Las mayores inundaciones de la historia en la costa rusa del Mar Negro mataron a 171 personas en 2012. En solo dos días, la cantidad de lluvia que normalmente se recoge en cinco meses cayó sobre las regiones del territorio de Krasnodar. Los ríos se desbordaron y, mezclados con aludes de barro, anegaron las poblaciones. En un artículo publicado en el número del 15 de julio de 2015 de la revista Nature Geoscience, los científicos relacionaron las inundaciones de Krimsk con el aumento de 2º en las capas superiores del Mar Negro desde 1984.
Según el Servicio Federal Ruso de Hidrometeorología y Análisis Medioambiental, el número de fenómenos meteorológicos peligrosos en Rusia en los últimos 15 años ha aumentado una media de dos-tres veces, como resultado directo de la subida de temperaturas del océano: de 150 en 1997 a 369 en 2012. No todos ellos son iguales a los que se mencionan en el artículo, pero cada uno provoca tales daños económicos en las regiones que el Gobierno y la población han comprendido la realidad del cambio climático.
Este es un caso en el que los datos científicos apuntan claramente a la necesidad de que una ciudad se adapte al cambio climático. Sin embargo, solo San Petersburgo tiene un plan para estos casos.
La estrategia climática que San Petersburgo ha adoptado este año ha sido estudiada y desarrollada durante cuatro años y se basa en la experiencia de Finlandia, Dinamarca, Reino Unido e India. Esta estrategia, la primera en Rusia, es una lista de medidas para prevenir riesgos y adaptarse a los cambios climáticos, incluyendo inundaciones, ya que, desde 2010, el nivel del Golfo de Finlandia podría aumentar hasta un metro, y los actuales sistemas de protección contra inundaciones con los que cuenta la ciudad podrían dejar de funcionar.
No tienen ningún plan de adaptación ni Moscú, que sufrió graves olas de calor en 2010, ni el Lejano Oriente, que en 2013 fue golpeado por las inundaciones más graves vistas en los últimos siglos, ni el Ártico, que, según los científicos, está perdiendo un territorio equivalente a ocho veces San Marino debido al calentamiento global y a la erosión.
Según el experto en energías de Greenpeace, Vladímir Chuprov, el plan federal de adaptación al cambio climático que se adoptó en 2011 se quedó en papel mojado, ya que debía ser implementado por el Ministerio de Desarrollo Regional, que se suprimió poco después. Ahora la adaptación está en manos de las propias regiones.
La principal diferencia entre el Protocolo de Kyoto y los Acuerdos de París, que se firmarán con toda probabilidad, es que el énfasis no se pone en el control de las emisiones, sino en los modos de adaptarse al cambio climático. Este es el motivo por el cual esta cumbre es tan relevante para Rusia, donde esta adaptación está aún en sus etapas iniciales.
Sin embargo, en opinión de Alexéi Kokorin, responsable del programa energético de WWF Rusia, el asunto principal será cuántos recursos destinarán las principales economías mundiales a los países más vulnerables para que palíen los efectos del cambio climático, y cuándo lo harán.
Los expertos consideran que la suma alcanzará los 100.000 millones de dólares para 2020. En otras palabras, Kokorin cree que la cumbre de París significa “una pausa de 10 o 15 años en la reducción real de las emisiones, 'compensada' por ayudas masivas a los países más vulnerables”. Los países desarrollados tratarán de endosar la carga a las compañías privadas, mientras que los países en desarrollo recibirán más recursos para la adaptación.
Como Rusia está catalogada en un grupo intermedio, el de los numerosos países desarrollados que no necesitan ayuda financiera, pero que tampoco son lo suficientemente fuertes como para adaptarse por sí mismos, la agenda de la cumbre no se ocupará directamente de Rusia. Mientras tanto, el país tratará de encontrar el modo de formar parte del grupo con bajas emisiones de carbono sin dañar su economía, fuertemente dependiente de las energías tradicionales.
Las obligaciones que Moscú está dispuesta a asumir son impresionantes: para 2030, promete emitir un 25-30 % menos de gases invernadero que en 1990. Pero eso también significa que, básicamente, es dudoso que para 2030 Rusia reduzca unas emisiones que ya son menores que en 1990. Los ecologistas predicen que lo más probable es que Rusia vuelva a su nivel de producción habitual y, si es posible, que impulse la adopción y desarrollo de energías renovables, que en la actualidad producen solo un 1 % de la electricidad del país.
Sin embargo, es importante señalar que el Gobierno ruso ha empezado a reconocer la realidad del cambio climático. Esto se demuestra por el hecho de que, durante su discurso en la Asamblea General de la ONU, Vladímir Putin, que confirmó su participación en la Cumbre de París, afirmó que el cambio climático es uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la Humanidad.
En palabras del director del Departamento de Ecología del Ministerio de Desarrollo Económico, Vladímir Maximov, después de que Putin firmase el decreto para la reducción de gases invernadero, Rusia comenzó los intentos de resolver sus problemas climáticos. Los resultados de la Cumbre de París y la firma o no del acuerdo determinarán hasta dónde llegará el Gobierno para desarrollar la adaptación al cambio climático y las energías renovables, que ahora solo representan un 1 % del total en el país.
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