Viaje a los barrios musulmanes de Moscú

Anton Belitskiy
En Moscú viven alrededor de dos millones de musulmanes. La mayoría procede de otras regiones rusas, de Tatarstán o el Cáucaso Norte, así como de antiguas repúblicas soviéticas como Uzbekistán y Tayikistán.

Fuente: Anton BelitskiyFuente: Anton Belitskiy

Dubrovka es uno de los miles de centros comerciales de Moscú. Tiene una buena ubicación, cerca de la estación de metro y a unos 5 km del centro de la capital. “Somos uno de los centros comerciales favoritos de los moscovitas”, reza orgulloso un cartel sobre la entrada. En realidad el mercado recibe el sobrenombre de 'mercado musulmán' y cuenta con tiendas con comida halal, mujeres con velo, hombres rezando, en un espacio que ocupa más de 80.000 metros cuadrados.

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En los bloques de apartamentos adyacentes hay muchas personas descontentos con el centro comercial y con la gente que va allí. “Nos da miedo ir por el barrio”, dice una mujer de mediana edad que se hace llamar Ana. “Estoy preocupada por mi hija, que fue acosada por un grupo de hombres cuando volvía de la universidad el otro día”. Afirman que muchos consiguen aquí papeles de registro falsos. Un negocio oscuro que mueve mucho dinero.

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Lugar de trabajo

Murad es un joven de 26 años de aspecto deportista y con barba. Se gana la vida vendiendo teléfonos móviles de segunda mano en el centro comercial de Dubrovka. En muchos aspectos representa al típico migrante musulmán que ha llegado a la capital rusa. Dejó su pueblo natal, Chinar (en Daguestán, 1.600 km al sudeste de Moscú) hace seis años, siguiendo los pasos de su hermano y de su tío. Los tres viven juntos en un apartamento comunal al norte de la capital. ¿Por que migró? Su respuesta es sencilla: no había trabajo y, tras 12 horas en el mercado, consigue ganar unos 40.000 rublos al mes (cerca de 700 dólares). Lo suficiente como para pagar el alquiler y enviar algo de dinero a sus ancianos padres.

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Murad práctica lucha libre, no toma alcohol y se relaciona exclusivamente con otros creyentes, aunque hace una excepción con las rusas eslavas que considera “las segundas más guapas tras las daguestaníes”. No le gusta especialmente vivir en Moscú y tiene sus quejas: “La policía nos para tres veces al día en el metro a mí y a mis familiares, simplemente por nuestro aspecto. Nos tratan de manera ruda, como si fuéramos criminales”.

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Una de las cosas que más le decepciona de Moscú es la falta de mezquitas. “No solo yo sino que todos los musulmanes están ofendidos por ello”, explica. “Se construyen iglesias ortodoxas en cada barrio y a nosotros nos confinan en un mezquita para todo el norte de Moscú. Durante las festividades apenas hay espacio para moverse. Está mal ventilado y la gente se empuja entre sí. Nos sentimos como corderos en una cuadra. ¿Por qué nos humillan de esta manera?”.

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Poder blando

Es cierto que hay pocas mezquitas en Moscú. Tan solo ocho. Cada cierto tiempo, tras presiones de los clérigos, el ayuntamiento anuncia que van construir nuevos templos, pero cada vez se encuentra el rechazo de los vecinos y se cancelan los planes.  

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Shamil Aliautdínov es el imán de la mezquita conmemorativa de Poklónnaya desde hace 19 años y no esconde su descontento: “Si se hubieran cumplido todas las promesas que nos han hecho los funcionarios a lo largo de estos últimos 15 años, habrían abierto ya 50 nuevos templos en Moscú para los musulmanes. Sería beneficioso tanto para nosotros como para las autoridades. Al fin y al cabo es mucho mejor que los recién llegados vayan a las mezquitas oficiales en vez de que recen en casa y se relaciones a saber con quién”, refiriéndose a posibles terroristas.

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Una fuente del FSB, que pidió no revelar su nombre, comenta a RBTH que las palabras de Aliautdínov no son más que mera especulación. “La mezquita Yardam del noreste de Moscú es oficial pero eso no evitó que el imán local reconociera a Hizb ut-Tahrir, un grupo considerado terrorista en Rusia”. Ese mismo imán, Mahmud Velitov, fue detenido el año pasado junto con cuatro ayudantes y acusado de tratar de reclutar a personas entre su congregación para actividades terroristas. “Casualmente el hombre acusado del ataque terrorista en Volgogrado (en 2013) visitaba esa mezquita”.

