En junio de 1941, cuando Zoia Kosmodemiánskaia estaba terminando el 9º curso del colegio, la Alemania nazi atacó la URSS. En otoño del mismo año, las tropas alemanas se acercaban a Moscú. Las autoridades y las empresas industriales fueron evacuadas de la ciudad. Y Kosmodemiánskaia, a finales de octubre de 1941, se alistó en el destacamento de voluntarios del Komsomol.
‘Destruir y quemar hasta los cimientos’
El 17 de noviembre de 1941, el Alto Mando Supremo emitió una orden para destruir los asentamientos en los territorios ocupados por los alemanes.
Para llevar a cabo tales medidas se necesitaba nuevo personal. Fueron reclutados entre los jóvenes voluntarios con antelación, incluso antes de que se emitiera la orden de Stalin. Los jóvenes fueron aceptados en la unidad militar número 9903, una de las más secretas del Ejército Rojo. Era la Escuela Central de Inteligencia y Sabotaje dependiente del Comité Central del Komsomol.
Zoia Kosmodemiánskaia se encontraba allí. Junto con otros voluntarios fue entrenada para realizar reconocimientos activos de las tropas enemigas, minar carreteras, destruir puentes, tender emboscadas, destruir almacenes e infraestructuras de comunicación, crear unidades guerrilleras y mucho más.
El grupo de reconocimiento y sabotaje, al que se unió Zoia, fue trasladado a Volokolamsk (100 kilómetros al oeste de Moscú). Su primera y exitosa misión de combate fue minar carreteras en la retaguardia enemiga. Más tarde participó en la liquidación de un motociclista alemán, en cuyo poder se encontraron documentos del cuartel general y mapas topográficos.
Misión fatal en Petríshchevo
Pronto Kosmodemiánskaia fue enviada a realizar sabotajes en diez asentamientos cercanos a Moscú. En la noche del 27 al 28 de noviembre su grupo debía destruir en el pueblo de Petríshchevo una estación alemana de reconocimiento radiotécnico, situada en un establo, y las casas donde se alojaban los soldados alemanes. Sólo tres hombres llegaron al pueblo: el comandante del grupo Borís Krainov, Zoia Kosmodemiánskaia y el comisario de la escuela de reconocimiento Vasili Klubkov.
Durante la operación de sabotaje Kosmodemiánskaia (que consiguió destruir dos casas y un coche enemigo con cócteles molotov) y Klubkov fueron capturados por los alemanes. La chica fue entregada por los habitantes del pueblo capturado, que colaboraron con los ocupantes. A pesar de las crueles torturas, durante el interrogatorio no dio su verdadero nombre (se hacía llamar Tania) y no reveló información sobre otros saboteadores.
El 29 de noviembre de 1941 fue ejecutada en la horca. Su cuerpo con el cartel que decía: “Partisana” permaneció en la horca durante más de un mes, no fue enterrado hasta el 1 de enero de 1942. A finales de enero Petríshchevo fue liberado por las tropas soviéticas.
Glorificación de la hazaña
El corresponsal de guerra Piotr Lídov informó a los ciudadanos soviéticos sobre la hazaña de Kosmodemiánskaia. Escribió sobre la liberación de la región de Moscú de los alemanes y en uno de los pueblos escuchó la historia de una joven que pronunció un valiente discurso antes de ser ejecutada.
Lídov visitó Petríshchevo varias veces, entrevistó a los residentes locales, tuvo acceso a documentos clasificados sobre grupos de sabotaje, pero no pudo encontrar a “Tania”. La identidad de la niña sólo se estableció cuando abrieron la tumba, fotografiaron el cuerpo y publicaron las imágenes el 27 de enero de 1942. Ese día, los principales periódicos de la época, Pravda y Komsomólskaia pravda, publicaron las crónicas Tania de Piotr Lídov y No te olvidaremos, Tania, de Serguéi Liubímov.
En su crónica, Lídov citaba las últimas palabras de la chica: “Ahora me ahorcaréis, pero no estoy sola. Somos doscientos millones, no podéis ahorcarnos a todos. Se vengarán por mí. ¡Soldados! Ríndanse antes de que sea demasiado tarde. ¡Venceremos de todos modos!”
El 16 de febrero de 1942, el Presidium del Soviet Supremo de la URSS concedió a Kosmodemiánskaia, a título póstumo, el título de Héroe de la Unión Soviética. Y el 18 de febrero de 1942 Lídov publicó un nuevo ensayo ¿Quién era Tania?, en el que revelaba públicamente la personalidad de “Tania-Zoia”, su valor y fuerza.
“En nuestras manos cayó el suboficial Karl Beyerlein, que estuvo presente durante la tortura a la que Zoia Kosmodemiánskaia fue sometida por el comandante del 332º Regimiento de Infantería de la 197ª División alemana, el teniente coronel Rüderer. En su testimonio, el subcomisario de Hitler, apretando los dientes, escribió: ‘La pequeña heroína de su pueblo se mantuvo firme. No sabía lo que era la traición... Se puso azul por el hielo, sus heridas sangraban, pero no dijo nada”, contó Lídov.
En memoria de Kosmodemiánskaia y su hazaña, se abrieron monumentos y placas conmemorativas por toda la Unión Soviética, se dio su nombre a escuelas, bibliotecas y campamentos infantiles, calles y asentamientos. En su honor se bautizaron picos montañosos, asteroides y barcos. A Zoia se le dedicaron películas y poemas, óperas y canciones.
Zoia Kosmodemiánskaia se convirtió en un símbolo del heroísmo de todo el pueblo soviético. Pero especialmente de los partisanos y saboteadores que se jugaban la vida para salvar la capital del país. Según Klavdia Sukachiova, veterana de la unidad militar nº 9903, de los dos mil miembros de la unidad murieron 951, es decir, casi una de cada dos personas. Cuando iban a una misión, no llevaban consigo ningún documento y cuando morían, seguían sin ser identificados.
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