La remota Siberia, vista a través de los ojos de un fotógrafo serbio (Fotos)

Viajes
ÍGOR ROZIN
Tras visitar Tofalaria, una región montañosa aislada en las montañas Sayan, el fotógrafo serbio Ranko Đurović admitió que nunca había visto nada parecido.

En la propia Rusia, poca gente conoce Tofalaria, una región de difícil acceso en el este de Siberia. Los tofalarios viven en unas condiciones nada fáciles desde el punto de vista de una persona de hábitos urbanos, pero conservan con esmero su identidad y sus tradiciones y acogen con hospitalidad a invitados poco frecuentes, entre los que a veces hay extranjeros. Hace varios años, el fotógrafo serbio Ranko Đurović visitó estos lugares y compartió sus impresiones con nosotros.

Un día, en el lejano 2014, un conocido de un amigo mío, Piotr Chihirkov de Ust-Ilimsk, una ciudad a 1000 km de Irkutsk, me invitó inesperadamente a un viaje a Tofalaria.

"¿Te vienes con nosotros?", me preguntó.

Nunca había oído hablar de este lugar y al principio no supe qué responder.

Internet. Decidí investigar primero todo lo que pudiera encontrar sobre la zona y luego, si me gustaba...

Y, la verdad, me gustó todo lo que... ¡apenas encontré en internet!

Así que, después de esto, la decisión maduró inmediatamente: ¡iba!

Mi ruta fue la siguiente: Novi Sad (Serbia) - Budapest - Moscú - Irkutsk. En Irkutsk, Peter se reunió con nosotros y nos llevó a Tulún, donde pasamos la noche en un apartamento de amigos suyos Al día siguiente, salimos de Tulún hacia Nizhneudinsk. Desde allí, fuimos al pueblo de Pushkinskoye, y luego 250 km por el río Uda en barco a través de los asentamientos de Kuitún, Irguéi, Kilim y Nirja hasta llegar a Sayan Oriental y Alygdjer, el principal pueblo de Tofalaria. Pasamos la noche en unas cabañas a medio camino de Alygdjer, al que llegamos al día siguiente.

¡EL PARAÍSO!

¡Dormir bajo el cielo abierto y con fluctuaciones de temperatura de 30-35°C durante el día a 0°C por la noche! ¡Y sin embargo el lugar es un volcán de emociones!

La hospitalidad de los lugareños era evidente a cada paso. Había sonrisas y caras amables por todas partes.

O bien porque rara vez les visita gente o simplemente son de ese tipo de personas. Espero que sea esto último.

Allá donde iba nuestra “expedición”, nos recibían con gran alegría. Y cuando se enteraron de que yo era de Serbia, me acogieron como si fuera un miembro de la familia.

Después del invierno, que dura unos nueve meses, llega enseguida el verano. Es bastante difícil vivir allí, pero me inspiró el hecho de que los lugareños sonrían todo el tiempo, como si no tuvieran ninguna preocupación.

Las familias tenían muchos niños, lo que también me sorprendió: Pensé que en condiciones tan difíciles, la gente no tendría intención de tener mucha descendencia.

En 2014, las aldeas de Tofalar contaron por fin con electricidad, conectividad de telefonía móvil e Internet.

Según los lugareños, el Estado ruso apoyaba a todos los que vivían o querían vivir allí, por lo que todos tenían trabajo y su propia vivienda.

Por ejemplo, un joven de unos 30 años se trasladó de Irkutsk a Alygdjer y se casó allí. Le dieron un trabajo y fondos para construir una casa y, en ese momento, ya era un padre con muchos hijos.

Según los antiguos libros chinos, los tofa o tofalar son tribus turcas orientales. Su segundo etnónimo, ‘Karagas’, significa ‘gente de la tribu del Ganso Negro’.

El idioma, por supuesto, no se parece en nada al ruso, pero ya son pocos los que lo hablan. Hay un centenar de tofalares de sangre pura, el resto nació en matrimonios mixtos.

En julio se celebra el festival nacional Argamchi Iri, que reúne a los residentes de los pueblos tofalares de los alrededores. La gente canta, baila, organiza competiciones deportivas y se organiza una feria de artesanía popular.

Por desgracia, mi primer viaje a Tofalaria solo duró dos días y, el resto del tiempo, viajé por la región de Irkutsk. En 2016, volví a estas regiones, pasé diez días en Tofalaria y visité otro lugar: Verjniaya Gutara.

Como ya he mencionado, en la propia Rusia, casi nadie conoce Tofalaria, así que, para mí, un extranjero, fue extremadamente interesante conocer esta región y sus habitantes. En estas fotos he captado momentos de su vida y, por tanto, quedarán en mi memoria. Por desgracia, el pueblo del Ganso Negro están desapareciendo con bastante rapidez.

Puedo decir que me encantan todas estas fotos, sin distinguir entre más o menos acertadas. Cada una de ellas tiene una historia diferente y única.

Cuando volví a Tofalaria en 2016, traje fotos impresas, como había prometido. La gente se asombró: no eran muchos los que volvían y también traían lo prometido. Luego, me enteré de que unas diez personas habían fallecido durante ese tiempo y yo había conservado sus retratos fotográficos. Una mujer que tuvo cuatro hijos en 2014, ahora ya tenía cinco en 2016.

Otra historia memorable que recuerdo fue la de una pareja que estaba criando a tres hijas adoptadas (las niñas no lo sabían) y, en 2016, tuvieron un hijo propio. “Dios escuchó sus oraciones y les recompensó por su bondad y amor.”

A raíz de sus viajes, Ranko organizó exposiciones de su obra en la Casa Rusa de Belgrado y en el Museo de Arte Moderno de Novi Sad (Serbia), que tuvieron mucho éxito.

Cuando se le preguntó si conocía algún lugar en los Balcanes, en Rusia o en el mundo, que pudiera compararse con Tofalaria, el fotógrafo respondió con seguridad: “No, no he visto nada parecido”.

“Me encantaría volver a visitar Tofalaria, así como visitar muchas otras regiones de mi querida Rusia”, añadió.

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