Cuando Pedro I fundó San Petersburgo, se inspiró en Ámsterdam y Venecia. Hasta nuestros días la superficie de agua ocupa alrededor de un 10% del área de la ciudad. No puede marcharse sin haber hecho una excursión por los ríos y canales (hay tours en inglés que parten del muelle en el Paseo del Río Fontanka nº 27). Los amantes de la música podrán montar en un barco con jazz que lleva funcionando desde 1967, época de la comunista Leningrado.
Lo más entretenido es explorar los ríos y canales haciendo paddle surf. “Hace ya un año que empezamos a ofrecer paseos de paddle surf (con remos), y este año planeamos que continúen hasta finales de octubre”, relató a RBTH María Stepanets, instructora de la escuela Onego Surfing.
Fuente: OnegoSurfing
“El paseo empieza a las 6 de la mañana. Pasamos por la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, la catedral de Kazán y la avenida Nevski. Es mejor que cualquier meditación: el sol, la superficie del agua en la que se reflejan las casas y los puentes, el silencio y el no tener a nadie alrededor”.
Fuente: Román Vezenin
Cuando pasee por el centro de la ciudad, no pase de largo sin adentrarse en los patios y sus laberintos internos de edificios donde verá cómo viven los petersburgueses de a pie. Estos patios rodeados de edificios se formaron como resultado del boom de la construcción en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Al comprar parcelas de tierra, los propietarios de pisos de alquiler le exigían al arquitecto aumentar el espacio de la vivienda lo máximo a costa de reducir al mínimo las áreas comunes. A menudo estos patios se extienden varios cientos de metros; por ejemplo, si se adentra en el patio de “la casa de Tolstói” en la ruidosa calle Rubinstein (nº 15-17), podrá acceder al tranquilo Paseo del Río Fontanka.
Fuente: Lori/Legion-Media
En Petersburgo no hay tantos miradores desde los que se vea toda la ciudad. En la ciudad hay unos 20 edificios de más de 100 metros, y el primer rascacielos de 462 metros no se erigirá hasta 2018.
Fuente: TASS/Ruslán Shamukov
Las mejores vistas se ofrecen en la catedral de San Isaac, que en verano permanece abierta hasta las 4:30 de la mañana. En la fortaleza de San Pedro y San Pablo los turistas pueden disfrutar de una excursión de 15 minutos en helicóptero por 5.000 rublos (70€) por persona, y por tan solo 300 rublos (4€) se puede pasear por las murallas de la fortaleza.
Fuente: Lori/Legion-Media
Se puede combinar la admiración por la ciudad con una buena cena. Al sur de la ciudad encontrará el restaurante “planta 41ª”, a una altura de 145 metros; asimismo, desde la terraza del restaurante “Makaronniki” disfrutará de las mejores vistas al Nevá; otra opción es la cafetería “Solaris Lab”, que tiene una cúpula en la parte superior y cuyos postres no dejan indiferente a nadie.
Fuente: TASS/Antón Vagánov
El mejor momento para hacerlo es en la temporada turística, que en San Petersburgo dura desde mayo hasta septiembre. Para tener la ciudad solo para usted, tendrá que levantarse un poco más temprano. A las 4:55 habrá acabado de bajar el puente Dvortsovi y usted será el primero en pasar por él. Luego podrá pasear en bicicleta por el desértico paseo del río Nevá para luego desayunar en la playa de la fortaleza de San Pedro y San Pablo, que abre a las 6 de la mañana.
Fuente: Lori/Legion-Media
La mánager de proyectos culturales de San Petersburgo, Oksana Kuzmenko, opina que solo por la mañana se puede valorar la belleza de la avenida Nevski: “A las seis de la mañana es como si fuera otra avenida: silenciosa, tranquila, con algún que otro transeúnte que no lleva prisa. Uno de los momentos mágicos de Petersburgo tiene lugar por la mañana, cuando ya ha clareado pero todavía siguen encendidas las luces de la calle. Se trata de un momento que capta la transición de la noche al día, la cual es bastante difícil de atrapar, pero justamente por esos instantes amo esta ciudad”.
Fuente: TASS/Antón Vagánov
Hay que descubrir San Petersburgo sin guías, a través de la literatura clásica rusa. En la novela Crimen y Castigo de Dostoievski y el poema de Pushkin Caballero de Bronce, la ciudad aparece como un personaje importante que influye en el pensamiento y el destino de los protagonistas.
Además de Dostoiévski, en San Petersburgo vivieron tales famosos autores rusos como Vladímir Nabokov, Joseph Brodski, Anna Ajmátova y Serguéi Dovlatov, entre otros. El piso-museo de la poeta Anna Ajmátova. Fuente: servicio de prensa
“El museo de Dostoievski es un lugar de visita obligado”, afirma el norteamericano Doug Cardamone, que lleva diez años viviendo en San Petersburgo. “Al entrar te sientes como si hubieras atravesado un portal al siglo XIX. Yo siempre había estado especialmente interesado por su literatura, pero sentí una conexión especial al ver su sombrero, sus cigarrillos y algunas notas suyas escritas a mano. Raramente se puede pasar una media ahora así de enriquecedora”.
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