Putin no debe esperar un giro de la política de EE UU por Trump

El 45° presidente de los EE UU, Donald Trump.

El 45° presidente de los EE UU, Donald Trump.

Reuters
El supuesto cambio al que apuntan muchos analistas no va a ser tan fácil.

Se repite que Rusia es uno de los grandes beneficiados del resultado de las elecciones estadounidenses. En caso de que haya celebraciones en el Kremlin, es posible que estén siendo algo prematuras. La prudencia, las expectativas realistas y los analisis matizados serían unos buenos consejos de cara al mandato de Trump. El supuesto buen momento entre Donald Trump y Vladímir Putin podría ser efímero o, como mínimo, volátil.

Está claro que existe la necesidad de mejorar las relaciones entre Rusia y EE UU y que hay nuevas posibilidades para ello. Y es que las relaciones han caído hasta nuevos mínimos y hay muchas áreas en las que puede haber una mejora real.

Ambos países pueden y deberían cooperarar para destruir y derrotar al Estado Islámico. Además es posible que se ralentice la futura expansión de la OTAN y que haya algunos acuerdos de cooperación con Rusia, lo que incluye medidas para reconstruir la confianza y suavizaría las preocupaciones de Moscú sobre estar siendo rodeado.

Al mismo tiempo, es probable que la Administración Trump ponga menos énfasis en criticar las políticas internas de Rusia que la de Obama, que se refería al gobierno de Putin como represivo.

Es más, el uso de un tono más moderado, en general, podría hacer que los miembros de Europa del Este suavicen sus propias relaciones con Moscú. Finalmente, el propio Kremlin podría hacer gestos positivos hacia Trump disminuyendo o reduciendo determinadas acciones de las fuerzas aéreas y navales que, sobre todo el año pasado, alarmaron a los miembros de la Alianza.

Una relación asimétrica

Aunque ninguno de estos pasos, que en principio serían razonables y realizables, cambian algunas de las realiades cruciales que determinan la relación entre las dos mayores fuerzas nucleares del mundo. Las palabras de enhorabuena a Trump no cambian la naturaleza asimétrica de la relación. La economía de EE UU es unas ocho veces mayor que la de Rusia y el deseo de que haya buenas relaciones no elimina que cada uno de los gobiernos trate de proteger sus propios intereses nacionales.

De modo que si Rusia espera un retroceso en la ampliación de la OTAN durante la presidencia de Trump, es muy posible que se decepcione. Además, es poco probable que la nueva administración de EE UU legitime la anexión de Crimea o la guerra híbrida de Moscú en el este de Ucrania para conseguir sus objetivos, porque eso minaría sus intereses nacionales asi como su prestigio y credibilidad a nivel internacional. Además, en estos momentos también parece difícil que se levanten las sanciones a no ser que Moscú haga una serie de grandes concesiones en Ucrania.

El nuevo aislaionismo militarista

Hay numerosas razones que hacen pensar en que bajo la administración Trump no va a haber un giro radical en la política respecto a Rusia, aunque el nuevo presidente de los EE UU tenga una política exterior neo-aislacionista.

En primer lugar, Trump no es un aislacionista tradicional. Promete que EE UU se va a involucrar menos en cuestiones internacionales pero eso no implica que vaya a haber una desmilitarización.

Lejos de desarmarse promete que habrá una gran reconstrucción del ejército de EE UU.

Por otro lado, las demandas de que los aliados de la OTAN paguen su parte puede hacer que aumenten los gastos militares y, a largo plazo, fortalecer las capacidades de la propia Alianza. El aumento de estas capacidades, junto con la renovación militar de EE UU, no va a favor de los intereses de Rusia.

En tercer, la insistencia de Trump por cambiar o abandondar el acuerdo nuclear con Irán también podría ser un golpe para Rusia. Finalmente la intención de de hacer de EE UU una superpotencia energética podría traer problemas a la economía rusa, si es que bajan los precios a nivel mundial.

En definitiva, las suaves palabras de Trump no aseguran que las relaciones vayan a ser buenas y sostenibles. Además, el temperamento de un hombre que tiende a insultar hace que este “aparente romance” no sea sino temporal. Sería inteligente que Putin y su círculo más cercano rebajasen sus expectavivas y sean prudentes a nivel internacional, sobre todo con la nueva administración de Washington.

Aurel Braun es profesor de Relaciones Internacionales y de Ciencia Política en la Universidad de Toronto.

Artículo publicado originalmente en Russia Direct.

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