El jefe del FSB, Bortnikov, Medvédev y Sobianin, alcalde de Moscú, inspeccionan la seguridad del metro. Fuente: Reuters/Vostock Photo
Hace pocos días, el presidente llegó sin aviso previo al aeropuerto moscovita de Vnúkovo, en donde pasó a través de un detector de metales y un oficial de seguridad revisó sus bolsillos. Antes, había sorprendido con una visita al metro así como a la concurrida estación de trenes “Kievskaya”, una conexión clave con el sur de Rusia, el origen de la mayor parte del terrorismo local de la última década.
“Simplemente, echad un vistazo. No he visto ni un solo oficial de policía”, dijo severamente el jefe de Estado a los avergonzados funcionarios de la estación de Kievskaya.
Posiblemente los escépticos consideren las visitas como una oportunidad para hacerse una fotografía. Sin embargo, la realidad nos recuerda que suele ser necesaria la intervención de la cúpula más alta para que las cosas comiencen a moverse en Rusia.
Por ejemplo, la respuesta de Serguei Sobianin, alcalde de Moscú, a la sugerencia presidencial para que se utilizaran más perros policías a fin de incrementar la seguridad, ha supuesto la orden de construcción de perreras con capacidad para 500 perros. Bajo amenaza de despido, los jefes de seguridad de todo el país se encuentran muy ocupados viendo la manera y el lugar en donde desplegar su personal. También los legisladores se han apresurado por ajustar los controles en la producción de fuegos artificiales que, con alteraciones químicas, pueden convertirse en explosivos de tipo armamentístico.
Al mismo tiempo que se realizaban movimientos destinados a reformar la policía, el atentado de Domodédovo ha dejado a la vista muchos fallos de seguridad. Desde la ausencia de una definida cadena de responsabilidades entre los cuerpos de seguridad hasta la ausencia de oficiales patrullando los puntos clave.
“De momento todos están inculpando a terceros y afirman: ‘Sólo soy responsable hasta tal punto’, o sino, existe un supuesto control conjunto que, en verdad, redunda en que no haya control en absoluto”, dijo Sergei Ivanov, el viceprimer ministro, a los jefes de seguridad y transporte cuatro días después del atentado.
El líder militar checheno Doku Umarov asumió la autoría del atentado, que fue materializado por un hombre de 20 años de la república de Ingushetia.
Rashid Nurgaliyev, ministro del Interior, ha declarado que pondrán más personal de seguridad en las entradas a los aeropuertos y en los espacios abiertos de las terminales. También se están instalando con rapidez sistemas técnicos de seguridad tanto en estaciones de trenes como en autobuses. Desde el atentado de enero, las autoridades han añadido casi 130 detectores de metales en las estaciones ferroviarias de Moscú y San Petersburgo. Todas las estaciones estarán equipadas con detectores hacia finales de marzo, según afirmó la empresa de ferrocarriles rusos. También existen propuestas para unir algunos empalmes de transporte público con el sistema de navegación por satélite, Glonass, a fin de controlar los vínculos de transporte entre el Cáucaso Norte y Moscú.
Pero no todos están impresionados. “Los actuales avances en la seguridad del Estado parecen tan sólo otra campaña de relaciones públicas. Me temo que una vez que haya finalizado, las cosas volverán exactamente al mismo lugar en el que estaban”, declaró Vladimir Yevséyev, director del Centro de Investigaciones de Políticas Públicas y experto en asuntos de seguridad internacional. “Los países con graves problemas de seguridad no los resuelven mediante el uso de detectores de metales”, añadió.
El presidente no tardó en acusar a la laxitud en la seguridad como causa del atentado en el aeropuerto. Aunque las autoridades también reconocen que la forma de atajar la militancia islámica en el Cáucaso Norte supone un fracaso aún mayor. Grupos terroristas han llevado a cabo varios atentados en Moscú en la última década, incluido el doble atentado terrorista suicida del metro que se cobró la vida de 40 personas el año pasado.
“El problema es que no comprendemos el fenómeno del radicalismo y del fundamentalismo religioso”, comentó Mijaíl Margelov, representante del partido gobernante Rusia Unida ante el Consejo de Seguridad de Rusia, en una entrevista otorgada recientemente a Radio Svoboda. “Si no podemos luchar contra las raíces del terrorismo, podremos curar el resfriado, pero no habremos matado al virus que lo generó”.
Ivanov afirmó que se requiere una redefinición general de los principios de seguridad. Durante el último verano, el gobierno comenzó a implementar un nuevo programa de 1.800 millones de dólares para “garantizar la seguridad de la población en el transporte público” y ya había desembolsado casi 267 millones cuando sucedió la tragedia.“No es una pequeña suma de dinero, pero ya hemos visto los resultados”, afirmó respecto al atentado.
Estados Unidos creó el Departamento de Seguridad Nacional tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, e Ivanov reclamó la creación de una organización similar a fin de supervisar la seguridad en el transporte y en otras infraestructuras.
La actual reforma de la policía, con un recorte esperado de 250.000 hombres y mujeres dentro de una plantilla actual de 1,4 millones de agentes, podría complicar las cosas. Aunque el Ministerio del Interior ha dicho que tomará acciones para mejorar la coordinación de los servicios de seguridad con empresas privadas que cuentan con 640.000 empleados y que, en muchos casos, ya colaboran con la policía.
En los debates sobre seguridad llevados a cabo recientemente parece existir un total consenso acerca de la necesidad de contar con una mayor vigilancia pública. Asimismo, Medvédev ha ordenado a los agentes de seguridad y transporte que tengan diseñado un plan para abril relacionado con la protección de civiles en lugares públicos. El plan del presidente exige una serie de ejercicios periódicos.
A juzgar por la reacción del público ante el atentado del aeropuerto, los ciudadanos podrían acoger la iniciativa. En una reciente encuesta realizada a principios de febrero por la encuestadora VTsIOM, un 80% de los 1600 participantes temían que ellos o sus familiares pudieran ser víctimas de un atentado suicida. Un tercio afirmó que era imposible erradicar el terrorismo en Rusia.
“Aún queda muchísimo por hacer”, declaró Oleg Orlov, director de la ONG rusa Memorial, por la defensa de los derechos humanos, que considera que la solución al problema del terrorismo en Rusia sólo puede encontrarse en sus orígenes, es decir, en la región del Cáucaso Norte. “Resolver los problemas sociales, satisfacer las expectativas de la sociedad, esa es la solución”, insiste.
Yevséyev estuvo de acuerdo. “La mayoría de los jóvenes no tiene educación ni empleo, pero sabe cómo empuñar un arma”. Y añadió: “No es posible resolver el problema del Cáucaso en un futuro muy cercano… y nosotros precisamos seguridad ahora”.
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