Durante las celebraciones del 800 aniversario de Moscú se colocaron las primeras piedras de los futuros rascacielos estalinistas.
Sin embargo, aunque eran ocho, simbolizando el número de siglos por los que ha pasado la ciudad, sólo las “Siete Hermanas” de Stalin se levantarán del suelo de la capital de la Unión Soviética y llegarán hasta nuestros días.
La octava se colocó en Zariadie, cerca de las murallas del Kremlin, y para preparar las obras se demolió un barrio medieval.
El rascacielos debía albergar oficinas administrativas y su altura prevista no dejó de crecer, alcanzando los 36 pisos frente a los 25 previstos inicialmente.
Sin embargo, estas constantes revisiones obligaron a recalcular el presupuesto necesario, y esto fue lo que impidió que el rascacielos viera la luz. Los arquitectos fueron incapaces de calcular a tiempo los costes de este grandioso proyecto, y los plazos se retrasaron una y otra vez.
Cuando por fin se calculó, Iósif Stalin, el hombre más interesado en el proyecto, había muerto y el Ministerio de Construcción soviético rechazó los documentos que recibió en la primavera de 1953 alegando “excesos considerables”.
La construcción no pasó de los cimientos y de un armazón de 14 plantas. Fue Nikita Jruschov, conocido por su oposición a la arquitectura estalinista, quien puso el último clavo en el ataúd del proyecto.
La carcasa se desmanteló y los cimientos del rascacielos se utilizaron como base para el Hotel Rossiya.
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