El país no participa en el grupo desde 2014.
EPAUno de modos de estimular el crecimiento económico mundial debería ser el llamado “estímulo fiscal”: la reducción de la carga fiscal sobre las empresas, según se ha decidido en la cumbre del G7. Japón y EE UU han sido los países que más han insistido en la necesidad de dar este paso.
Rusia está dispuesta a participar en este proceso, según el analista de Finam, Bogdán Zvárich. “Gracias al estímulo fiscal, la reducción de los impuestos o la introducción de vacaciones fiscales para determinados ámbitos empresariales, podrían desarrollarse otros sectores importantes para el país”, comenta el experto.
Por ejemplo, para el desarrollo de la pequeña y mediana empresa podrían introducirse unas vacaciones fiscales durante los primeros años de operación. El 27 de mayo el Ministerio de Finanzas de Rusia preparó un proyecto de reforma fiscal según el cual los empresarios podrían no tener que pagar impuestos durante los primeros dos o tres años.
“La reducción de impuestos es uno de los principales factores de estímulo de la actividad empresarial, sobre todo en el caso de la pequeña y mediana empresa”,comenta Dmitri Bedenkov, director de la sección analítica de Russ-Invest. Según el especialista, el estímulo fiscal podría reducir la carga financiera de una empresa, algo que redundaría en unos mayores ingresos en su presupuesto y por tanto también beneficiaría a la economía global.
Durante el encuentro en Japón los líderes del G7 acordaron ampliar en junio las sanciones contra Rusia. En la declaración conjunta tras la cumbre volvía a declararse que las sanciones contra Moscú debidas a la crisis de Ucrania en 2014 seguían en vigor hasta que Rusia “cumpliera totalmente” los acuerdos alcanzados en Minsk.
Estos acuerdos firmados en febrero de 2015 entre los miembros del cuarteto de Normandía (Rusia, Ucrania, Alemania y Francia) son una hoja de ruta para la regulación pacífica del conflicto armado en el sureste de Ucrania que contempla la ejecución de un conjunto concreto de medidas por parte de Kiev y de las autoproclamadas repúblicas de Donbass.
Durante la cumbre en Japón, el G7 no se limitó a la ampliación de las sanciones. En su declaración los miembros del grupo amenazan también con aprobar unas “medidas restrictivas adicionales”. Esto podría llevarse a cabo “con el objetivo de ampliar las pérdidas de Rusia si sus acciones lo requieren”.
La reacción de Rusia no se ha hecho esperar. Según declaraba el viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia Serguéi Riabkov, los líderes del G7 “ignoran cuestiones evidentes que deben plantearse al gobierno ucraniano, ya que es este el que no cumple los acuerdos de Minsk”.
Rusia y Ucrania han intercambiado constantemente acusaciones sobre el incumplimiento de los acuerdos de Minsk. Rusia no participa oficialmente en el conflicto en Donbass, aunque el gobierno ucraniano considera que Moscú ejerce influencia sobre los líderes de las repúblicas autoproclamadas.
Los líderes del G7 también han declarado la necesidad de enviar una “potente señal a China”, en relación a las acciones de este país en los mares de la China Oriental y de la China Meridional, donde Pekín mantiene unas reclamaciones territoriales que preocupan a EE UU y sus aliados.
El anfitrión de la cumbre, el primer ministro japonés Shinzo Abe, declaró el 26 de mayo su negativa a cambiar el statu quo de la región por la fuerza. En la declaración conjunta también se ha resaltado la “importancia fundamental” de la resolución pacífica de los conflictos en la región.
Los territorios del mar de la China Meridional los reclaman, por un lado, Pekín, y por otro, Vietnam y Filipinas, que cuentan con el apoyo de EE UU, según afirman en China. En el mar de la China Oriental Pekín tiene disputas abiertas con Tokio.
Moscú insiste en el hecho de que las partes implicadas en las disputas territoriales deben encontrar la solución del problema por sí mismas, basándose en las leyes del derecho internacional.
Rusia, según su Ministerio de Asuntos Exteriores, está en contra de una “internacionalización” del conflicto, es decir, de una intervención externa. A principios de marzo, un grupo de buques de la Armada de los EE UU visitó las aguas en disputa del mar de la China Meridional, lo que provocó una explosión de protestas por parte de Pekín, que consideró este acto como una “provocación”.
La política exterior de Rusia en 2014 se define por un experimento geopolítico a gran escala llevado a cabo por el presidente Vladímir Putin como respuesta a los levantamientos en el Maidán ucraniano. El experimento ha permitido a Putin probar su visión de las relaciones internacionales y del lugar de Rusia en el mundo. Una visión que ha desarrollado durante sus años anteriores en el poder.
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