Antes de la Segunda Guerra Mundial, había aquí una gran fosa con cimientos de hormigón, originalmente destinada al Palacio de los Soviets. Sin embargo, la guerra paralizó la construcción y algunas estructuras y materiales se reutilizaron para las necesidades del frente. A pesar de ello, los cimientos permanecieron intactos y recogieron el agua de lluvia a lo largo de los años. A mediados de la década de 1950, se decidió construir una piscina al aire libre en este lugar.
La piscina ‘Moskvá’ era enorme, medía 130 metros de diámetro y tenía una superficie de agua de más de 13.000 metros cuadrados. El fondo de la piscina se inclinaba hacia el centro, alcanzando una profundidad de 6 metros en el llamado “sector deportivo” situado en el centro. La forma circular se mantuvo para preservar y aprovechar los cimientos del Palacio de los Soviets.
La piscina funcionaba todo el año con agua precalentada que mantenía una temperatura de al menos 18-22 grados centígrados, según la estación, proporcionando calor y comodidad en cualquier clima. La piscina contaba con una torre de saltos con trampolines de diferentes alturas, situada en una zona de entrada separada. También había saunas.
Para comprar entradas para nadar en la piscina ‘Moskvá’, los visitantes podían acudir a la taquilla situada cerca de la salida de la estación de metro Kropótkinskaia.
No se necesitaba certificado médico para nadar en la piscina y se podían alquilar bañadores, bañadores, chanclas, gorros, aletas, máscaras y tubos. No obstante, la calidad del agua de la piscina se vigilaba de cerca, con análisis diarios y cloración para garantizar las condiciones sanitarias adecuadas.
De vez en cuando, la proliferación de algas en el agua obligaba a cerrar la piscina para limpiarla. Sin embargo, el principal problema de la piscina al aire libre situada en el centro de Moscú era el vapor. Esto era especialmente evidente durante los meses de invierno, cuando una enorme columna de vapor se elevaba desde el agua caliente hacia el aire frío.
Nadar en esas condiciones era considerado peligroso por muchos, ya que la escasa visibilidad sobre el agua dificultaba ver a una persona que se hubiera bajado hasta el fondo. Esto creaba cierto riesgo para los visitantes e inhibía la labor de los socorristas.
Tras la apertura de la piscina, empezaron a surgir en Moscú leyendas urbanas que dañaron su reputación. Circulaban rumores de que la gente se ahogaba con frecuencia en la piscina, sobre todo en invierno. Se llegó incluso a afirmar que una “secta de ahogados” buscaba vengarse de la construcción en el lugar de la catedral.
También corrió el rumor de que la piscina causaba corrosión en los edificios vecinos y ponía en peligro las exposiciones del cercano Museo Pushkin.
Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, los precios del agua y la electricidad se dispararon, por lo que no resultaba rentable mantener la piscina.
Además, surgió un movimiento público que reclamaba la restauración de la catedral, destruida en 1931.
La piscina permaneció abandonada durante varios años tras haber sido vaciada y se cerró oficialmente en 1994. En su lugar, se decidió restaurar la catedral que había sido volada por los soviéticos. El 7 de enero de 1995 se colocaron los cimientos de la catedral en el emplazamiento de la piscina ‘Moskvá’.
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