En 2016 Rusia se ha asegurado una posición de liderazgo en Siria gracias a la presencia militar de los últimos meses. Esto resulta especialmente importante ya que en estos momentos hay esperanza de que próximamente comiencen las negociaciones entre el gobierno sirio y la oposición para llegar a una tregua.
Mientras que antes los esfuerzos diplomáticos de Rusia para detener la guerra siria no tenían ningún apoyo sobre el terreno, en estos momentos existe una fuerza que Moscú utiliza en cuanto lo considera necesario.
La resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, que llama a una tregua y al inicio de las negociaciones políticas en Siria, es en gran parte resultado de la campaña militar lanzada por Rusia a finales de septiembre. La crisis del país árabe está lejos de terminar y Rusia necesitará usar toda su influencia diplomática para garantizar la presidencia de Asad durante el periodo de transición. Actualmente es posible que Moscú pueda cumplir este objetivo ya que los países occidentales son más flexibles respecto a esta cuestión.
Sin embargo, no es correcto pensar que la resolución aprobada de manera unánime vaya a contener la violencia en Siria. Algunos grupos de la oposición ya han declarado su pesimismo respecto al plan propuesto por Rusia y EE UU, mientras que el Daesh y Jabhat al-Nusra, grupo vinculado a Al-Qaeda, no tienen intención de detener su lucha.
Moscú no está seguro de que sea del todo posible alcanzar un acuerdo diplomático para resolver la crisis, por lo que hay probabilidades de que se produzca una escalada militar. El propio Putin apuntó recientemente en esa dirección cuando declaró que Rusia está lejos de estar utilizando todo su potencial y que podría recurrir a otros recursos militares si fuera necesario.
Esta quizá sea la clave de la estrategia rusa en Siria este año: Moscú se ha preparado para utilizar diferentes herramientas pero prefiere no expandir su actividad militar en Siria. Resulta sencillo de explicar, en vista de que hasta el momento las victorias militares han sido limitadas y no hay una clara estrategia de salida.
Una de las opciones consiste en contar con dos nuevas bases aéreas. Mientras el Ministerio de Defensa niega que necesite nuevas instalaciones en el país árabe, algunos informes e imágenes de satélite sugieren que Rusia ya ha llevado a cabo obras de construcción en antiguas bases sirias y que hay helicópteros en dos nuevos emplazamientos.
Resulta difícil predecir el aumento de esta presencia en el país árabe, ya que en realidad Rusia tiene prácticamente acceso a cualquier instalación militar bajo control del Ejército sirio.
Por otro lado, en caso de que una resolución de la ONU tenga éxito y haya una tregua la presencia militar también podría aumentar. Un alto el fuego significaría que la oposición y Asad deberán concentrarse en su lucha contra el Daesh, Jahbat al Nusra y otros grupos extremistas.
Rusia deberá entonces adoptar un papel de liderazgo en una coalición antiterrorista para defender a Asad y también para poder seguir siendo relevante en el frente diplomático.
Precisamente por miedo a perder su actual influencia, Moscú no cambiará su postura respecto a Asad y su papel en el país. Mientras que Occidente trata de convencer a Rusia de que el presidente sirio es la causa de la guerra, Putin cree que este es el único capaz de parar a los yihadistas.
Al mismo tiempo, Moscú entiende que abandonar a Asad se interpretará como una muestra de debilidad y una inevitable pérdida estratégica.
Podría incluso ser peor; significaría que la fuerza militar rusa es incapaz de obtener resultados significativos, lo cual amenaza en apuros la estrategia de Putin en política exterior.
En resumen, todo parece indicar que en 2016 Moscú tratará de defender su complicada situación en Siria. Aunque se muestre reacia, tendrá que mantener su fuerza militar en el país e incluso aumentarla para asegurar su posición como un actor clave en Oriente Próximo. De modo que cada vez parece menos realista esperar una retirada de Siria. Este escenario dejaría a Rusia sin su mayor capacidad influencia contra Occidente en este conflicto.
Moscú se ha apoyado en la fuerza en los últimos tres meses y corre el riesgo de caer en una trampa si se apoya demasiado en ella a lo largo de este año. Mientras su estrategia ha tenido algunos resultados, como involucrar a EE UU en negociaciones para crear una amplia coalición antiterrorista, en 2016 el mismo acercamiento podría resultar ineficaz una vez que quede claro que las victorias de Asad sobre el terreno no son equivalentes a los recursos que Rusia invierte en la campaña.
Artículo publicado originalmente en Russia Direct.
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