Echa un vistazo al plano de un apartamento soviético estándar en una jrushchevka, una casa de paneles barata y fácil de construir en la que vivía la mayoría del pueblo soviético. En este plano se ve claramente que las salas de estar son muy pequeñas.
Si en un apartamento de este tipo vivía una familia de cuatro miembros, las dos habitaciones servían a la vez de dormitorios y de sala de estar, y sólo había una habitación en la que nadie dormía por la noche: la cocina. Debido a la planificación, las cocinas soviéticas se convirtieron en un fenómeno en sí mismas.
La revolución del WC compartido
En la Rusia zarista, el fenómeno de la cocina era inexistente. Los campesinos hacían la comida en hornillos situados en el interior de las casas, no había una cocina separada. Los campesinos ricos, las familias de comerciantes y los nobles que vivían en las ciudades solían tener cocinas como lugar para preparar la comida, y estas cocinas eran frecuentadas por los criados. Incluso cuando aparecieron las grandes casas urbanas con varios apartamentos, donde cada apartamento estaba equipado con una cocina, la gente no pasaba tiempo en las cocinas… hasta la era soviética.
Los primeros ciudadanos soviéticos se familiarizaron con la palabra uplotnenie: cuando la propiedad privada fue nacionalizada por los bolcheviques en 1918, también lo fueron los apartamentos habitables. Muchos propietarios de pisos de 5-6 habitaciones tuvieron que meter a nuevos inquilinos por orden del gobierno, que exigía que sólo hubiera una habitación disponible para cada adulto. En realidad, esto acabó, por supuesto, en familias enteras viviendo en habitaciones de 10-12 metros, porque había muchos más inquilinos en las ciudades de los que el parque de viviendas podía soportar. Aparecieron las kommunalkas, pisos comunales en los que vivían personas sin parentesco en el mismo apartamento y compartían baños, aseos... y cocinas.
El centro de la vida social
“La cocina era compartida. Si los vecinos se llevaban bien, los utensilios domésticos estaban de pie o colgados sobre cada mesa de la cocina, y su número coincidía con el de los inquilinos del apartamento. Si los vecinos eran "poco fiables", se llevaban todo a sus habitación, hasta las cerillas y la sal”, recordaba la pintora Irina Soya-Serko.
La cocina era una habitación única en un piso comunal. Por un lado, era una habitación funcional, destinada a la preparación de alimentos. Por otro, la cocina era un lugar social, una especie de “foro” del apartamento. Iliá Utejin, antropólogo ruso que investigó el fenómeno de la vida en común, escribió: “La cocina es el centro de la vida social del apartamento, el lugar principal donde los inquilinos se reúnen e interactúan, el escenario principal de los actos públicos de la vida del apartamento. Otros lugares públicos no pueden compararse a la cocina en esa multifuncionalidad. En la cocina, una persona puede estar presente incluso cuando no está preparando comida en ese momento ni realiza otras tareas domésticas, sino que simplemente quiere comunicarse. Seis habitaciones y una gran cocina comunitaria donde los vecinos discutían y hacían las paces. Gente tan diferente y en esta cocina se contaban secretos sobre sus vidas, recuerda una usuaria de San Petersburgo, Oliashla.
La comunicación podía ser bastante diferente: si los vecinos eran hostiles entre sí, tenían que estar en la cocina supervisando el proceso mientras se cocinaba la comida. No sólo para que la cocción no se desbordara por los fogones. “La cocina era la línea del frente, y las peleas en ella eran serias. Los vecinos podían apagar el gas bajo la comida no hecha del otro. Ponían sal en la tetera, y se añadía azúcar a la sopa. O betún. O jabón. Salías un minuto y ya está, te arruinaban la cena” escribe el historiador Alexéi Mitrofanov.
Los fogones de la cocina comunal solían estar “divididos en zonas” entre los inquilinos. Estos podían tener opiniones diferentes sobre los niveles de higiene y, al mismo tiempo, nadie quería limpiar lo que ensuciaba el otro.
Sin embargo, cuando los inquilinos vivían en paz, la cocina se convertía en un lugar de ayuda mutua y alegres celebraciones. “Todas las celebraciones las hacían juntas todas las familias, sus parientes y amigos”, recuerda la usuaria Katerinaami, de San Petersburgo. “Y siempre había alguien que te atendía y te daba de comer, sólo tenías que entrar en la cocina”.
Cocinas llenas de humo
Al igual que “a una habitación llena de humo” es una expresión para referirse a una reunión política secreta, la expresión “cocina llena de humo” en ruso significa un lugar para conversaciones clandestinas, a menudo discusiones políticas. En la URSS no había libertad de expresión. Todo el mundo estaba obligado ideológicamente a seguir el “camino del Partido Comunista”. A menudo, el único lugar donde uno podía decir lo que pensaba era su cocina. Y hacerlo en voz baja, si estabas en un piso comunal: los vecinos podían oírte maldecir a las autoridades soviéticas y denunciarte al KGB. “Tú y yo nos sentamos en la cocina. [...] Atamos la cesta antes del amanecer, para partir hacia la estación, donde nadie nos encontrará”, reza el famoso poema de Osip Mandelstam sobre él y su esposa Nadezhda huyendo de la seguridad del Estado a principios de los años 30, “marcando” la cocina nocturna en la poesía rusa como el cronotopo de todo lo antisoviético.
El actor Valeri Zolotujin recuerda cuando visitaba al escritor Borís Mozhaev en su apartamento comunal: el escritor no podía invitar a sus huéspedes a sus habitaciones, porque allí dormían niños. Así que la cocina se convirtió para Mozhaev también en un estudio. "En una de las mesas, entre los platos, había una máquina de escribir, papel limpio y la pluma del escritor. [...] Bebimos y empezamos a hablar de la vida, sobre todo de la tierra rusa, del campesinado... Él hablaba mucho de Tolstói. Había moscas ‘comunales’ gigantes volando y proyectando enormes sombras contra la lámpara".
La cultura de las “charlas en la cocina” fue más allá de los apartamentos comunales, en la era de las viviendas relativamente privadas, cuando en los años 80 la mayoría de los soviéticos ya tenían sus apartamentos para sus familias y nadie más. La realidad de las cocinas se refleja en muchas letras de canciones de rock rusas. “Unas palabras para las cocinas, las otras para las calles”, cantaba el grupo de rock Nautilus Pompilius. “Me encantan las cocinas porque guardan secretos”, decía Viktor Tsói en su letra. Las cocinas rusas siguen siendo habitaciones "sociales" en los apartamentos rusos, en gran medida, porque los apartamentos siguen siendo en su mayoría de pequeño tamaño.
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