Una de las más importantes creaciones del diseñador Kalinin, el bombardero K-7, nació en el período de entreguerras, por lo que no llegó a participar de ningún conflicto.
El titán volador de la URSS
Su ala era verdaderamente gigantesca, con 53 metros de envergadura (casi la misma de un moderno bombardero estadounidense Boeing B-52) y 454 metros cuadrados de superficie, a la que se acoplaba una angulosa barquilla que albergaba la cabina de vuelo para piloto y navegante, así como espacio para un artillero y un bombardero. En el grueso borde de ataque del ala se encastraban seis motores Mikulin AM-34F de 750 CV, refrigerados por agua.
Un gigante bien armado
El armamento del titán volador estaba compuesto por seis ametralladoras ShKAS de 7,62 mm y una carga de hasta 9.000 kg de bombas. En la versión para uso civil, que según sus diseñadores podría haber transportado unos 120 pasajeros, los asientos se disponían en habitáculos de 2,30 m ancho en cada una de las alas.
Un destino fatídico
El K-7, realizó su vuelo inaugural el día 21 de agosto de 1933, pero como en el caso del famoso transatlántico Titanic, su gloria sería poco duradera. El 21 de noviembre del 1933 la aeronave se estrelló debido a un fallo estructural en una de las dos derivas, con el resultado de la muerte de las 14 personas que se encontraban a bordo del aparato y de otra persona más que se encontraba en tierra.
El proyecto fue cancelado en 1935 antes de que pudiera estar terminado.
¿Hubiese cambiado el curso de la Segunda Guerra Mundial un avión como este?
Es difícil de responder a semejante pregunta, sobre todo porque su baja velocidad y gran tamaño lo hubiesen convertido en un blanco perfecto para los cazas germanos y la artillería antiaérea.
Hoy en día, si quieres hacerte una idea de cómo sería ver volar a este gigante de los cielos, tienes que confirmarte con ver una maqueta.