Imagina que eres la persona más inteligente del planeta y que has resuelto uno de los siete problemas del milenio en matemáticas. La comunidad científica ha decidido otorgarte un premio de un millón de dólares. Pero entonces decides rechazar el premio, atrincherarte en casa y no responder a las llamadas telefónicas... entonces eres Grigori Perelmán.
El brillante matemático se hizo famoso en todo el mundo en 2010, precisamente después de rechazar el dinero, a pesar de haber publicado la resolución de la conjetura de Poincaré en internet en 2002. Y todo ello porque la comunidad científica había tardado mucho tiempo en “descifrar” la prueba lacónica de la complicadísima conjetura: Perelmán había omitido muchos detalles, ya que había decidido que eran “evidentes”.
En pocas palabras, fue capaz de demostrar la teoría más asombrosa del siglo pasado: que nuestro universo tiene la forma de una esfera tridimensional. Trabajó en la solución durante ocho años, y durante todo ese tiempo sus compañeros de laboratorio no tenían ni idea de lo que estaba haciendo el “reticente” científico.
Preguntado en una de sus raras entrevistas por qué rechazó el dinero, el genio respondió: “Sé cómo controlar el universo. Entonces, ¿por qué querría un millón? ¿Dímelo tú?”. También cree que el descubrimiento pertenece en igual medida a su colega estadounidense Richard Hamilton.
En 2010 ambos recibieron el Premio Nobel de Física por descubrir el grafeno, un material que ha cambiado la economía mundial. Aunque el material más fuerte y delgado de la Tierra casi termina en el cubo de la basura.
El grafeno tiene un átomo de espesor solamente. Miles de millones de estas capas forman grafito (por ejemplo, es de lo que están hechas las minas de lápiz). Antes nadie creía que fuera posible separar una sola capa de grafito. Pero Novosiólov y Geim lo consiguieron con la ayuda de... cinta adhesiva. La usaban para quitar capas de un trozo de grafito para estudiarlas bajo el microscopio y luego desecharlas. Resultó que todo lo que se necesita es pegar cinta adhesiva al grafito y luego despegarla repetidamente hasta que se forme una película de una sola capa. Sí, el genio reside en la simplicidad.
Ahora el grafeno se utiliza en smartphones, automóviles y la industria del deporte. Hay incluso chaquetas hechas de grafeno; también se utiliza como tinte para el cabello y se está probando su uso en el tratamiento del cáncer. Y esto es solo el principio.
¿Dedicar más de 40 años a un experimento que tiene todas las posibilidades de fracasar? Bueno, en gran medida, esta es una manera rusa de hacer las cosas…
Y es exactamente lo que ha hecho el físico Yuri Oganessián. Ha pasado todo este tiempo intentando expandir los límites del mundo material sin tener ni idea de si le esperaba un gran fracaso o un éxito rotundo. Después de todo, parece que todo lo que podemos ver y tocar, y todo de lo que estamos hechos, fue descrito en la tabla periódica de Mendeléiev hace mucho tiempo.
La razón para pensar diferente se debe al elemento químico 101, obtenido en EE UU en 1955. Los físicos comenzaron a tener la sensación de que podría haber muchos más elementos. Además, es posible que haya algunos- mucho más pesados que el uranio- que no se descomponen y tienen una vida de cientos de miles, e incluso millones, de años. Así surgió la teoría de la “isla de estabilidad”, que sugiere que existe un mundo material cuya existencia ni siquiera sospechábamos y que existe de acuerdo a diferentes leyes.
“Buscamos en el suelo y en muestras de la Luna. En EE UU se llevaron a cabo explosiones nucleares y se construyeron grandes aceleradores, todo en vano”, recordó Oganessián.
No se consiguió llegar a “las costas de la primera isla” hasta el año 2000. Se trataba de los elementos 114 y 116, sintetizados mediante un acelerador (en la Tierra, estos elementos nunca se han encontrado en el medio natural). En 2015 ya había seis nuevos elementos superpesados. Y puede que este no sea el final de la historia. El descubridor de los nuevos elementos ha sido nominado más de una vez para el Premio Nobel. En 2017 se encontró una “isla de estabilidad” incluso sin acelerador pero a unos 370 años luz de distancia, en la constelación de Centauro...
Es la única persona en el mundo cuyos instrumentos, instalados en naves espaciales, han estado estudiando sistemáticamente, durante más de diez años, los planetas y sus lunas en el Sistema Solar en busca de vida extraterrestre. Hasta el día de hoy ya han salido seis dispositivos, el último rumbo a Mercurio en 2018.
Gracias a Mitrofánov se descubrió agua en Marte y en la Luna. Su instrumento cuenta con un detector de neutrones y está montado en el rover Curiosity estadounidense que ha sido enviado al Planeta Rojo. También ha hecho un instrumento que se ha enviado a Júpiter.
Pero, en última instancia, todo esto es necesario para una sola cosa, según señaló en una ocasión el propio Mitrofánov: “Es muy posible que el agua que ahora tenemos saliendo de nuestros grifos haya sido traída a la Tierra por cometas del espacio interplanetario. Estudiando la evolución de Mercurio y de los otros planetas terrestres, comprenderemos mejor el pasado y el futuro de nuestro propio planeta”.
Otro Premio Nobel de Física, Zhorés Alfiórov, participó en la carrera que la URSS y EE UU comenzaron en 1968 para desarrollar el láser. Los científicos compitieron para conseguir una nueva tecnología: láseres semiconductores, que abren la puerta a un mundo fundamentalmente nuevo de la electrónica.
Y tuvo éxito. Alfiórov fue el primero en inventar la tecnología que más tarde hizo posible la producción de reproductores de CD y discos ópticos, teléfonos móviles, baterías solares, “bisturís” láser, fibra óptica (sin la cual no habría habido internet) y muchas tecnologías espaciales.
En el año 2000, científicos de los EE UU hicieron el mismo descubrimiento, por lo que el Premio Nobel se dividió entre tres personas. Pero Alfiórov sigue diciendo en sus entrevistas: “Comenzamos antes la producción de los componentes electrónicos. Si no hubiera sido por los años 90, nosotros, y no EE UU, habríamos estado produciendo iPhones y iPads ahora”.
Te presentamos algunos logros de la ciencia en Rusia en el siglo XXI.
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