El estereotipo de que Tula es la ciudad del pan de jengibre (conocido como priánik) y los samovares está firmemente arraigado en la mente rusa. Se cree que priánik se inventó en el siglo XVII, y en la época soviética pasó a ser producido en masa.
Una delicia muy popular en toda Rusia en Tula se vende literalmente en cada esquina. También hay casas de té donde se sirve y, por supuesto, el Museo del priánik. Al pasear por la plaza central de Lenin, asegúrate de tomar una foto del monumento, no a Lenin, sino al más famoso priánik.
Estamos seguros de que esta delicia de jengibre conmoverá sus papilas gustativas. Pero incluso si no lo hace, sigue siendo un excelente suvenir. Viene en una gran variedad de formas y tamaños, pero la clásica es la de losa rectangular de 14x14 cm, rellena de leche condensada o mermelada.
Por cierto, la región de Tula también es el hogar de la pastilá de manzana Belióvskaia, que también goza de una gran aceptación.
El legendario samovar es un recuerdo más exótico que llevar a casa, aunque sus dimensiones son mayores. Hoy en día, puedes encontrar samovares únicos, pintados a mano, que funcionan como hervidores eléctricos, pero los tradicionalistas todavía pueden calentarse quemando piñas de pino para ellos, si así se desea.
El kremlin de Tula es el edificio más antiguo de la ciudad, 30 años más joven que su primo moscovita y muy similar a él, con sus paredes de ladrillo rojo y almenas en forma de cola de milano. Los historiadores discuten sobre quién lo construyó exactamente, pero lo más probable es que fueran arquitectos italianos (de la misma escuela que se construyó el Kremlin de Moscú), o sus estudiantes rusos. La fortaleza de Tula ha resistido dos asedios importantes en su historia: en los siglos XVI y XVII.
Dentro del kremlin de Tula, hay un restaurante, varias tiendas de recuerdos, un museo y un centro de exposiciones. Por cierto, este último se inauguró en 2017. En la época soviética, albergaba una central eléctrica. Sí, justo dentro del kremlin.
La principal atracción de la fortaleza es la magnífica catedral de la Asunción, del siglo XVII, pintada de un color gris-azul poco habitual en este tipo de edificios.
Hace un año, no había literalmente nada alrededor del kremlin de Tula, y al otro lado del río solo algunas fábricas de armas poco estéticas se extendían hacia el horizonte. Eso, antes de que un estudio de arquitectura de Moscú llamado Bauhaus recibiera el encargo de renovar la zona, lo que implicó hacer que el malecón junto a los muros del kremlin fuera más atractivo y acogedor para las personas. Ahora es una zona de paseo con columpios en forma de muros des kremlin, lugares donde tomar café, establecimientos de comida y un puente flotante, casi como el del parque Zariadie de Moscú.
Además, la cercana calle Metallístov fue peatonalizada, y ahora ofrece paseos con agradables vistas de las casas comerciales de los siglos XVIII y XIX hasta el elegante espacio urbano de Iskra, con restaurantes y zonas de recreo.
Tula es una ciudad industrial. Desde tiempos inmemoriales, aquí se han producido armas, samovares y acordeones, y hoy en día existen numerosas fábricas de maquinaria, metalúrgicas, armas y de otro tipo.
Hace un año, se decidió convertir los talleres vacíos de la planta de Oktava (que antes producía micrófonos utilizados por estrellas occidentales como U2, Radiohead y Marilyn Manson) en un conglomerado industrial creativo.
El nuevo espacio, que se ha puesto de moda, se ha convertido en un punto de encuentro para toda la ciudad. Hay un Museo de Máquinas Herramientas interactivo, una cafetería, una librería, una tienda de reparación de radio para niños, una biblioteca, una sala de conferencias y un espacio para producciones teatrales. Y este año, Oktava contará con un estudio de grabación.
En el patio de la fábrica, los visitantes pueden admirar algunos grafitis de expertos y ver conciertos gratuitos de los mejores músicos.
No muy lejos de Tula se encuentra Yásnaia Poliana, el museo-espacio de Lev Tolstói, un enorme parque con jardines y estanques donde se puede pasar todo el día. Pero el plato fuerte es la casa-museo de Tolstói, donde todo se conserva tal como estaba, como si el escritor hubiese salido a pasear y pudiera volver en cualquier momento.
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