A bordo, había un comedor para 75 personas, el despacho del monarca, una capilla a bordo y muchas otras estancias para las necesidades de la dinastía gobernante.
Nikolái Sablin, un oficial que sirvió a bordo, recordaba que la decoración interior del yate se “mantenía en un estricto estilo inglés, sin ningún tipo de dorados, adornos o molduras, pero esta simplicidad y buen gusto se veían y se sentían como mucho más ricos que cualquier otro lujo”.
Todo el barco servía como un gigantesco patio de recreo para los hijos de Nicolás II, cuya seguridad estaba a cargo de marineros asignados específicamente a ellos, conocidos como “tíos”.
Para el entretenimiento de los adultos, siempre había una banda de música y músicos de balalaika a bordo. En la cubierta se instalaron ocho cañones Hotchkiss de 47 mm, desde los cuales se lanzaban fuegos artificiales.
En el Standart se recibieron a muchos monarcas europeos y jefes de estado. El barco fue especialmente admirado por el emperador alemán Guillermo II, quien insinuó a Nicolás que estaría encantado de recibirlo como regalo, pero el zar ignoró este comentario.
Durante la era soviética, el antiguo yate imperial fue reconvertido en un minador y más tarde se utilizó como cuartel flotante y finalmente como objetivo para pruebas de misiles de la Marina Soviética.
A mediados de la década de 1960, el barco fue desmantelado y vendido como chatarra.
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