“Cuando llegué a la orilla, no podía creer lo que veía: un avión de pasajeros estaba flotando justo en el Nevá. No sólo flotaba: estaba siendo arrastrado hasta la orilla por un pequeño remolcador”, recuerda Yuri Tuisk, residente de Leningrado. Ese día fue testigo de un milagroso rescate de los pasajeros del avión, que, al parecer, desde el principio estaba condenado a estrellarse.
La mañana del 21 de agosto, el Tu-124 volaba de Tallín a Moscú. A bordo viajaban 45 pasajeros y 7 miembros de la tripulación. El comandante era Víktor Mostovói. Poco después del despegue resultó que el puntal del tren de aterrizaje de morro estaba atascado: en vuelo no se podía quitar ni siquiera manualmente. Según las instrucciones, el avión necesitaba un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de salida. Pero Tallín estaba cubierta por una espesa niebla, por lo que los controladores dirigieron el avión al aeródromo Shoséinaya de Leningrado (actualmente, aeropuerto Púlkovo). Hasta allí se desplazaron camiones de bomberos y ambulancias, y se cancelaron todos los despegues y aterrizajes.
Durante un aterrizaje de emergencia, el tren de aterrizaje delantero roto se habría desprendido y el avión habría frenado con el fuselaje sobre el hormigón. Esto podría provocar un incendio. Por lo tanto, la tripulación tuvo que agotar el combustible para reducir los riesgos de incendio. El avión descendió a una altura de 500 metros sobre el suelo y comenzó a sobrevolar Leningrado.
Cuando el avión estaba en su octava vuelta, falló el motor izquierdo. La pista se encontraba a más de 20 kilómetros. El controlador aéreo dio permiso para sobrevolar Leningrado. Durante el vuelo también falló el motor derecho: esto ocurrió casi sobre la catedral de San Isaac.
Los motores se pararon porque el avión había consumido todo el combustible. Pero el capitán no podía saberlo debido a un indicador de combustible probablemente roto y fue a dar una nueva vuelta.
En 1963, Leningrado tenía unos tres millones y medio de habitantes. Una caída sobre la ciudad podría haberse convertido en una terrible tragedia. Cuando el río Nevá apareció por delante, Mostovói ordenó a la tripulación que se retirara a la sección de cola y puso a su lado al copiloto Vasili Chéchenev, que había servido anteriormente en la aviación naval y operaba hidroaviones. Los pilotos civiles de la URSS no estaban entrenados para realizar un amerizaje.
Chéchenev supo mantener el control del avión sobre el río, evitando milagrosamente el choque contra el puente Bolsheojtinski y un remolcador que pasaba con una balsa de troncos, y amerizó a doscientos metros del puente ferroviario de Finlandia.
Durante el proceso de amerizaje, la tripulación, por razones desconocidas, no retiró los puntales del tren de aterrizaje principal, lo que constituía una violación de las instrucciones. Así que el avión se deslizó rápidamente por la superficie del agua con el morro levantado y se precipitó al agua, pero uno de los puntales perforó el fuselaje y la aeronave comenzó a llenarse gradualmente del líquido.
Los pasajeros fueron rescatados por el mismo remolcador que navegaba por el río. Arrastró el avión por un cable por la proa hasta la orilla, le dio la vuelta y metió el ala bajo las balsas amarradas. La gente pudo llegar por los troncos hasta el muelle.
“Había balsas de troncos al lado de la orilla: estaban conduciendo troncos de madera por el Nevá. Y había un avión amarrado a esas balsas. Veo que una señora sale del fuselaje, no le resulta cómodo caminar sobre los troncos, y me apresuré a ayudarla. Le pregunté: ‘¿Cómo se encuentra?’ Era de Estonia y me contestó en ruso pero con acento: ‘Más o menos... ¡Pero es extraño que hayamos aterrizado en el agua!”. - recuerda Yuri Kolomíets, testigo presencial de la evacuación.
Pronto las fuerzas del orden llegaron al lugar del accidente. Acordonaron la zona y abrieron las cámaras de foto a medio rollo estropeando de esta forma las imágenes del accidente que algunos testigos consiguieron captar. Pero algunos fotógrafos tuvieron suerte: no fueron descubiertos.
En otoño, la comisión de aviación encargada de investigar el accidente concluyó que este se había producido “por razones estructurales y de fabricación”. Otros aviones Tu-124 fueron inspeccionados también. En siete de ellos se encontraron exactamente los mismos defectos en los pernos de fijación del tren de aterrizaje delantero. Estos aviones estuvieron en servicio hasta 1980.
A la tripulación del desafortunado vuelo se le permitió volar después de las inspecciones, es más, debería recibir condecoraciones. Sin embargo, no llegaron a recibirlas por razones desconocidas.
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