Tras el lanzamiento de la Operación Barbarroja, los alemanes se sorprendieron al descubrir que el Ejército Rojo tenía tanques contra los que no podían hacer nada. El KV-1 era invencible y no tenía rival entre la mayoría de las armas de la Wehrmacht.
Bautizado en honor al comisario del pueblo soviético (ministro) de Defensa, el mariscal Kliment Voroshílov, el tanque pesado KV-1 fue diseñado poco antes de la guerra entre la Unión Soviética y Finlandia y se estrenó en el combate durante este conflicto. Este tanque resistió eficazmente las armas antitanque y a la artillería finlandesa, pero su cañón de 76 mm era inútil para luchar contra los blocados y búnkeres enemigos.
Cuando la Wehrmacht invadió el territorio soviético, más de 400 tanques KV-1 fueron desplegados para hacer frente al enemigo. Ni los medios acorazados alemanes ni la artillería antitanque podían destruir estos “monstruos rusos” o “fantasmas”, como los llamaban los alemanes. La única manera de lograrlo era permitir que el KV-1 se acercara a menos de 500 metros, lo que solía equivaler a un suicidio.
La medida más eficaz en la lucha contra los tanques KV-1 era usar cañones antiaéreos de 88 mm, capaces de batir a los “fantasmas” a larga distancia. Otra forma de acabar con ellos, aunque bastante complicada, era evitar el choque directo y solicitar apoyo de la fuerza aérea.
Durante los primeros períodos de la guerra hubo muchos episodios con acciones heroicas de los tanques KV-1 y sus tripulaciones. Así, en junio de 1941, cerca de la ciudad lituana de Raseiniai, uno de estos tanques se enfrentó en solitario a toda la 6ª División de Tanques germana. De repente, apareciendo en la retaguardia del enemigo, se quedó sin combustible y, simplemente, se detuvo en medio de la carretera, cortando así las comunicaciones y el tráfico de la citada división. Destruyó 12 camiones de suministros y varios cañones antitanque de 50 mm, paralizó al enemigo durante 24 horas, sobreviviendo a todos los ataques, siendo solo capaz de neutralizar al “monstruo ruso” un cañón antiaéreo de 88 mm
Sin embargo, el KV-1 no estaba destinado a convertirse en el mejor tanque de la Segunda Guerra Mundial. Aunque perfectamente blindado, era poco fiable desde el punto de vista técnico. Un diseño crudo y sin terminar, la mala calidad de la transmisión y un filtro de aire de mala calidad a menudo hacían que algunos tanques ni siquiera llegasen al campo de batalla y acabasen inmovilizados. Algunas tripulaciones incluso se vieron obligadas a abandonar sus tanques averiados.
Los enormes tanques KV-1 también eran una verdadera amenaza para carreteras y puentes. Después de que un “monstruo” de 45 toneladas de peso cruzara por estas superficies, era casi imposible que otros equipos militares siguieran su camino.
Los diseñadores soviéticos trataron de arreglar todas estas taras y en la primavera de 1942 apareció una versión modernizada, el tanque KV-1S. Era más ligero (sólo 42,5 toneladas) y tenía un blindaje lateral ligeramente más delgado (60 mm en lugar de 75 mm). A pesar de esto, seguía siendo impenetrable al fuego enemigo, al mismo tiempo que superaba a su predecesor en velocidad: 45 km/h por carretera en lugar de 35 km/h. Una transmisión mejorada también le dio más fiabilidad.
Sin embargo, todos estos esfuerzos resultaron en vano. A finales del verano de 1942, la Wehrmacht comenzó a utilizar en masa sus pesados tanques Tiger. Instantáneamente estos hicieron obsoletos a los tanques KV. Así, durante un combate cerca de Leningrado, tres Tigers destruyeron fácilmente diez tanques KV-1S, sin sufrir una sola pérdida entre sus filas.
La producción del KV (es decir, su última modificación, la KV-85, armada con un cañón de 85 mm) fue detenida en 1943. Y luego el tanque Kliment Voroshílov dio paso al nuevo tanque Iósif Stalin (IS). Siendo este el tanque más blindado y mortífero un de la Segunda Guerra Mundial, auténtico “cazador de felinos” (Panther y Tiger), se convirtió en el arma que finalmente acabó con la Alemania nazi.
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