Como cualquier otra máquina, los aviones quedan en algún momento fuera de servicio. A veces son enviados a reciclar, o son transformados en museos, y los menos afortunados simplemente son abandonados a la intemperie en campos abiertos.
Una aeronave oxidada en un pequeño aeródromo de Siberia, cerca de la ciudad de Novosibirsk, estaba preparada para este decadente destino, pero una joven, María Karmánova, de 34 años de edad, decidió rescatarlo y darle una segunda vida.
El avión no es un avión cualquiera. Se trata de un miembro de la familia legendaria de Aeroflot, un Túpolev Tu-104, el primer avión de pasajeros fabricado en la URSS que engrosó la flota aérea civil soviética, convirtiéndose en un símbolo del liderazgo tecnológico del país sobre Occidente. El Tu-104 fue brevemente el único avión de pasajeros en operación en el mundo (1956-1958) y estuvo en operativo hasta finales de la década de 1970.
En 2009, Karmánova, Doctora en Ciencias Matemáticas e investigadora principal del Instituto Sóbolev de Matemáticas de Akademgorodok (una de las “ciudades de la ciencia” rusas), se enteró de la existencia de un avión abandonado en un aeródromo de la ciudad de Berdsk (a 36 km de Novosibirsk). Un Tu-104A con el número de registro CCCP-42382 se había pasado tres décadas oxidándose allí, tras ser enviado a la ciudad en junio de 1978.
“Asistía a conferencias en el extranjero con bastante frecuencia, me enamoré de volar y me aficioné mucho a la aviación”, contó María a Russia Beyond. “Cuando me enteré del Tu-104A en Berdsk y surgió la oportunidad de verlo y entrar en la cabina del piloto, fui allí de inmediato”.
Sin embargo, a pesar de la positividad que rodeó inicialmente la primera visita, María se sintió decepcionada por el estado del avión. Se utilizaba como almacén, por lo que la cabina del piloto estaba llena de ropa vieja, cajas, montones de papel usado, etc. Muchas partes de la aeronave también habían desaparecido o estaban dañadas. Por ejemplo, los sistemas de radio y navegación habían sido destruidos.
“Todo esto me hizo pensar que el avión merecía estar en un estado mucho mejor”, recuerda. “Así que decidí restaurarlo hasta el punto de dejarlo lo más parecido posible al estado en que se encontraba cuando llegó a Berdsk. También me interesaba saber más sobre su historia y encontrar el video de su llegada a Berdsk”.
Aunque no tenía experiencia en la restauración de aviones, María aceptó el reto. Como científica supo investigar y resolver problemas con muchas incógnitas. Recolectó toda la literatura que pudo encontrar, la investigó a fondo y se puso en contacto con pilotos con experiencia en el vuelo del Tu-104. Buscó las piezas que le faltaban en Internet y en mercados de segunda mano, reparando la aeronave pieza por pieza.
Encontrar las piezas necesarias no resultó tarea fácil, admite María: “Este supuso ser el reto clave para nosotros. Si el mismo avión ha sido producido por diferentes fábricas, los detalles podían ser diferentes”.
Desde 2009, María y otros entusiastas que se interesaron por el proyecto hicieron verdaderos progresos en el reensamblaje de la aeronave, e incluso encontraron el histórico video de su último vuelo (ver aquí).
“La parte principal del equipo de la cabina de control ha sido restaurado. Ahora nuestro próximo objetivo es hacer que todo funcione: la iluminación, la radio, el intercomunicador”, dice. “Además, también necesitamos encontrar todo lo que aún falta. Por ejemplo, todavía estamos buscando una rueda izquierda de control original”.
La cabina de pasajeros también está siendo renovada. Durante el año pasado el equipo de María encontró y reparó dos asientos de los años 50 y 10 asientos de los años 70, reemplazó el aislamiento y encontró plafones originales de iluminación para la cabina.
“Alrededor del 95 por ciento del equipo lo pagué de mi bolsillo”, dice. “Ahora formamos un pequeño grupo de personas con ideas afines y muy a menudo recibimos ayuda de otras personas interesadas en nuestro proyecto. A veces, vienen grupos de gente y nos ayuda llevando a cabo una cantidad considerable de trabajo”.
Los amigos y colegas de María apoyan el proyecto. “A todo el mundo le gusta, se toman fotos dentro y con el avión de fondo”, explica. “Este tipo de interés siempre es de gran apoyo”.
Pensar que el avión volverá a volar es descabellado, por supuesto. Sin embargo, María sigue soñando, pero por ahora sólo está concentrada en hacer bien o que pretende hacer. Conseguir ponerlo en el cielo requeriría mucho dinero, inspecciones, permisos y trabajo técnico, así que no se está dejando llevar demasiado por la idea.
“Por ahora, el plan es convertirlo en un museo donde todo funcione”, concluye.
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