‘Cada icono es el alma de un ruso’: Las tribulaciones de una joven pintora de iconos

Historia
POLINA TÍJONOVA
Anna Kornílova, una joven maestra iconógrafa, reinterpreta el arte antiguo en sus iconos. Hablamos con ella sobre por qué eligió esta profesión, cuánto ganan los pintores de iconos y la importancia que éstos tienen para la civilización rusa.

Para los no iniciados, a menudo parece que todos los iconos ortodoxos son similares entre sí. De hecho, los cánones impiden que la iconografía pierda el carácter sagrado de las imágenes: perspectiva invertida, sombras de luz planas, ausencia de fuentes de luz externas, esquemas canónicos para representar diversos temas sagrados y a los propios santos. Con ello se consigue rigor y oración.

Pero todo esto no impide a los iconógrafos modernos pintar a su estilo. Pocos de ellos se esfuerzan por crear iconos que se ajusten a la tradición: “como en la primera época bizantina” o “como en el siglo XIII”.

Por eso, Anna Kornílova, de 23 años, se replantea un icono como una obra de arte y no sólo como un molde o una copia, donde se repiten todos los pliegues de las imágenes antiguas.

Delicados tonos pastel, detalles profundos, pintoresquismo y armoniosas combinaciones de colores, trabajo de contrastes e incluso el uso de patrones gráficos casi de diseño son los rasgos distintivos de los iconos de Kornílova.

Estudió en la Escuela Estatal de Artes de Minsk (Bielorrusia). Mientras sus compañeros estudiaban para ser diseñadores gráficos y de movimiento, animadores y artistas del tatuaje, Anna decidió firmemente dedicarse a la pintura de iconos. Lo explicaba con sencillez: “En mi corazón, sentía un gran interés por el mundo de los iconos antiguos, que encierra tantos secretos que parece que una vida no basta para desvelarlos”. Así que Anna se trasladó a Rusia, donde estudió en la Academia Teológica de Moscú, en la facultad de pintura de iconos.

No funcionó enseguida. Así recuerda ella el trabajo en su primer icono: “Cuánto sufrí con él... ¡Lo limpié cinco veces! Y había que hacerlo todo de nuevo. O el color no encajaba o las capas eran demasiado gruesas... Recuerdo que después de cada intento, casi me daba por vencida y pensaba: ¿quizá esto no sea para mí después de todo? Habiendo pintado acuarelas toda mi vida, me costó mucho adaptarme a la nueva técnica de pintar con temple al huevo. Los trazos eran desiguales, todo se liaba, probé rellenos... ¡nada bueno! Poco a poco, con la ayuda de Dios, terminé mi sufrida tabla (un pequeño icono de doble cara sobre lienzo - ed.)”.

No es una vida mundana

Los pintores de iconos no son artistas corrientes. En cierto sentido, un iconógrafo se acerca espiritualmente a los que pinta, porque reza y ayuna constantemente. Al menos, esto es lo que prescribe la Iglesia.

La regla principal al pintar un icono es no pintar de mal humor. Las grabaciones sonoras de himnos eclesiásticos, vidas de santos y el Evangelio ayudan a Anna a prepararse para el trabajo y alejan los pensamientos innecesarios sobre la vida cotidiana.

“Para un iconógrafo, es muy importante intentar estar atento en la oración durante el proceso de trabajo, porque son, de hecho, un pincel en manos de Dios. El iconógrafo crea el icono con la ayuda de Dios2, explica Anna.

Los encargos llegan de clientes particulares y de iglesias y, a veces, los pintores de iconos tienen que trabajar todo el día.

“Un icono pequeño, un poco más pequeño que la palma de la mano, se puede pintar en un día; una imagen grande de un templo puede tardar años en pintarse”, dice. “Pero me parece que el número de iconos no es tan importante; lo importante es qué beneficio aportarán los que se pinten, a cuántas almas ayudarán en la oración, a cuántas consolarán, a cuántas darán alegría”.

Un pintor de iconos moderno gana una media de 50.000 rublos (unos 500 dólares) al mes, si recibe principalmente encargos privados. El precio de un icono de Anna Kornílova parte de los 8.000 rublos (unos 80 dólares). Los clientes proceden principalmente de Rusia y Bielorrusia. La artesana los describe como “gente corriente que quiere hacer a alguien un regalo valioso”.

Hay muchos pintores de iconos en el sector, pero prácticamente no hay grandes clientes (coleccionistas) dispuestos a gastarse una cantidad impresionante en una compra en Rusia.

La alta competencia suele animar a muchos a centrarse en las cualidades externas de la imagen y los gustos del cliente y a adaptarse a las condiciones del mercado. Pero Anna lo considera inapropiado.

El icono en toda su silenciosa belleza y majestuosidad, según Kornílova, es uno de los principales símbolos de la civilización rusa. Según ella, ningún otro fenómeno artístico ha tenido en Rusia un significado tan amplio como el icono.

¿Qué clase de icono ruso se considera ella misma? Anna responde: “Tranquilo, orante, firme, sin fondo, manso, inmensamente rico... Todas estas palabras también pueden describir el alma de una persona rusa. Sencilla por fuera, pero por dentro, inmensamente rica en Dios”.

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