Cuando una ciudad soviética desapareció de la faz de la Tierra en cuestión de minutos

Historia
EKATERINA SINÉLSCHIKOVA
Para Severo-Kurilsk, con sus 6.000 habitantes, aquel día se convirtió en un apocalipsis. Sin embargo, las autoridades soviéticas lo mantuvieron todo en secreto. Los principales periódicos del país guardaron silencio y el local prefirió no tocar el tema durante varios días.

A primera hora de la mañana del 5 de noviembre de 1952, los habitantes de Severo-Kurilsk fueron despertados por fuertes temblores subterráneos. Faltaban dos minutos para las cuatro de la madrugada.

Las paredes de las casas se agrietaron y se sacudieron, el yeso se vino abajo, las lámparas del techo traquetearon y la vajilla, los libros y las fotografías cayeron al suelo. La gente, asustada, saltó de la cama y salió corriendo sin vestirse. ¿Una erupción volcánica? Era de esperar: en la isla de Paramushir, en el océano Pacífico, donde se encuentra Severo-Kurilsk, hay 23 volcanes, cinco de los cuales se consideran activos. El más cercano, el Ebeko, se encuentra a sólo siete kilómetros de distancia y emite regularmente gases volcánicos.

Pero, aquella mañana, los volcanes permanecían inactivos y no tenían nada que ver con lo que estaba ocurriendo. A la ciudad le quedaban 40 minutos de vida.

‘Di la orden de abrir fuego con armas cortas y gritar’

Los fuertes temblores fueron causados por un potente terremoto en el Océano Pacífico de 8,3 grados en la escala de Richter. El epicentro se situó bajo el fondo del océano, a 30 km de profundidad y a 200 km de la costa. Los temblores continuaron durante media hora más y, durante este tiempo, 700 km de costa sufrieron daños: desde la península de Kronotsky hasta el norte de las islas Kuriles.

Los daños fueron notables, pero no catastróficos. Nadie resultó herido como consecuencia de los temblores. Más tarde, en su informe sobre lo ocurrido, el jefe del departamento de policía de Severo-Kurilsk, P. M. Deriabin, escribiría: “De camino al departamento de policía del distrito pude ver grietas en el suelo de 5 a 20 cm de ancho. Al llegar allí, vi que a consecuencia del terremoto el edificio se había partido en dos y las estufas estaban destrozadas”.

Para entonces, los temblores perceptibles ya habían cesado y “el tiempo estaba muy tranquilo”, pero pronto, el silencio se vio interrumpido por un fuerte ruido y un estruendo procedentes del mar, que se encontraba a 150 metros de la comisaría. “Mirando al otro lado, vimos que una alta pared de agua avanzaba hacia la isla desde el mar. <...> Di la orden de llamar la atención de todos abriendo fuego con armas cortas y gritar ‘¡que viene el agua!’ mientras, al mismo tiempo, nos dirigíamos hacia las colinas”, escribió Deriabin.

En aquel momento, no todo el mundo pudo distinguir que era el agua lo que se acercaba. Algunas personas pensaron que los gritos tenían que ver con una “guerra”" y no con “agua” y, cuando la ola golpeó la isla, creyeron que ésta había sido atacada. La gente huyó. La ola no era tan alta, poco más de un metro. La primera ola inundó y destruyó las primeras casas más cercanas al mar. Unos 10-15 minutos después, el agua empezó a bajar y mucha gente volvió a sus casas para recoger las pertenencias que habían sobrevivido. Fue un error fatal.

El fin de Severo-Kurilsk

El océano se retiró, pero a continuación golpeó la ciudad con un segundo tsunami, produciendo una devastadora ola de 10 metros de altura. Sin encontrar especial resistencia en su camino (la primera ola había barrido una parte considerable de los obstáculos), el agua se precipitó a gran velocidad hacia el interior de la isla.

Esa mañana, además de Severo-Kurilsk, una gran ola golpeó también la bahía de Musel en la isla de Onekotan (9,5-10 metros) y las bahías de Piratkov (10-15 metros) y Olga (10-13 metros) en Kamchatka. Pero Severo-Kurilsk fue su principal víctima: En cuestión de minutos, toda una ciudad de 6.000 habitantes fue arrasada.

Luego llegó una tercera ola. Más débil que la segunda, remató la destrucción y arrastró mar adentro casi todo lo que quedaba en la costa.

