El Zaporózhets fue uno de los coches más controvertidos jamás diseñados en la Unión Soviética. Tosco, ruidoso y para nada espacioso... sin embargo, era bastante bueno a la hora de atravesar terrenos escarpados, además era fácil de reparar.
Basados en el Fiat-600 italiano, los Zaporózhets son de tracción trasera, una característica típica de los coches fabricados en los años 50 y 60.
El pequeño maletero del coche implicaba que a menudo fuese necesario transportar carga atada en el techo. Dicho esto, hay que reconocer que el coche puede soportar una carga enorme.
Sin embargo, sus desventajas a menudo superaban a sus cualidades más favorables. Durante el invierno, es difícil de arrancar, mientras que durante el verano es propenso al sobrecalentamiento.
Otro problema es el sistema de frenado del coche. De hecho, tan poco fiable es la capacidad de los Zaporózhets para detenerse, que a veces es peligroso conducirlo.
La pequeña e incómoda versión sedán tampoco fue particularmente popular cuando fue lanzada. Afortunadamente, los modelos de exportación (Yalta y Eliette) son mucho más agradables de conducir.
Fueron ampliamente vendidos en Bulgaria, Cuba, Hungría, Yugoslavia, Finlandia y la RDA.
Debido a su desmañado diseño, los diferentes modelos del coche recibieron varios apodos burlones como “jorobado”, “orejas grandes” y “jabonera”. Nikita Jrushchov solía llamar al coche una “lata de hojalata”.
A pesar de todos sus problemas, los Zaporózhets fueron unos de los coches soviéticos más populares. Su precio bajo fue uno de los mayores atractivos.
El coche costaba la mitad que un Zhigulí, y sólo un tercio de lo que valía un Volga.
En los años 90, los Zaporózhets fueron a menudo objeto de chistes rusos. Normalmente empezaban así: “Un torpe Zaporózhets choca contra un Mercedes-Benz 600...”.
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