Satka es una pequeña ciudad de la región de Cheliábinsk con una población de 50 000 personas. Aquí se dice: “¡Sólo en Satka la vida es dulce!” (en ruso rima). Aunque estos pueblos puedan parecer abandonados, los lugareños están sorprendentemente orgullosos de su tierra natal.
Serguéi Poteriaev
La ciudad tiene el estatus de ciudad fabril. El principal empleador solía ser la planta de magnesita. Para los residentes aburridos hay un complejo de entretenimiento torpemente llamado “Laguna de Sonia”.
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El creador del proyecto fue el empresario local Yuri Kitov, director del parque nacional de Ziuratkul. Bautizó el nuevo complejo en honor a su nieta Sonia.
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Otra obra maestra de la construcción y la denominación de Yuri Kitov es la isla artificial “Valle del Águila”. Quizá a los estadounidenses les suene mejor, ya que el águila es el símbolo nacional.
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En la isla hay una fortaleza, un restaurante y otras atracciones. El viaje hasta allí dura 5 minutos en barco. Los lugareños hablan del lugar con ironía, pero casi todo el mundo lo ha visitado al menos una vez.
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Los habitantes de Satka han elaborado una Enciclopedia del distrito de Satka de casi mil páginas. Hay de todo: dinastías laborales, plantas raras, términos económicos y de producción, deportistas, palabras dialectales específicas y mucho más.
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La gente dice que “Satka tiene la central hidroeléctrica más antigua de Rusia”, “el lago Ziuratkul es el lago de montaña más alto de Europa” y otros superlativos. Vale, al menos la mitad de ellos son cuestionables, pero de todos modos la gente de aquí se cree especial, a diferencia de los demás. Aquí vemos muchas exhibiciones extrañas: desde coches retro hasta un monumento a Iósif Stalin.
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La laguna de Sonia está situada en la parte antigua de Satka. Está alejada de los principales edificios e infraestructuras.
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La historia de la ciudad se remonta a 1756, cuando a esta zona llegaron unos empresarios y fundaron la fábrica de hierro de Satka. El propietario de la fábrica era el conde A. S. Stroganov.
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La planta sigue funcionando, lo que es muy poco habitual en los Urales. La mayoría de las fábricas de hierro se han retirado porque la modernización es demasiado difícil. Quizá se deba al inusual optimismo de los habitantes de Satka.
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