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“Una religión de paz”

Me dirijo a la mayor mezquita de Moscú, situada en Prospekt Mira, una amplia avenida en el norte de la capital. Tiene seis pisos, ocupa 19.000 metros cuadrados y puede albergar hasta 10.000 personas. Fue inaugurada por Putin en 2015. Todo el mundo conoce este templo en la capital, incluso las personas no interesadas en la religión. Se conoce gracias a la fiesta del sacrificio, que los musulmanes en Rusia llaman Kurbán Bairán. Ese día se reúnen en la mezquita 150.000 personas. No todo el mundo entra en el templo así que se cierra la avenida y las calles adyacentes para que la gente pueda rezar. Esos días los atascos en la ciudad son todavía más grandes.

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Sin embargo hoy es un día normal y dentro del edificio hay solamente unas pocas personas. A la salida trato de hablar con un señor mayor de pelo gris que se llama Shamil. Cuando le pregunto qué piensa sobre el Estado Islámico se ofende. “Los rusos no saben lo que es el Corán, de ahí viene vuestro miedo. Simplemente piensa que si no fuéramos una religión de paz, habríamos explotado Moscú en cinco minutos”.

En los años 90 hubo numerosos ataques. Desde el inicio de las operaciones antiterroristas en Chechenia, en 1993, solamente en la capital hubo 32 atentados terroristas, en los que murieron 542 personas. La mayoría de los que cometieron esos actos eran islamistas radicales.

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Tras la llegada al poder de Ramzán Kadírov en Chechenia, que suprimió con violencia cualquier expresión de separatismo, la cantidad de actos terroristas se redujo considerablemente y desde 2011 no ha habido ninguna explosión en la capital rusa. La última tuvo lugar el 24 de enero en el aeropuerto de Domodédovo, donde murieron 37 personas. Según los investigadores fue obra del Emirato del Cáucaso, un grupo activo en Chechenia y otras regiones del sur del país. Posteriormente vino un periodo de calma que dura hasta hoy.

El FSB trabaja con los imanes

Alexander Gusak, excoronel del FSB que estaba al frente de una unidad secreta contra el terrorismo a finales de los años 90, apunta a dos factores para esta calma. Por un lago el gran trabajo de sus antiguos colegas y el hecho de que la comunidad musulmana de Rusia, en comparación con las de Siria, Irak o Afganistán, está más versada en los asuntos religiosos. “Aquí no ves ni la mitad de ignorancia religiosa. Como cuando alguien lee un par de capítulos del Corán y comienza a hacer la yihad son haberlo entendido del todo. Nuestros musulmanes son diferentes. Todos crecimos en el mismo país, la Unión Soviética. Los tártaros o los daguestaníes no se pueden comparar a los salafistas en Siria”.

Aunque el FSB sigue alerta. En palabras de Gusak, en los últimos años se ha ampliado la red de inteligencia. “Los servicios secretos soviéticos eran famosos precisamente por eso, por las operaciones secretas”. Cuenta como hace un par de años cuando en las afueras de la mezquita de la calle Bolshaya Tatárskaya se reunió un grupo de musulmanes que protestaban por la detención de un compañero sospechoso de haber cometido un crimen. Se pusieron a gritar Allah Akbar mientras atacaban un autobús de la policía.

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“Ni el imán los podía parar. Llegaron unos policías antidisturbios y los musulmanes comenzaron a llamar a sus amigos y conocidos. En poco tiempo se había un gran grupo de personas. La situación era muy tensa. Si los antidisturbios hubieran utilizado la fuerza, la violencia se podría haber extendido por toda la ciudad. Entonces funcionó una operación secreta que calmó la situación e hizo que la masa se dispersase. Posteriormente los antidisturbios detuvieron a los instigadores sin hacer demasiado ruido. Hay agentes del FSB que se convierten al islam para controlar las posibles amenazas y persiguen a grupos potencialmente peligrosos que haya dentro de la comunidad musulmana. Trabajan codo con codo con los clérigos”.

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A pesar de todo esto, el riesgo de atentado terrorista es alto. “Hay muchas cosas que no se hacen públicas para evitar el pánico entre la población. El hecho es que si un grupo terrorista se toma totalmente en serio hacer un atentado terrorista, entonces ocurrirá antes o después. Esa posibilidad seguirá estando hasta que no acabamos con nuestros mayores males: los sobornos y la corrupución. La pasada primavera mis colegas evitaron un atentado terrorista en Moscú. Encontraron un trozo de aluminio que podía utilizarse para hacer un explosivo. Yo mismo estuve dentro del edificio y pude comprobar que en la mayoría de los apartamentos hay gente sin documentación. Hay entre diez y quince migrantes en cada apartamento. Tocas el timbre y nadie responde, simplemente te pasen el dinero por debajo de la puerta. La policía local ha hecho de ello una mina. Suerte que llegamos a tiempo, pero podríamos no haber llegado”, señala Gusak.

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