El gran palacio de Peterhof es la verdadera joya de Peterhof, el famoso complejo de palacios y jardines cerca de San Petersburgo. Conocido como “el Versalles ruso”, los emperadores rusos tenían una de sus residencias. Hoy en día, este palacio es un museo que contiene más de 3.500 objetos expuestos: pinturas, porcelana, telas, muebles y objetos personales de los gobernantes rusos. El complejo de Peterhof también consta de varios palacios más pequeños. En uno de ellos, el palacio de la Granja, se instaló el primer ascensor de Rusia.
Residencia principal de los emperadores rusos, el palacio de Invierno impresiona por su enorme tamaño. Cuenta con 1.057 habitaciones, 1.786 puertas, 1.945 ventanas y 117 escaleras. Sus salas están decoradas con 176 esculturas. En la actualidad, el palacio de Invierno es la sede principal del Museo del Hermitage. En su interior se pueden encontrar millones de piezas que datan desde la prehistoria hasta nuestros días, entre las que se encuentran obras de Leonardo da Vinci, Henri Matisse y Rembrandt.
Construido en 1636, el palacio de los Terems en el Kremlin de Moscú combina elementos de arquitectura italiana y de la antigua Rusia. Las paredes interiores estaban decoradas con extraños ornamentos y motivos heráldicos y dibujos sobre temas bíblicos. Aunque las decoraciones originales no se han conservado, una restauración de buen gusto fue llevada a cabo en el siglo XIX, respetando el estilo del siglo XVII.
La residencia meridional de la familia real, el palacio de Livadia, se hizo famosa en todo el mundo cuando Stalin, Roosevelt y Churchill se reunieron allí en febrero de 1945 para celebrar la Conferencia de Yalta, en la que se discutió como quedarían las esferas de poder de la Europa de posguerra.
Tres emperatrices (Catalina I, Isabel Petrovna y Catalina II) no escatimaron esfuerzos para convertirlo en uno de los palacios más bellos de Europa. La característica más notable del palacio de Catalina es su Cámara de Ámbar, cuyos paneles y decoraciones están hechos del material que le da nombre. Regalada al zar ruso Pedro I por Federico Guillermo I de Prusia, se perdió sin dejar rastro durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora los visitantes pueden ver una versión restaurada de la obra maestra.
El palacio Gátchina era, probablemente, el lugar de vacaciones favorito de la familia real. Uno de sus lugares más interesantes para visitar es un pasadizo secreto con numerosos pasillos y habitaciones escondidas. El pasaje permitía a los residentes no sólo salir discretamente del palacio, sino también moverse rápidamente entre las alas de este.
El palacio de Tsarítsino en el sur de Moscú, tiene una historia triste. Diseñado como residencia de Catalina II, nunca fue habitado. Durante siglos el palacio permaneció abandonado y a finales del siglo XX se encontraba en un estado terrible. Sólo después de una importante restauración llevada a cabo entre 2005 y 2007, se convirtió en el asombroso palacio que sus arquitectos habían imaginado.
El famoso arquitecto italiano Francesco Bartolomeo Rastrelli diseñó este palacio a petición del estadista Mijaíl Vorontsov. Enorme y lujoso, se convirtió en una carga insoportable para Vorontsov, que se vio obligado a entregarlo al Estado. A finales del siglo XVIII el palacio fue cedido por el emperador Pablo I a los Caballeros de Malta, que añadieron al edificio principal la capilla de Malta. Hoy en día, el palacio es la sede de la Escuela Militar Suvórov, así que visitarlo no es fácil. Sin embargo, un turista siempre puede asistir a un concierto de música de órgano en la capilla.
Fue construido por orden de la emperatriz Catalina II como recompensa al príncipe Grigori Potiomkin por la exitosa adhesión de Táurida (Crimea) en 1783. El palacio Táuride tuvo un impacto significativo en la arquitectura rusa. Después de su aparición, los nobles comenzaron a modelar sus propias fincas con este como modelo
El palacio de madera del zar Alejo Mijáilovich, con 270 habitaciones decoradas con pinturas y tallas, fue construido en 1667 sin utilizar ningún material de fijación, clavos o ganchos. Derribado en el siglo XVIII, fue reconstruido en la década de los 90 para sorpresa de todos los amantes de la arquitectura rusa de madera.
Diseñado por el arquitecto italiano Carlo Rossi, el palacio Mijáilovski es uno de los edificios más bellos de San Petersburgo. Sorprendía no sólo a los residentes de la ciudad, sino también a los extranjeros. Habiendo oído hablar tanto de él, el rey británico Jorge IV incluso pidió al emperador ruso Nicolás I que le enviara una maqueta del palacio como regalo.
Terminado en 1849, el gran palacio del Kremlin es hoy el principal palacio del país y sirve como residencia oficial del presidente de Rusia. Es posible visitar el palacio, pero hacerlo no es barato. Una excursión de dos horas cuesta más de 80 dólares.
Construido a mediados del siglo XVIII, el palacio Imperial de Tver servía como lugar de descanso para la familia real cuando esta viajaba de San Petersburgo a Moscú o viceversa. El edificio ha sido reconstruido muchas veces e integra elementos de diferentes estilos arquitectónicos, incluyendo el barroco y el clasicismo.
El palacio Konstantínovski es hoy el centro cultural y de negocios de San Petersburgo. Ahora se celebran aquí importantes acontecimientos, como las cumbres Rusia-UE y el G20.
Con la construcción del palacio Petrov, Catalina II celebró la victoria de Rusia sobre el Imperio otomano (1768-1774). Durante el devastador incendio de 1812, Napoleón se trasladó del Kremlin al palacio Petrov, que sus soldados convirtieron en una fortaleza inexpugnable. Hoy en día, el palacio alberga a un museo y un hotel.
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