¿Quién gana y quién pierde la partida energética?

gas ruso en europa

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Konstantín Máler
Gazprom es el principal suministrador de gas a la UE, y esta es a su vez uno de los principales clientes del gigante ruso. La situación política derivada de la crisis en Ucrania ha provocado interrogantes acerca de esta relación de interdependencia.

Las relaciones entre Rusia y la Unión Europea siempre se han caracterizado por un mayor o menor grado de tensión. Con la crisis de Ucrania y las sanciones de la UE a la Federación de Rusia por su papel en ella, se ha vuelto a poner sobre la mesa el inconveniente de depender de Gaz­prom como suministrador de gas natural.

No es casualidad que la nueva estrategia energética europea, perfilada a raíz de esa crisis, busque reducir dicha supeditación. Y sin embargo, es necesario analizar nuestra dependencia de la Federación Rusa para tener bien claro qué significa realmente: ¿es Gazprom un peligro para el mercado energético de la UE? ¿Queda Europa debilitada políticamente por tal dependencia?

Ante todo, no hay que perder de vista que en el fondo se trata de una relación de interdependencia. Por un lado, la UE efectivamente tiene en Gazprom, quien monopoliza las exportaciones rusas de gas natural, a su principal suministrador de gas: según datos de Euros­tat, en el año 2013 Gazprom exportó 125.000 millones de metros cúbicos, por encima de los 95,2 de Noruega; nuestro primer suministrador de gas representa, según datos proporcionados por la misma compañía, el 29,3% del consumo de la UE de este combustible, así como el 43,1% de sus importaciones.

Sin embargo, para Gazprom el mercado de Europa (que, aparte de Turquía, prácticamente en su totalidad pertenece a la UE) supone alrededor de la mitad de sus ingresos. Es, por tanto, una situación en la que ambos lados dependen el uno del otro, y donde se da un intercambio recíproco.

Indudablemente, esta relación de interdependencia no está exenta de inconvenientes.

El principal es sin duda alguna el de los cortes de suministro, que alcanzaron, como el lector puede recordar, su máximo exponente en enero de 2009. De hecho, son este tipo de disputas las que en su día despertaron el recelo hacia Gazprom­ y su uso del “arma energética”, y es este el espectro que la crisis de Ucrania ha resucitado.

De nuevo, sin embargo, las cosas no son tan simples como parecen: la relación de interdependencia es realmente triangular, pues nos encontramos con un tercer actor, que son los países de tránsito; Ucrania es el principal. Este país, además de país de tránsito, es también un cliente de Gazprom. Esto ha supuesto una fuente de problemas, ya que las disensiones sobre precios y deudas acumuladas entre Kiev y Moscú son las que han llevado a conflictos entre ellos, y en numerosas ocasiones a perturbaciones en el flujo para el resto de Europa.

Sin negar la parte de responsabilidad de Gazprom y el Gobierno ruso en estas discordias, el caso es que no pueden contemplarse como ejercicios de chantaje explícito hacia la UE.

En todo caso, los factores más molestos de esta relación, a saber, los posibles cortes de suministro, pueden solucionarse sin prescindir de Gazprom:­ la mejora de las reservas o de las interconexiones para evitar que los países más vulnerables, como Bulgaria, sufran como lo hicieron en 2009. La UE va en esta dirección, y ello es indudablemente loable. Por otra parte, el riesgo ya se ha mitigado en los últimos años: el gasoducto Nord Stream, que conecta Rusia con Alemania a través del mar Báltico, ha reducido la importancia de Ucrania. Esto puede mostrarnos bajo una luz distinta los proyectos de Gazprom para reducir el tránsito a través de Ucrania, unos proyectos que la Comisión Europea no ve con buenos ojos.

Nuestra relación con Gazprom­ puede tener otros incon­venientes, pero las venta­jas siguen siendo significativas: por ejemplo, los miembros orientales de la UE son los más dependientes de Rusia y pagan precios muy altos, dado que Gazprom abusa de su posición en el mercado. La diversificación para tales países es una buena idea, y muchos han puesto sus ojos sobre el gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, en el contexto actual, con la caída de los precios del petróleo (Gazprom fija los suyos al curso del crudo), el mercado internacional de LNG ha perdido competitividad frente a Gazprom.­ En términos generales, además, el gas natural del monopolio ruso presenta costes marginales bajos. Eso significa que, ante potenciales competidores, tiene un margen elevado para rebajar sus precios. Por todo ello, es un cliente muy conveniente para la UE.

En resumen, nuestra relación de interdependencia no es la óptima. Y sin embargo, tiene muchos elementos positivos. Es necesario que el empeoramiento en el plano político no nos haga perderlos de vista, tal y como ocurre en estos momentos.

Eric Pardo es doctorando en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y editor del blog Eurasianet.es.

 

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