Si alguna vez tienes la oportunidad de visitar el Ártico, puedes detenerte en esta peculiar isla situada en la Tierra de Francisco José. Con una superficie de 374 km², la isla Champ es uno de los lugares más remotos del planeta. Su nombre rinde homenaje a William C. Champ, líder de la operación de resacte que partió en busca de la expedición polar de Fiala Zeigler en 1905.
Hay algo que hace que este lugar sea muy especial: el árido paisaje de esta remota isla está plagado de bolas de piedra, que tienen desde unos pocos milímetros hasta varios metros. Algunos de sus visitantes llamaron a estas formaciones únicas “canicas monstruosas” o “balones de los dioses”.
Parecen tan perfectas que uno podría pensar que fueron creadas por humanos que vivieron aquí en algún momento, pero la isla siempre ha estado deshabitada.
Los científicos coinciden en que las piedras han aparecido de manera natural, pero no está claro cómo lo hicieron. Al parecer, cada geólogo que visita la isla tiene su propia explicación para este fenómeno.
Algunos creen que aparecieron como peñascos que fueron pulidos por las aguas costeras, lo que podría explicar el origen de las pequeñas esferas redondeadas, pero no de las enormes esferas que se encuentran en la isla Champ.
Otra explicación popular es que se formaron bajo el agua y que tienen un núcleo orgánico. “Creo que se formaron en el agua de mar, en depósitos blandos compuestos de los restos de conchas hundidas y que se quedaron en el fondo arenoso”, declaró el geólogo austriaco, Sepp Fridhubera. “Las conchas eran de cuarcita, una roca sedimentaria que bajo la influencia del calor o la presión toma la forma de una estructura cristalina, y de marcasita, mineral compuesto como resultado de las reacciones químicas de hierro y azufre”. El análisis demostró que la marcaita es el principal elemento de conexión en las bolas. Después de que la Tierra de Francisco José saliera de las profundidades del mar y comenzaran a derretirse los glaciares, los depósitos sedimentarios se erosionaron, convirtiéndose en estas formas de piedra.
Según el investigador polar, Víktor Boyarski, las bolas están hechas de arenisca, lo que puede apuntar a su origen orgánico: “Es una arenisca blanda que puede ser destruida. Los que han estado en la isla comprobaron que algunas piedras grandes se rompen en dos mitades y que las rocas más grande se desmoronan mucho cada año que pasa”.
Estas formaciones únicas han hecho que la isla se convierta en un destino popular para los turistas que visitan el Ártico. Al igual que el viento y el agua, los flujos turísticos pueden influir en el deterioro de estas rocas. Y no es por el hecho de tocarlas sino que hay algunos turistas que se llevaron algunas piedras como recuerdo.
Curiosamente, hay fenómenos naturales similares en la isla Heiss y en otras partes del mundo como Crimea, Kazajistán (Torysh), EE UU (Rock City, Kansas) y Nueva Zelanda (Moeraki Boulders).
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