En febrero de 1942, por primera vez en la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo rodeó a un gran grupo de enemigos. En la bolsa de Demiansk, en el noroeste de la URSS, se encontraron cercados elementos del II Cuerpo de Ejército y de la división Totenkopfverbände (‘calavera y tibias cruzadas’) de las SS, con una fuerza total de 95.000 hombres.
Las tropas soviéticas realizaron varios intentos infructuosos de liquidar al grupo cercado. El teniente general Pável Kúrochkin, comandante del Frente Noroeste, declaró:
“El enemigo bloqueó todas las carreteras, todas las vías de acceso más o menos adecuadas para nuestras ofensivas... Los tranquilos campos cubiertos de nieve frente a los pueblos podían convertirse en un infierno en cualquiera instante en cuanto pasásemos a la ofensiva. Cada metro de espacio estaba plagado de ametralladoras y cañones emboscados en los pueblos”.
Para abastecer la “Fortaleza de Demiansk”, Hermann Goering movilizó de hecho casi todas las fuerzas de aviación de transporte. Algunos aviones fueron incluso retirados del Afrika Korps.
La Luftwaffe conservó así la supremacía aérea y la aviación soviética no pudo interferir en el trabajo del “puente aéreo”. Como resultado, las tropas cercadas resistieron hasta finales de abril de 1942, cuando se rompió el cerco.
La exitosa defensa de la bolsa de Demiansk, sin embargo, le jugó una mala pasada a Hitler. Cuando el grupo de Friedrich Paulus quedó atrapado en Stalingrado en noviembre de 1942, el Führer les prohibió abandonar la ciudad, convencido de que, también en este caso, la Luftwaffe ayudaría a las tropas cercadas.
Sin embargo, el líder del Tercer Reich no tuvo en cuenta la posible eficacia de la fuerza aérea del Ejército Rojo y las condiciones radicalmente diferentes del terreno en Demiansk. Una cosa era volar unas decenas de kilómetros sobre bosques profundos y otra muy distinta volar doscientos kilómetros sobre la estepa abierta, superando la feroz oposición de las fuerzas de defensa aérea soviéticas.
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