“Observar el comportamiento del enemigo es mi pasión. Ves a un pomposo y engreído oficial fascista saliendo de un refugio y mandando imperiosamente a sus hombres. Obedecen estrictamente su voluntad, sus deseos y sus caprichos. Pero, él no sabe que le quedan literalmente segundos de vida...”. El francotirador soviético Vasili Zaitsev escribió en sus memorias No había tierra para nosotros más allá del Volga.
Zaitsev mató a 242 soldados y oficiales enemigos. No fue el francotirador más letal de la Segunda Guerra Mundial, pero sí el más célebre de la batalla de Stalingrado.
Vasili Grigórievich Zaitsev aprendió a ser un buen tirador de niño. Su abuelo era un cazador experimentado y a menudo llevaba a su nieto a cazar a la taiga.
Vasili Zaitsev durante su servicio en la Flota del Pacífico.
Foto de archivoSin embargo, el estallido de la guerra no le encontró en un pelotón de francotiradores, sino en el Océano Pacífico. Zaitsev, que tenía una sólida educación básica, empezó a servir en el departamento financiero-económico del cuartel general de una unidad militar de la Flota del Pacífico.
Muchos marinos estaban ansiosos por ir al frente a luchar contra el enemigo y Zaitsev no fue una excepción. El futuro héroe de Stalingrado presentó cinco solicitudes pidiendo ser enviado al frente y, finalmente, en el verano de 1942, su petición fue atendida.
“Durante cinco años enteros, llevé con orgullo una camisa a rayas de marinero y me preparé para las batallas sobre las olas del océano... Y acabé luchando en tierra”, escribió Zaitsev.
En septiembre de 1942, Zaitsev se encontraba en Stalingrado, en la 284ª División de Fusiles del 62º Ejército del teniente general Vasili Chuikov. Al principio, participó en combates callejeros como soldado de infantería ordinario.
Vasili Zaitsev
Mil.ru (CC BY 4.0)Pero, su puntería fue rápidamente descubierta. Un grupo de soldados se encontraba en sus posiciones cuando dos alemanes aparecieron frente a ellos. “Levanté mi fusil y, casi sin apuntar, disparé. Fritz cayó. Unos segundos después, apareció un segundo. También lo despaché”, recuerda Zaitsev.
El comandante del regimiento, que había presenciado la escena, ordenó inmediatamente que se le entregara a Zaitsev un fusil de francotirador con mira óptica.
Zaitsev tenía una vista y un oído excelentes, una gran resistencia y una serenidad y compostura de hierro. Ascendió rápidamente al círculo de los mejores francotiradores de Stalingrado.
Zaitsev perfeccionaba constantemente sus habilidades, estudiaba las tácticas enemigas, elaboraba sus propias reglas y, al mismo tiempo, no temía a la improvisación. “Al llegar al límite de la zona de combate, camúflate, quédate quieto y observa, estudia el terreno, elabora un diagrama y marca las características destacables en el dibujo”.
Francotiradores soviéticos en Stalingrado.
Gueorgui Zelma/SputnikZaitsev procuraba no actuar cuando se ponía el sol, ya que al ocultarse en el horizonte podía reflejarse en la mira óptica del fusil y delatar la posición del francotirador. El sol de la mañana, sin embargo, brillaba en los prismáticos de los oficiales y observadores alemanes y en las miras de los rifles de francotirador enemigos.
“Si al amanecer, por ejemplo, ves el destello reflejado de un mechero, te alerta de que un francotirador se ha activado. Fíjate en ese punto y espera: Debería aparecer una brizna de humo de tabaco. Cuando haya pasado un poco más de tiempo, tal vez un día entero, puede que aparezca un casco durante una fracción de segundo. Más vale que ese momento no te pille durmiendo la siesta”.
El talentoso tirador y experto francotirador también participó en el entrenamiento de otros francotiradores, a los que se apodó extraoficialmente zaichata (“liebres pequeñas”; tomado de zaiets, liebre en ruso, raíz del apellido “Zaitsev”).
Vasili Zaitsev explica la tarea de combate
Gueorgui Zelma/SputnikEran unas tres docenas. Zaitsev les enseñó a cambiar de posición después de dos o tres disparos, a camuflarse cuidadosamente y a colocar señuelos para engañar al enemigo (por ejemplo, colocando una figura ficticia vestida con uniforme militar). Lo principal que exigía Zaitsev era pensar con originalidad e improvisar.