“Durante 20-30 minutos (el tiempo que duraron las dos olas, de enorme fuerza y casi simultáneas) se oyó en la ciudad un ruido terrible causado por el agua que se precipitaba y los edificios que se derrumbaban. Las casas y los tejados de los edificios salieron despedidos como cajas de cerillas y fueron arrastrados mar adentro”, recuerda el jefe de policía.

Posteriormente, B. E. Piip, jefe de la estación vulcanológica de Kamchatka de la Academia de Ciencias de la URSS, escribiría en su diario: “Sobrevivió una pequeña parte de la ciudad situada en las secciones de terraza, así como la central eléctrica y la estación de radiocomunicación. La estación de radio enviaba constantemente un SOS, pero de forma un tanto incoherente, por lo que Petropavlovsk-Kamchatski no podía entender nada”. En aquella época aún no existía en la URSS un servicio de alerta de tsunamis.

Tras la catástrofe, Piip recorrió la costa en barco para registrar la altura del tsunami para una comisión especial de investigación. En distintos lugares le contaron historias trágicas. “Por ejemplo, dos marineros en ropa interior y chalecos permanecieron en el agua desde las 5 de la mañana hasta las 5 de la tarde, agarrados a los restos de una casa. Cuando fueron rescatados, uno de ellos se desplomó y murió al llegar a tierra, mientras que el otro sobrevivió. <...> Durante mucho tiempo el mar arrojó los cadáveres de los muertos, ensuciando con ellos la orilla del mar”. 

Una tragedia de la que nadie se enteró

Un avión que llegó a Paramushir de madrugada descubrió que Severo-Kurilsk había sido arrasada. Todo el golfo estaba lleno de fragmentos de casas, vigas y barriles, a los que se aferraban los supervivientes. Inmediatamente se declaró una evacuación aérea y marítima. Fue la evacuación llevada a cabo por los guardias fronterizos y unidades del ejército que habían estado presentes en la ciudad lo que, según los investigadores, hizo que el desastre de Severo-Kurilsk se silenciara de inmediato.

Pravda, el periódico del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, no publicó ni una palabra sobre el desastre en Extremo Oriente ni al día siguiente ni en los días siguientes. Izvestiya también guardó silencio. Consciente de que sus lectores habrían visto con sus propios ojos las consecuencias de la devastación, el periódico regional Kamchatskaya Pravda no salió de la imprenta los días 8, 9 y 10 de noviembre. El 11 de noviembre dio la noticia, pero una noticia completamente distinta: “Con enorme júbilo y entusiasmo el pueblo soviético ha celebrado el 35 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre”.

Los datos sobre la catástrofe sólo se desclasificaron parcialmente a principios de la década de 2000, cuando se permitió el acceso a los archivos oficiales de la marina (los del Ministerio de Defensa siguen bajo secreto). Según estos archivos, un total de 2.336 personas murieron en el desastre de las Kuriles del Norte. Al mismo tiempo, los historiadores creen que el tsunami del 5 de noviembre de 1952 se cobró al menos 8.000 vidas y que casi 2.000 de ellas fueron las de niños y adolescentes, mientras que en las estadísticas sólo se incluyó a los civiles y únicamente a aquellos cuyos cadáveres fueron encontrados e identificados.

Las secuelas

La catástrofe tuvo una consecuencia importante: En 1956, la URSS creó un servicio sísmico y meteorológico cuyas funciones incluían la detección de terremotos en el mar y la alerta temprana de tsunamis.

En cuanto al propio Severo-Kurilsk, la ciudad vivió tiempos difíciles tras el tsunami. Muchas de las personas evacuadas decidieron no volver jamás, ya que las plantas de procesamiento y los depósitos pesqueros, que eran los principales empleadores locales, sufrieron graves daños y tuvieron que cerrar. El contingente militar también se redujo considerablemente. La situación empeoró cuando, en 1961, cesó la migración del arenque en las aguas costeras, lo que supuso un nuevo golpe para la principal industria de Severo-Kurilsk.

La ciudad fue reconstruida tras el tsunami, pero se trasladó más cerca de las colinas volcánicas, a la antigua terraza marina situada a más de 20 metros sobre el nivel del mar. Incluso esta ubicación no es ideal: ahora Severo-Kurilsk se encuentra en la trayectoria de los flujos de lodo procedentes de las erupciones del volcán Ebeko. La ciudad tiene hoy 2.691 habitantes y es la única zona poblada de toda la isla.

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