El soprendentemente hueco documento desclasificado de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, llamado a demostrar la implicación personal de Vladímir Putin en las elecciones presidenciales de EE UU debería ser un motivo de alarma para las autoridades rusas.
A pesar de su intuición natural para los negocios y su experiencia, Donald Trump, es un neofito en el complicado mundo de la diplomacia, la política exterior y la seguridad nacional.
De hecho, se dice que algunos de sus homólogos, como la británica Theresa May, tratarán de llenar este vacío e intentarán hacer de guía y dar algún tipo de dirección.
Aunque en el día de día los juicios y las instrucciones de Trump para el Departamento de Estado, el Ministerio de Defensa y la comunidad de inteligencia dependerán de los consejos y de los informes que le envíen estos tres propios organismos.
De manera “soprendente”, 7 de las 13 páginas del informe se refieren a programas de Russia Today y a tweets de supuestos trolls pro-Kremlin y tratan de demostrar cómo se utilizaron estas herramientas mediáticas para “intensificar” una cobertura crítica con Hillary Clinton.
Extrañamente nadie se ocupó de revisar los datos: el programa Breaking the Set, mencionado en el informe dejó de emitirse en febrero de 2015 así que es difícil que influyese en los sucesos de 2016.
Conviene señalar que las tres agencias de inteligencia no fueron capaces de ponerse de acuerdo sobre sus propios informes. Mientras la CIA y el FBI declaraban que tenían “mucha confianza” en sus hallazgos la NSA afirmaba que su confianza era moderada.
Incluso en diario The New York Times lamentaba la falta de evidencias claras. El tsunami de burlas en las redes sociales fue tal entre los blogueros rusos afirmaban si el presidente electo no estaría forzado a hacer algo con la comunidad de inteligencia debido al deplorable estado en el que se encuentra.
“El interés pora la lengua rusa ha caído de manera desproporcionada entre los estudiantes de grado universitario”, de decía en el parte de la Asociación para los Estudios Eslavos, de Europa del Este y Europa (Aseees) de julio de 2015.
Además, en otro informe de junio de este año se afirma que ha habido recortes en los estudios de lenguas eslavas y literatura de la Universidad de Chicago. Se podría hablar de una tendencia inquietante.
Una de las razones principales para que los autores del informe de inteligencia mezclaran realidad y ficción es el déficit, acumulado poco a poco, de operativos con suficientes conocimientos de lengua rusa así como con una sólida visión de lo que ocurre dentro de la Rusia de Putin, lo que incluye comprender el ánimo de la gente y de su sistema de valores.
La periodista Julia Ioffe, columnista de Foreign Policy, y hablante de ruso comenta: “Hay una cosa clara tras leer el informe sobre el hackeo: esto es lo que pasa cuando en tus universidades no formas a especialistas en Rusia”.
La falta de expertos no se puede sustituir por un equipo formado a medias que se dedica a lanzar ideas.
Hay un alto riesgo ya que Occidente pasa por una dura crisis sobre su propia identidad. Ronald Brownstein en The Atlantic concluye que “en ambos lados del Atlántico, el deseo de restablecer las relaciones con Putin muestra el deseo de cambiar las prioridades en polítca exterior”.
Evidentemente hay oposición a este deseo y en esta batalla parece que todo vale. Sin embargo, todos admitan que las cosas no han ido bien.
William J. Burns, presidente del Carnegie Endowment y que fuera embajador en Rusia entre el 2005 y el 2008 escribía en el The New York Times: “En el cuarto de siglo que ha pasado desde el final de la Guerra Fría, la relación entre Rusia y EE UU se ha basado en profundas disputas, malinterpretaciones y decepciones. Además también apuntaba que “EE UU ha oscilado entre las visiones de una asociación duradera con Moscú y el rechazo por verlo como un deprimente poder regional en declive”.
Al final de artículo explica: “He aprendido algunas pocas lecciones en mis años de carrera diplomática, muchas veces haciendo el camino más difícil. He aprendido a respetar a los rusos, a su historia y vitalidad. He aprendido que pocas veces veces es bueno descuidar o infravalorar a Rusia, o comportarse con una falta de respeto gratuita”.
La palabra clave que utiliza William J. Burns y que tiene relación directa con la saga de los hackeos es “malinterpretaciones”.
Si los próximos informes y recomendaciones de la comunidad de inteligencia tienen el mismo nivel intelectual y se basan en los mismo hechos que el informe de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, entonces se podría decir que la Casa Blanca tiene un serio problema.
Se quiera o no, la competencia de la comunidad de inteligencia de EE UU es uno de los pilares de la seguridad (o inseguridad) global, tal como muestras las afirmaciones sobre las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein ( o las noticias falsas sobre el hackeo ruso).
Este problema aparentemente interno no solo es un dolor de cabeza para el inquilino de la Casa Blanca sino que también es una preocupación para el resto del mundo.
A Moscú le interesa eue el 45º presidente de EE UU reciba datos reales, equilibrados e imparciales sobre lo que ocurre en mundo. Así el líder de este país podrá tomar decisiones, que aunque no sean sabias, por lo menos tendrá que asumitr responsabilidades, ya que afectan a millones de personas.
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