Tras la muerte de Lenin se produjo una amarga lucha por el poder dentro del Partido, y los principales bandos enfrentados fueron Stalin y Trotski. Parte de su conflicto se debió a sus diferentes puntos de vista sobre el desarrollo del Estado soviético.
Trotski era un ferviente partidario de la "revolución permanente", una teoría según la cual el socialismo sólo podía construirse si la revolución se ganaba en todo el mundo. Esto significaba que la URSS tenía que continuar la guerra mundial y convertirse en el líder de la revolución global. Stalin, en cambio, era más realista sobre las posibilidades de un país desangrado por la guerra civil y estaba dispuesto a detenerse en la construcción del socialismo en un solo país.
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