El descubridor de Troya, el prusiano Heinrich Schliemann con su esposa.
Getty ImagesEl descubridor de Troya, el prusiano Heinrich Schliemann, viajó por numerosos lugares del mundo y aprendió más de 15 idiomas. Entre otros lugares trabajó en San Petersburgo y después en Moscú. En 1846 recibió la ciudadanía del Imperio ruso y en 1852 se casó con Ekaterina Lyzhina, hija de un afortunado comerciante ruso, aunque se separaron en 1869.
Su destino no estaba en Rusia. Tras recorrer el mundo entero, inició la búsqueda de la Troya perdida y en 1873, en unas excavaciones en la colina de Hisarlik descubrió el primer tesoro. “El Tesoro de Príamo causó verdadera sensación en todo el mundo”, comenta el conservador de la colección, doctor en historia y director de la Sección de Arte y Arqueología del Mundo Antiguo del Museo Pushkin, Vladímir Tólstikov.
Vladímir Tólstikov. Foto: Nadezhda Serezhkina
Schliemann continuó excavando hasta su muerte en 1890 y descubrió, según distintas valoraciones, entre 19 y 21 tesoros. Estos tesoros se los entregó a la ciudad de Berlín, en cuyo Museo de Prehistoria y Protohistoria hasta el año 1941.
Foto: Lori/Legion-Media
En 1941 los tesoros fueron trasladados al sótano de un banco de Berlín. Cuando se comenzó a bombardear la ciudad se llevaron a un búnker antiaéreo. En abril de 1945, durante el ataque de las tropas soviéticas a la capital del Tercer Reich, el director del Museo de Prehistoria y Protohistoria, Wilhelm Unverzagt, no se separó de ellos. Según Vladímir Tólstikov, Unverzagt, temiendo por la integridad de los tesoros, acudió personalmente a los militares soviéticos y les entregó voluntariamente las cajas con los objetos de exposición. En julio de 1945 fueron íntegramente enviados en avión a Moscú.
Cuando los alemanes descubrieron su pérdida una vez terminada la guerra, comenzaron a buscar los tesoros por todo el mundo. Sin embargo, hasta 1994 no se supo dónde estaban.
“Solo dos personas en todo el mundo lo sabían: el director del Museo Pushkin y el conservador de la colección”, comenta Vladímir Tólstikov.
El secreto de los tesoros de Troya habría seguido siendo confidencial de no ser porque en los años 90 Grigori Kozlov, un empleado del Ministerio de Cultura que tenía acceso a los archivos, publicó información sobre los tesoros en la prensa estadounidense. Después de ello, al ministro de Cultura Evgueni Sídorov no le quedó más opción que ordenar la preparación de una exposición. En 1995 se invitó a especialistas alemanes y a expertos de otros países para que revisaran la colección y firmaran unos documentos que confirmaban su autenticidad. En 1996 la exposición se celebró con éxito.
Foto: Lori/Legion-Media
En aquel momento, Alemania reclamó oficialmente los objetos de la exposición y exigió que le fueran devueltos. En respuesta a ellos, la Duma aprobó en 1998 la ley “Sobre los tesoros culturales trasladados a la URSS como resultado de la Segunda Guerra Mundial que actualmente se encuentran en territorio de la Federación Rusa”.
Esta ley establecía que todos estos objetos se consideraban patrimonio ruso y eran de su propiedad. “La ley sigue en vigor y nadie tiene previsto incumplirla –explica Vladímir Tólstikov-. Nuestros socios alemanes entendieron que no podían imponernos ninguna condición y ahora colaboramos activamente con ellos y organizamos exposiciones conjuntas”.
El resultado de la Segunda Guerra Mundial es bien conocido: la rendición incondicional de Alemania. “Se trata de un resultado jurídico que conlleva consecuencias legales”, recuerda la doctora en ciencias jurídicas y profesora del departamento de derecho internacional del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, Alexandra Skurátova. Los tesoros de Troya pueden considerarse una compensación parcial por la destrucción del patrimonio cultural en el espacio soviético: según las estadísticas oficiales, más de 160 museos, 4000 bibliotecas y 115 editoriales sufrieron los estragos de la guerra.
Además, Skurátova señala que la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado se aprobó en 1954 y entró en vigor justo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Según la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, estos no tienen carácter retroactivo y no afectan a los acontecimientos anteriores a la fecha del acuerdo en vigor siempre que “en el acuerdo no se especifique lo contrario”. Como es sabido, ningún estado miembro expresó su deseo de dar un carácter retroactivo a la Convención, de modo que sus cláusulas no pueden aplicarse a los tesoros de Troya.
Cabe señalar, que la URSS devolvió por propia voluntad a Alemania un número considerable de bienes culturales: cerca de dos millones de objetos de exposición entre los que se encuentra la valiosa colección de la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos de Dresde o el Altar de Pérgamo, todo ello sin ninguna obligación.
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