El 10 de septiembre de 2017, la tripulación de la ISS tuvo que trasladarse al refugio de la estación para protegerse de la radiación procedente de la erupción solar más potente de los últimos 12 años.
Un grupo de científicos decidió estudiar este evento, por lo que desarrollaron un nuevo método para ayudar a explorar y predecir las erupciones solares. En particular, este permite detectar automáticamente grandes explosiones de energía electromagnética y plasma procedente de la corona solar.
“El análisis nos proporcionó nuevos conocimientos sobre el comportamiento del plasma solar en el espacio interplanetario, algo que es muy importante para comprender y predecir fenómenos extremos de la meteorología espacial”, ha aclarado la coautora del estudio y profesora de Skoltech, Tatiana Podládchikova.
La gigantesca nube de plasma solar y la potente onda de choque que acompaña a uno de esos episodios no son peligrosas sólo para los astronautas. Pueden llegar a nuestro planeta en un solo día, causando importantes tormentas geomagnéticas. Estos son los fenómenos de mayor energía en todo el sistema solar, viajando a velocidades que van de 100 a 3.500 km/s.
Las erupciones solares liberan una tremenda cantidad de energía, equivalente a la de docenas de millones de bombas de hidrógeno. Estas explosiones de energía afectan tanto a las personas como a los equipos eléctricos.
Se culpa, por ejemplo, a una poderosa tormenta geomagnética de la detonación espontánea de minas de la Marina de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam en 1972. En 1989, un apagón en Canadá dejó a casi seis millones de personas sin calefacción y electricidad, así como sin comunicaciones por radio.
La economía mundial depende actualmente de los satélites, usados en las comunicaciones, la navegación, la gestión de desastres y los servicios de transacciones financieras, y estos también se ven fácilmente afectados por el clima espacial.
Cambiar los satélites a modo seguro, apagar los equipos sensibles y cambiar las rutas de las aeronaves puede ayudar a evitar los impactos negativos del clima espacial.
El grupo de investigadores ha incluido a científicos de la Universidad de Graz y el Observatorio Solar de Kanzelhöhe en Austria, el Instituto de Ciencia y Tecnología de Skólkovo en Rusia, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos y el Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales, el Laboratorio de Ciencias Espaciales Mullard del Reino Unido, la Universidad de Kiel y la Universidad de Potsdam en Alemania, así como la Universidad de Zagreb en Croacia.
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