1. ‘Papá, Ded Moroz ha muerto’, Evgueni Yufit, 1991
¿Por qué está subestimada? Este rompecabezas fílmico perteneciente al movimiento artístico nada convencional del necrorealismo es demasiado complejo, duro y aterrador.
Público objetivo: aquellos que aman el subgénero de los apocalipsis zombis y piensan que la muerte es bella.
Un biólogo llega a un pueblo remoto y se da cuenta de que sus habitantes están obsesionados con ideas extrañas y alteran la psique de otras personas con actos sadomasoquistas.
Evgueni Yufit, el “padre” del necrorealismo, estaba obsesionado con la idea de la muerte. En sus entrevistas, hablaba de las deformaciones que ocurren en el cuerpo después de la muerte y de lo maravillosas que son desde el punto de vista estético. En los años del crepúsculo de la URSS, hizo películas de serie B fronterizas con el arte contemporáneo. En aquel entonces, sólo un estrecho círculo de estetas podía “superar” a ese cine de autor posmoderno. Su obituario en Kommersant en 2016 lo describe como “el director ruso más solitario, impenetrable y desconcertante”.
Yufit dijo de sí mismo: “No encajo en el contexto del cine ruso contemporáneo, existo al contrario. La industria cinematográfica rusa se distancia de mí porque represento algo que todavía les resulta incomprensible”. Yufit recibió verdadero reconocimiento en Occidente. Todas sus obras están incluidas en las colecciones de los principales museos, incluido el MoMA de la ciudad de Nueva York.
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2. ‘Las Afueras’, Piotr Lútsik, 1998
¿Por qué está subestimada? La película fue vista principalmente como una utopía social llena de la peligrosa energía de la propaganda de agitación.
Público objetivo: aquellos que no le temen a la sangre y quisieran ver una “gran y aterradora” rebelión rusa.
La película cuenta una historia anarquista sobre cómo los habitantes de un pueblo de los Urales, que pierden sus tierras, buscan justicia derramando mucha sangre en el camino. Su búsqueda los lleva a Moscú, hasta un oligarca del petróleo...
En aquel momento, pocas personas en Rusia, aparte de los críticos de cine, entendieron y aceptaron la oscura historia de Piotr Lútsik: el discurso de la izquierda era extremadamente impopular. La película fue descrita como una “provocación”, una verdadera llamada a la violencia. Hubo un intento de prohibirla: la película se proyectó sólo en dos ciudades procomunistas –“las afueras”– Kursk y Vorónezh.
En efecto, hay violencia excesiva, al estilo de Tarantino, en Las Afueras. Muestra decapitaciones y gente siendo comida viva.
“Recuerdo cómo llegué a conocer a Lútsik. Estaba sentado en su oficina en el estudio de cine, leyendo el guion. Me sentía mal, temblaba por todas partes”, recuerda Anatoli Koshchéiev, actor de Las Afueras. Lútsik acabó por decir: “Esto es normal, así es la vida”. Y tenía razón.
Con el tiempo, esta obra maestra sobre los vigilantes adquirió el estatus un nuevo clásico, aunque cinéfilo y poco conocido. El debut como director del guionista Lútsik (que también se convirtió en su última película, ya que murió dos años después) recibió un premio FIPRESCI en el festival de Chicago y el premio nacional de la crítica cinematográfica.
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3. ‘Moscú’, Alexánder Zeldóvich, 2000
¿Por qué está subestimada? La película se adelantó a su tiempo y contexto, lo que creó la impresión de que era esnob y alejada de la realidad.
Público objetivo: los que estén interesados en una visión esteta de la Rusia criminal de finales del siglo XX.
Se trata de una adaptación libre de Las Tres Hermanas de Chéjov con guion del escritor Vladímir Sorokin. La trama gira en torno a un episodio criminal en la vida de los propietarios de un club nocturno de Moscú. “En aquella época, todo negocio ruso estaba al borde del crimen porque el sistema judicial no funcionaba y no había una forma legal de resolver los conflictos, había guerras territoriales”, dijo Sorokin.
Lenta, distanciada de todo, ambientada en un tiempo indefinido, Moscú con sus planos, que parecían símbolos, y gente con ropas extrañas diciendo diálogos extraños, fue descrita como el punto de vista más estéticamente sofisticado jamás dado sobre la Rusia criminal. La película de Zeldóvich reflejaba un momento que no sólo supuso un punto de inflexión para la sociedad en su conjunto, sino que también buscaba de forma activa una nueva forma de visualización para el cine ruso.
Como señaló Sorokin, es “una película muy hermosa, que incluso asustó a muchos por su belleza”.
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4. ‘Rusia 88’, Pável Bardin, 2009
¿Por qué está subestimada? Toca el tema tabú del fascismo ruso.
Público objetivo: los que quieren saber cómo viven los nacionalistas en Rusia.
Los “cabezas rapadas” viven en sótanos, se esconden de la policía y al mismo tiempo son utilizados por las autoridades con oscuros propósitos. Muchos de ellos todavía están en la escuela. Y nadie puede dar una respuesta comprensible a la pregunta: “¿Cómo te convertiste en fascista?”. La pregunta la hace un hombre con una cámara (la película está rodada como un falso documental).
Esta obra presenta la vida cotidiana de los skinheads de los deprimentes suburbios de Moscú, con venganzas, campos de entrenamiento y un desenlace sangriento. También trata sobre la brecha colosal entre las raíces del nacionalismo ruso y su aplicación en la práctica.
Rusia 88 tuvo un viaje problemático hasta llegar a las pantallas, que implicó una larga batalla judicial y su prohibición por parte de la fiscalía. El lapso entre la presentación mundial de la película en la Berlinale y su estreno oficial fue de aproximadamente un año. Principalmente, se cree, debido a su discurso demasiado realista. En lugar de los créditos finales, la película termina con una lista de verdaderas víctimas de los fascistas rusos, recordando así al espectador que no es sólo una película.
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