La sociedad rusa recibió el estallido de la Primera Guerra Mundial con gran entusiasmo: todos confiaban en una victoria inminente. Los checos que vivían en el imperio también se alegraron.
La comunidad checa en Rusia contaba con unas 50.000 personas. Se trataba principalmente de súbditos de la monarquía austrohúngara, que amaban a Rusia con toda su alma, soñaban con su triunfo, la caída de los Habsburgo y la independencia de su patria histórica.
Fueron los checos quienes tomaron la iniciativa de rebautizar San Petersburgo: “Es hora de corregir el error de nuestros antepasados, es hora de deshacernos de la última sombra de la tutela alemana. Nosotros, los checos, pedimos a la administración pública de nuestra capital que presente una petición al Más Alto Nombre para la aprobación y el uso obligatorio del nombre ruso ‘Petrogrado’ a partir de ahora”.
Inesperadamente para muchos, las autoridades escucharon este llamamiento. El 31 de agosto de 1914, el emperador Nicolás II firmó la orden suprema de cambiar el nombre de San Petersburgo por el de Petrogrado.
La ciudad llevó este nombre hasta el 26 de enero de 1924, cuando los bolcheviques la rebautizaron “Leningrado” en honor del líder soviético, fallecido el 21 de enero de ese mismo año.
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