Paté de Livadia
El paté de Livadia fue una creación gastronómica del cocinero del emperador Alejandro II, que trabajaba en el palacio de Livadia, la residencia del zar en Crimea. Para impresionar al zar, cuando este pasaba una temporada en el Mar Negro, y para demostrar sus habilidades culinarias, el cocinero, cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros, pensó en una receta inusual para el paté de hígado. Cubrió la parte inferior y los lados de una olla con rodajas finamente cortadas de tocino. Dentro de la misma puso pedazos de hígado que luego cubrió con cebolla picada, añadiendo pimienta y clavo de para aromatizar y finalmente cubrió todo con más grasa de tocino. A continuación, lo horneó todo. Una vez que el hígado estuvo hecho, quitó las especias y la cebolla, y picó el hígado y la grasa del cerdo en forma de pâté. El emperador estuvo encantado con el plato, y por eso ha sobrevivido hasta el día de hoy.
Cochinillo al estilo Yalta
Gracias a las investigaciones del personal del Palacio de Livadia, los menús y las recetas de platos de la cocina del zar se han visto publicados en un libro. El cochinillo de estilo Yalta era uno de los platos favoritos del emperador Nicolás II. Era muy simple de preparar: el cochinillo se rellenaba con una mezcla de alforfón y menudencias, y un vaso de vino de Oporto se vertía sobre él mientras que se estaba asando.
Faisán servido en sus plumas
La cocina imperial se distinguía no sólo por los sabores de sus platos, sino también por formas originales de servirlos. Por ejemplo, el faisán servido en sus plumas era el plato más impresionante en ser servido al emperador Nicolás II durante sus estancias en Crimea. El plato exigía una atención especialmente meticulosa por parte de los cocineros. Al principio se arrancaban todas las plumas del faisán y luego colocadas a un lado en el orden correcto. A continuación, el ave era cocinado de acuerdo con una receta tradicional - después de ser empapado en agua ligeramente salada era asado en el horno, y bañado con sus propios jugos. Después el faisán era envuelto en masa cruda y todas las plumas se colocaban de nuevo. El plato era entonces devuelto al horno. Como resultado, cuando se sirvervía parecía como si un faisán vivo se sirviese en la mesa.
Huevos fritos con grasa de cerdo
La cocina imperial necesitaba servir un desayuno imperial y por eso inventó los huevos revueltos imperiales, algo fuera de lo ordinario. Para hacerlos, el cocinero derretía un pedazo de fragante grasa de cerdo en una sartén, luego rompía los huevos y separaba cuidadosamente las yemas de las claras. Batía las claras con una pizca de sal, los vertía en una sartén y los freía hasta que se espesaban a fuego lento. Luego utilizaba una cuchara para colocar las yemas en la parte superior y seguía freír durante tres minutos. Los huevos eran entonces rociados con hierbas finamente picadas. El resultado era un plato sabroso, delicado y esponjoso.