Las temperaturas primaverales fueron más altas de lo habitual en San Petersburgo. Fuente: AP
En enero, en San Petersburgo ya brotaban los tulipanes y, en los bosques que rodean Moscú, las campanillas de invierno. En febrero, los osos del Lejano Oriente ruso despertaron prematuramente de la hibernación.
En marzo, se registraron ocho récords de temperatura en la capital rusa: el 25, el termómetro llegó hasta unos inusuales 19,3 grados. Y ahora mismo, mientras se escriben estas líneas, al otro lado de la ventana estamos bajo cero y una capa de nieve reposa en las aceras.
Según Alexéi Kokorin, director del programa "Clima y economía" del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Rusia, tales fenómenos no se salen de la norma climática pero, a medida que la temperatura aumente cada año que pasa, tanto a Rusia como al resto del mundo nos aguardan cambios mucho mayores.
Los tres problemas fundamentales que se derivarían de un cambio de temperatura son la escasez de agua dulce, la elevación del nivel de agua de los océanos y el rápido crecimiento de la proporción de dióxido de carbono en la atmósfera.
Y, concretamente en Rusia, aunque hasta cierto punto se puedan predecir los cambios, a estas alturas resulta poco realista calcular el impacto sobre la economía.
El clima está cambiando en todas partes
La segunda parte del quinto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), presentado en Japón a finales del pasado marzo, augura para nuestro planeta una gran cantidad de problemas, en caso de que los océanos del mundo y la atmósfera continúan calentándose al ritmo actual.
Hay consenso entre la comunidad científica acerca del aumento de la temperatura media. Pero sí que hay dudas acerca del papel que jugamos los humanos en este proceso y de cómo van a desarrollarse los próximos cambios.
De acuerdo con cálculos del IPCC, si la temperatura de nuestro planeta llegase a subir 2,5 grados por encima de la media de los últimos 35 años, ocurriría un desastre; sin embargo, este escenario es poco probable, aunque el calentamiento se sucede de manera muy desigual.
En Rusia, las temperaturas se elevan rápidamente. Así, según datos de Roshidromet, desde 1975 se han incrementado alrededor de 1,5 grados, mientras que en el resto del mundo la cifra es de 0,8 grados.
Por su parte, el derretimiento de los glaciares, las inundaciones, las migraciones, las guerras por los recursos, la rápida propagación de enfermedades tropicales... que también podrían afectarnos) serían consecuencias de las tres causas principales, que son, la escasez de agua dulce, la subida del nivel de los océanos y el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera.
¿Cómo afectarían a Rusia estos cambios?
Según Alexéi Kokorin, a estas alturas ningún científico puede aportar todavía un porcentaje aproximado de pérdida de PIB para los próximos años debido al cambio climático.
"Rusia está en tal situación el cambio climático resulta un factor difícilmente calculable."
Es relativamente sencillo, comenta el experto, calcular el impacto sobre la economía de un país en base al resultado de los fenómenos a largo plazo: el derretimiento de glaciares, el aumento del nivel del mar y la reducción del permafrost, capa de hielo permanente sobre la superficie del suelo.
"Pongamos que, de repente, desaparece un atolón de coral del Océano Pacífico. La población debería desplazarse, por ejemplo, hacia Australia. Del mismo modo es fácil calcular con precisión las consecuencias para el delta del Mekong o el Ganges."
¿Ha llegado el clima a un punto de no retorno?
"O bien, imaginemos un complejo de esquí en Suiza que dejase de existir. Se podría producir nieve artificial para celebrar los Juegos Olímpicos, con mucha suerte, pero dejará de ser un complejo turístico durante todo el año".
Para los rusos, la subida del nivel del mar no supone una amenaza obvia excepto, probablemente, por el mar Báltico. El permafrost es un problema mucho más urgente en Rusia.
Pero, a pesar del hecho de que constituye el 60% del territorio del país (cerca de diez millones de kilómetros cuadrados), la economía es casi independiente del mismo.
Por lo tanto, afirma Kokorin, las consecuencias económicas en Rusia se pueden considerar únicamente sobre un mapa fragmentado al detalle, donde literalmente cada diez kilómetros cuadrados se tomen por separado, como piezas diferentes.
"Se trata de un rompecabezas muy difícil de cuadrar. Para ello, es necesario explorar cada centímetro del territorio, con el fin de entender qué va a cambiar allí el clima y de qué manera. Nosotros (WWF) elaboramos un plan detallado para la isla Vaigach (en el Ártico), pero se trata de una pieza muy pequeña del gran puzzle."
Según Kokorin, dichos cálculos se realizarán dentro de 10-15 años.
Mientras tanto, se lleva a cabo una evaluación precisa únicamente de los eventos peligrosos asociados al cambio climático, cuyo número en los últimos 15 años se ha duplicado, pasando de 200 en un año, a 400-450.
¿Qué se contabiliza?
Pongamos unos ejemplos ilustrativos:
En el verano de 2010 y durante varios meses, sobre la parte europea de Rusia hubo un fortísimo anticiclón que condujo a sequías, incendios forestales y pérdida de cosechas para los agricultores.
En agosto de 2010, Rusia prohibió la exportación de grano, y sólo la levantó el 1 de julio de 2011, lo que significó la pérdida de millones de dólares.
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Un modelo para calcular las consecuencias del cambio climático
El mismo año, en diciembre, granizó sobre Moscú. Este fenómeno se produce al comienzo del invierno, cuando la temperatura del aire aún está por encima de cero: caen gotas de lluvia pero, al entrar en contacto con las superficies frías, se transforman en hielo.
El granizo ocasionó desperfectos en las líneas eléctricas, se cerraron aeropuertos y se perdieron 50.000 árboles. Sólo la reparación del cableado costó 230 millones de rublos (6,5 millones de dólares).
A lo largo del verano y el otoño de 2013, el Lejano Oriente de Rusia se sumergió bajo el agua. Fueron las inundaciones más severas en 115 años de observaciones; más de 230 poblaciones quedaron anegadas y 100.000 personas se vieron afectadas.
Al final del otoño, los daños totales se estimaron en más de 1.000 millones de dólares.
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