Zaitsev ideó la táctica de perseguir objetivos en grupos de seis. Los “Seises” eran una técnica que empleó con éxito con sus aprendices. Consistía en tres parejas de francotiradores (tiradores y observadores) que cubrían exhaustivamente la misma zona desde diferentes direcciones de tiro.
Chuikov conoció personalmente a muchos de los francotiradores de su ejército. Recordaba así un encuentro con Zaitsev y su alumno Viktor Medvedev: “Cuando conocí a Zaitsev y Medvedev, me impresionó su modestia, sus movimientos pausados, su carácter invariablemente tranquilo, su mirada penetrante: Podían mirar a un mismo sitio durante mucho tiempo sin pestañear. Su mano era firme y estable: Cuando te daban la mano, apretaban como un tornillo de banco”.
En el transcurso de los combates en Stalingrado, Zaitsev eliminó a 11 francotiradores enemigos. “Ya había aprendido a reconocer rápidamente la ‘letra’ de los francotiradores fascistas y, evaluando su estilo de tiro y sus métodos de camuflaje, no tenía especiales problemas para distinguir a los fusileros más experimentados de los novatos y a los pusilánimes de los tenaces y decididos”, recuerda.
Vasili Chuikov examina el arma del francotirador Vasili Zaitsev.
Gueorgui Zelma/SputnikEl duelo entre Zaitsev y el mayor König (Konings) se ha hecho especialmente famoso. El francotirador alemán fue enviado a Stalingrado para eliminar a las “liebres pequeñas” y, por supuesto, a la “liebre” principal. El enfrentamiento entre los dos maestros tiradores quedó plasmado en la película de 2001 Enemigo a las puertas.
La identidad del comandante König ha sido cuestionada por los historiadores. Según una versión, podría tratarse de un alias del Standartenführer de las SS Heinz Thorvald, director de una escuela de francotiradores en la ciudad de Zossen.
König-Thorwald consiguió eliminar a varios francotiradores soviéticos, tras lo cual se enfrentó a Zaitsev. Un observador llamado Nikolái Kulikov consiguió sacar al alemán de su escondite.
“Con mucha cautela, como sólo haría el francotirador más experimentado, Kulikov levantó el casco”, recuerda Zaitsev. “El fascista disparó. Kulikov se sacudió ligeramente hacia arriba durante un segundo, lanzó un fuerte grito y cayó hacia atrás... ¡Por fin, el francotirador soviético, la ‘liebre jefe’ a la que había estado acechando durante cuatro días, estaba muerto! Esto es lo que sin duda pasaba por la mente del alemán, que asomó la cabeza por detrás de una plancha de hierro. Disparé. La cabeza del fascista cayó hacia atrás, mientras la mira óptica de su fusil permanecía brillando al sol”.
Jude Law como el francotirador Vasili Zaitsev en la película de 2001 "Enemigo a las puertas".
Jean-Jacques Annaud/Mandalay Pictures; Repérage Films, 2001En cuanto oscureció, las tropas soviéticas de este sector llevaron a cabo una salida nocturna. En plena lucha, Zaitsev y su compañero sacaron al mayor muerto de debajo de la plancha de hierro, localizaron su documentación y se los entregaron al comandante de división.
En enero de 1943, Zaitsev resultó gravemente herido y perdió temporalmente la vista. La recuperaría en Moscú, tras ser trasladado urgentemente a la capital. El 22 de febrero de ese mismo año, el teniente junior Vasili Zaitsev fue condecorado con el título de “Héroe de la Unión Soviética” por sucoraje y el valor militar demostrados en la lucha contra los ocupantes fascistas alemanes.
Tras recuperar la salud, Zaitsev regresó al ejército, participó en combates, entrenó a nuevas “liebres pequeñas” y escribió dos manuales sobre el arte del francotirador. Cuando llegó la victoria, se encontraba en un hospital militar de Kiev.
Zaitsev decidió quedarse en la capital de la Ucrania soviética y pasó aquí muchos años trabajando en puestos directivos del sector de la industria ligera. Murió el 15 de diciembre de 1991, varios días antes de la desintegración de la URSS.
El último deseo del célebre francotirador fue ser enterrado en Volgogrado (como se conoce a Stalingrado desde 1961). Sin embargo, su tumba permaneció en Kiev durante muchos años. No fue hasta 2006 cuando sus restos volvieron a ser enterrados solemnemente en Mamayev Kurgán, lugar de encarnizados combates donde hoy yacen 35.000 defensores de la ciudad.
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