Churchill apreciaba el coñac soviético. El Mariscal Jefe del Aire Alexánder Golovanov recordaba cómo ambos líderes lo bebieron durante la Conferencia de Moscú en agosto de 1942.
“Vi en manos del primer ministro británico una botella de coñac armenio. Tras examinar la etiqueta, llenó el vaso de chupito de Stalin. En respuesta, Stalin sirvió el mismo coñac a Churchill. Los brindis se sucedieron. Stalin y Churchill bebieron uno detrás del otro”.
Sin embargo, no hay pruebas de que el Primer Ministro tuviese predilección en modo alguno por el coñac entre otras bebidas alcohólicas. Y en los regalos de Stalin a Churchill, si estaba presente, no ocupaba ningún lugar especial.
La leyenda de la afición de Churchill por el coñac arraigó gracias a la serie de televisión Diecisiete momentos de primavera basada en la novela homónima de Julian Semiónov.
En ella, hay una escena en la que el jefe de la Gestapo Heinrich Muller le dice al Standartenfuhrer Stirlitz (el espía soviético Isáev): “No te consideres una figura igual a Churchill. Sólo de él sé que le gusta el coñac ruso más que a nadie”.
Al mismo tiempo, podemos asegurar que el líder británico apreciaba mucho el champán soviético. Fue agasajado con él por Stalin en la Conferencia de Yalta de 1945.
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