Una costa alta y acantilada que se hunde en el mar helado y furioso y en el viento que casi te hace perder la cabeza. Así es el cabo Dezhniov, el punto continental más oriental de Rusia, y de toda Eurasia.
El borde mismo del continente se encuentra en la remota zona de la península de Chukotka (Extremo Oriente de Rusia) en un cabo de hasta 740 metros de altura. Hay un faro monumento al cosaco ruso Semión Dezhniov, que fue el primero en llegar a ese punto. Hay una placa visible desde el mar, con una inscripción conmemorativa y un obelisco de bronce al propio Dezhniov.
Antes de mediados de la década de 1950, cuando se erigió el actual monumento, sólo había una cruz de madera. Se puede rodear el obelisco hasta el asentamiento esquimal abandonado de Naukan. Hasta mediados del siglo XX, era el asentamiento más oriental de Eurasia, habitado permanentemente por 400 personas. Sin embargo, en 1958 fueron realojados, ya que el pueblo parecía estar demasiado cerca de la frontera con EE UU. Lo que queda de sus casas son sólo ruinas de piedra y gigantescas mandíbulas de ballena, plantadas en el suelo para servir de perchas para los barcos. Estas tierras se consideran sagradas. No se puede hablar en voz alta, y mucho menos profanar la tierra arrojando basura.
Con tiempo despejado, desde allí se pueden ver las islas Diómedes (la frontera marítima entre EE UU y Rusia se encuentra justo entre ellas)... e incluso las costas de Alaska. Hay un total de 86 km a través del Estrecho de Bering entre Eurasia y EE UU; y apenas cuatro, entre las islas Diómedes.
El cosaco Semión Dezhniov (ca. 1605-1673) es uno de los pioneros legendarios de Rusia. Nacido en un pueblo de la región de Arcángel (en el norte de Rusia), primero sirvió como marinero en barcos mercantes y luego como cosaco en Siberia. A finales de la década de 1630, fue a parar a Yakutia, donde recaudó los impuestos de los lugareños. El trabajo suponía un riesgo para la vida: tenía que buscar a la gente en los densos bosques de la taiga y la tundra; y seamos sinceros, no todo el mundo estaba dispuesto a pagar impuestos.
En el transcurso de varias de estas aventuras, Dezhniov y un grupo de cosacos descubrieron uno de los principales ríos del Extremo Oriente ruso, el Kolimá, y fundaron algunos asentamientos. Finalmente, en el verano de 1648, su expedición abandonó el Kolimá y viajó por mar hacia el este, alcanzando el borde del continente, que Dezhniov bautizó en sus notas como el Cabo "Gran Nariz de Piedra".
El explorador también divisó dos islas habitadas por pueblos indígenas (hoy se conocen como las Islas Diómedes). A continuación, la expedición rodeó el cabo río abajo y acabó fundando una pequeña fortaleza (ostrog) en el lugar de la futura capital de Chukotka, Anadir. Su barco naufragó frente a la península de Kamchatka, pero, unos meses más tarde, el grupo logró regresar a Yakutsk. Más tarde, Dezhniov exploró la región de la actual Chukotka, pero nunca llegó al cabo: la empresa era demasiado peligrosa. Murió en Moscú, adonde había llegado desde Yakutsk para entregar el dinero recaudado al Estado. Al final de su vida, ya era el atamán de Yakutsk (comandante militar del ejército cosaco local), a cargo de todo el ostrog.
En 1728, la expedición dirigida por Vitus Bering, un danés al servicio de Rusia, llegó al lugar. El explorador británico James Cook sugirió que el estrecho fuera bautizado en honor de Bering, y que el cabo se llamara "Vostochni" ("Oriental").
Hasta mediados del siglo XVIII, cuando se encontraron las notas de Semiónn Dezhniov en el ostrog de Yakutsk, no se supo que su expedición había llegado al punto mucho antes. En 1898, el cabo Vostochni fue rebautizado como cabo Dezhniov, a propuesta de la Sociedad Geográfica Rusa.
Incluso hoy en día, un viaje al Cabo Dezhniov es algo realmente extremo y requiere un entrenamiento tanto físico como mental. El borde del continente es una concentración de vientos fuertes y penetrantes, de los que uno puede esconderse tras una colina volcánica o tras el monumento al pionero. El tiempo cambia constantemente: se pasa del sol a la penumbra en un momento, de la lluvia a la nieve. Hay una naturaleza indómita a lo largo de todo el camino y una probabilidad casi nula de encontrarse con un ser humano. Sin embargo, el lugar es visitado por varios cientos de turistas al año, acompañados por experimentados guías locales.
La primera forma de llegar hasta aquí es hacer una excursión a pie. El asentamiento habitado más cercano al cabo es el pueblo oriental de Uelen, que está a 10-15 km de distancia a través de la tundra. Sin embargo, la ruta más habitual comienza en el pueblo de Lavrentia, donde está el aeropuerto. Está a unos 100 km del cabo. La caminata es la opción más barata y la más difícil.
La segunda forma -y la más popular- de llegar al cabo es ir en una expedición en barco desde Lavrentia. Los turistas navegan por el gélido mar de Bering durante varias horas, antes de pasar una noche en tiendas de campaña cerca del cabo o hacer el viaje de vuelta después de descansar un poco.
También es posible llegar al cabo como parte de un crucero marítimo. Sin embargo, habrá que hacer un breve viaje en barco a motor desde el barco para llegar al destino final. Es la opción más cara, pero conveniente.
En casos extremadamente raros, se puede volar al cabo de Lavrentia en helicóptero. Debido a los fuertes vientos laterales y a las costas acantiladas, sólo los pilotos con gran experiencia pueden aterrizar allí, y sólo con muy buen tiempo.
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