actuaciones, cuando estás muy cansada, te duele todo, estás de pie con las alas y piensas: '¡Dios mío, adónde voy! No puedo hacer nada’. Pero entonces empieza la música, sales volando al escenario y todo se acaba. Te olvidas de que te duele, de que algo puede ir mal. Te olvidas de todo. Estás aquí, en el escenario”.
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