Los chupa-chups medievales, así conquistaron Rusia hace siglos

Alexandra Krávchenko
En Rusia el ‘ledenets’, su chupa-chup mundialmente famoso, es una cuestión de orgullo nacional, con su particular sabor y su propia historia.

Las piruletas o paletas, simples e ingeniosas, no son una creación moderna. En la Rusia medieval se popularizaron tras la aparición del azúcar en el siglo XIII. En esa época el azúcar era caro y solo los aristócratas podían permitírselo.

Cuando la gente de Rusia se familiarizó con el azúcar comenzó a inventar varios platos, desde mermeladas hasta piruletas, que en ruso se conocen como ledentsí (ledenets en singular).Por cierto, la primera vez se mencionaron en las crónicas rusas en 1489.

Los niños se enamoraron rápidamente de este dulce, que se puede moldear con cualquier forma. Hoy en día la preferida es el gallo, puesto que es un pájaro mágico y propio de los reyes y reinas de los cuentos de hadas rusos.

Hace cinco siglos, sin embargo, no era fácil preparar este gallo de caramelo, por lo que se utilizaban moldes más sencillos, como la casita, el abeto o el pez. Pero, a pesar de ello y de las muchas formas de piruletas, el “pequeño gallo” se convirtió en el más común.

A principios del siglo XIX las piruletas conquistaron los corazones y las papilas gustativas de los europeos. Impresiones populares de esa época muestran a niños sosteniendo enormes piruletas, y adultos adinerados que preferían darse un capricho con unos caramelos más caros, que llevan un nombre francés, los montpensier. En Moscú existe una leyenda sobre su creación y la apertura de la primera fábrica de piruletas de Rusia.

Un borracho y sus piruletas

Según esta leyenda, en la primera mitad del siglo XIX, en el barrio de Lubianka vivía un hombre llamado Fiódor que era originario del pueblo de Landra, en Nóvgorod. Era pobre y bebía mucho, pero dirigía un pequeño negocio de elaboración de piruletas de frutas. Las envolvía en papel de caramelo y las suministraba regularmente a la tienda de alimentos de Eliséiev en la calle Tverskaia.

Un buen día en el que tenía una terrible resaca, Fiódor llevó la cantidad habitual de piruletas a la tienda Eliséiev. Como era un día caluroso, estaba deseando beber algo frío después de cobrar su dinero, pero el empleado enojado que recibió la mercancía lo regañó y lo ahuyentó sin aceptar las piruletas.

En su estado, aún ebrio, Fiódor se había olvidado de envolver las piruletas y, mientras caminaba bajo el sol desde Lubianka hasta Tverskaia, se derritieron. Atormentado por el viaje, la resaca y por la falta de dinero, el abatido Fiódor se apoyó en un muro y se quedó dormido de pena.

Este muro era parte de la valla de una escuela secundaria para niñas. Al ver a un hombre con una caja de caramelos, unas estudiantes lo despertaron y lo obligaron a venderles los dulces por dos kopeks cada uno.

El dolor de Fiódor se convirtió repentinamente en felicidad y, cuando contó sus ganancias, se dio cuenta de que había cobrado más de lo que la tienda Eliséiev le pagaba normalmente. A las chicas les encantaron las golosinas y las llamaron montpensier.

Mientras tanto, Fiódor decidió abrir su propia fábrica, primero en Moscú y luego en San Petersburgo. La llamó Landrin. La palabra era extranjera e intrigante, por lo que Fiódor tuvo que cambiar su propio nombre ruso por uno extranjero: Georg. Así es como Rusia consiguió a su rey Georg, el rey de los ledentsí en su caja de lata con el nombre de montpensier ledentsóvoie. Sin embargo, fue el nombre que sonaba francés, landrin, el que se quedó en la conciencia nacional.

Surtido soviético

La industria alimenticia soviética aumentó significativamente la cantidad de formas y colores de las piruletas, y el legendario gallo y la ardilla se convirtieron en las formas preferidas.

Gracias a la simplicidad, ingredientes naturales y bajo precio, las piruletas rusas se hicieron tan populares que obtuvieron su propio monumento en Kiev. Y aunque el gallo y la ardilla eran los más comunes, los caballos de caramelo, conejos, osos, peces dorados y estrellas también pasaron a la historia.

Ingredientes

  • 300 gramos de azúcar
  • 100 ml de agua
  • 1 cucharadita de ácido cítrico o vinagre
  • aceite vegetal sin sabor

Cómo hacerlo

1. Mezclar todos los ingredientes en una olla con fondo profundo.

2. Poner la olla al fuego y disolver completamente el azúcar.

3. Hervir y revolver hasta que el caramelo adquiera un tono dorado. Puedes comprobar si el caramelo está listo dejando caer una gota en agua fría. Si la gota se endurece en el agua, el caramelo está listo.

4. Unta aceite vegetal en los moldes. Vierte el caramelo caliente en los moldes y deja enfriar.

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